Opinión

Amor olímpico

Por: Marcela Alarcón

Sí, las mujeres tenemos nuestros trucos para enamorar, incluso sabemos cómo hacer para que nos perdonen. Pero los hombres no se quedan atrás y son expertos en hacer la olímpica: empiezan como atletas su carrera por escoger a la vieja que más les conviene, pero a la hora de la verdad, son incapaces de pelear por ella un round contra un amigo.

Sí, las mujeres tenemos nuestros trucos para enamorar, incluso sabemos cómo hacer para que nos perdonen. Pero los hombres no se quedan atrás y son expertos en hacer la olímpica: empiezan como atletas su carrera por escoger a la vieja que más les conviene, pero a la hora de la verdad, son incapaces de pelear por ella un round contra un amigo. Créanme que algunas mujeres sí son capaces de hacerlo. De ser necesario, van por el nocaut, así el combate sea contra su mejor amiga.
Pero ellos son hábiles, como algunos ciclistas que saben llegar siempre a la meta sin importar los caminos que tengan que recorrer. El problema es que, en el afán de esa carrera, por lo general dejan algún herido. Si los hombres terminaran todas las relaciones con un gran espectáculo artístico, pero sin heridas, esta columna no existiría. Sin embargo, ya parece una tradición que las historias terminen mal y haya que dejarlos fuera de competencia por un tiempo. ¿Por qué les resulta tan difícil acabar una relación con un buen juego?
Y es que los hombres piensan que deben usar estrategias de ajedrecista, en las que el silencio los ayude a ganar. Pero el amor no es eso. Y sepan que ellas también pueden tener sus fórmulas para ganar. Créanlo, aunque le digan a usted que nada va en serio, que no piensan hacerlo separar de su esposa, eso es falso. O si no termina de creerlo, pase un día por un juzgado de familia, o por Medicina Legal, y vea al esposo infiel con un bebé de brazos haciéndose una prueba de paternidad, mientras su amante le recrimina porque la engañó. Y ahí es cuando él desea no haberle creído jamás.
Así que los invito a escoger bien su próximo partido. Un partido con juego limpio, sin “trampas” (como les dicen en Perú a las amantes). Asegúrense de estar enamorados, sin ninguna duda a la hora de lanzar el tiro. Mejor dicho: eviten desde el principio salir mal y vayan por la de oro. Entiendan que el campo de juego puede ser la cama, pero nunca el corazón de una mujer.

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