Al menos 520 familias viven del comercio de artículos viejos y usados en dos mercados de pulgas, fundados hace 25 años.

Vida SoHo

Las baratijas de José Triana

Por: Nelson Fredy Padilla

Armado con la cámara de un celular Sony Ericksson, el editor dominical de El Espectador, Nelson Fredy Padilla, recorrió el mercado de las pulgas del centro de Bogotá, donde lo que no se encuentra es porque no existe.

Miro por la ventana. Novedad: llovizna en Bogotá. Me preparo para un día aburrido. Tengo que ir al mercado de las pulgas del Centro Internacional. Necesito un par de títulos que no consigo. Me doy ánimo. Recuerdo el ritual de los domingos de Pablo Neruda: irse de cachureo… de aventura a las ventas de cachivaches de la ciudad del mundo en la que estuviera. Se ponía la boina y se iba a escarbar en los tenderetes. Dicen que tras recibir el dinero del Premio Nobel lo primero que compró fue un rollo de manuscritos de Shakespeare, en poder de un librero californiano al cual le había seguido el rastro por meses. Para el poeta el mayor placer, en el parisino marché aux puces de Saint-Ouen, en Wolff's Flea Market de Chicago o en la Feria Persa de Valparaíso, era descubrir la edición original de algún libro "bajo siete capas de olvido".
 
Llego pasadas las 9:00 y el mercado de San Alejo, patrimonio cultural bogotano, despierta a pesar del clima. Los vendedores de antigüedades exhiben corotos mientras los libreros arman toldos. En el primer pasadizo del laberinto me cruzo con uno que maldice sin dejar de aspirar un cigarrillo: "Esta mierda pesa más que la conciencia". Otro, sonriente, pasa por el lado. Pide paso para "la limusina y el Mercedes Benz". Es José Triana con los dos baúles en los que carga libros desde hace 25 años. Cuando cumplió 60 decidió que no iba a vivir arrimado a ninguno de sus 14 hijos. Callejeando descubrió que en esta algarabía podía sobrevivir a su vejez.

Abre los candados, extiende el tablado y empieza a sacar libros En el gremio de Asopulgueros es el más reconocido vendedor de libros esotéricos. Los ubica como quien lanza cartas sobre una mesa de póquer. Anuncia: El Evangelio según el espiritismo, de Alan Kardec; el Tratado sobre los siete rayos, de Alice Bailey; Ángeles y demonios, de Burstein, El tarot de las Hadas…

Una señora se espanta y se va. José la llama:

—No se asuste. Yo vendo de todo, hasta las Sagradas Escrituras. ¿Qué busca?

—Necesito un libro de croché.

—Lo tengo. —Se mete de cabeza entre el Mercedes y como el mago que saca conejos del sombrero le muestra Mil ideas de bordado.

—¿En qué le puedo ayudar amigo

— me pregunta.

—Busco dos libros de la colección Samper Ortega de literatura colombiana, de los años 30.

—Los puedo tener… espéreme buscamos en el fondo de la limusina las novelas que quiera.

Una mujer se interesa por un libro de plantas medicinales. Después del regateo la convence de que es un tratado de homeopatía y se lo vende en 25.000. José tiene 85 y energía de cincuentón. "Es que vengo de Santander de Quilichao, la tierra donde cortan agua con machete y se afeitan con balas, de donde era Efraín González, el que se amarraba a los amarros de la muerte para defender a los pobres, no como el finado Marulanda que amarraba a sus víctimas para dejarlas morir".

La señora del croché solo tomó nota de las puntadas que le interesaban. José no le alega. Los curiosos se multiplican: a un hombre con un tic le parece caro por 12.000 pesos el Manual de experimentos parapsíquicos, con comunicador telepático incluido; un ladrón ofrece un marco de gafas "muy fino"; llega una pareja en patines preguntando por el Kamasutra, José mete la mano entre el Mercedes y lo exhibe, recibe otros 10.000, lo que le cobran por cada día de arriendo.

Dos divorciadas secretean a punto de decidirse entre Cartomancia y quiromancia y Manual de sueños de la bruja moderna. José les dice que si quieren meterse de verdad en esa "ciencia" tienen que invertir en Sea su propio brujo. Cuenta que a raíz del desempleo la gente empezó a comprar este tipo de guías para improvisarse de astrólogo, de futurólogo, de mentalista, de cualquier cosa con la que pueda conseguir "lo del desayuno".

—Yo sí he estudiado con juicio. Pregúnteme de cualquiera de los 300 libros que traje hoy del depósito. ¿Que qué es El Tao de la salud, el sexo y la larga vida? Esa es la clave para no desgastarse y botar teteradas a diestra y siniestra, pero conteniéndose, y si no la mujer se le aburre. ¡Míreme, todavía culeo en forma! Claro que no vendo pornografía ni tripa (libros plagiados). Si quieren ver viejas empelotas vayan a la vuelta. Allá les venden la SoHo a 3.000, dos en 5.000 mil.

Me tranquiliza cuando empieza a sacar de la limusina a García Márquez, a Vargas Llosa, a Sábato.

—¿Qué tiene de magia negra

— preguntan dos muchachos vestidos de negro de pies a cabeza.

—¿Quieren cosas de 'don Sata'?

—Puede ser.

Escogen con avidez entre Las huellas del infierno, del Doctor Moorne; Enchiridiones, Grinorios y Pantáculos; Hades, ¿Qué ocurrirá mañana

; El mal de ojo y hechizos, de Valerio Santo.

—Qué pena con usted que lo tengo esperando, pero ya llegué a mis "incunables". Mire: libros del siglo XIX: Historia Universal, de César Cantú, editada en París, importada para la Librería La Pluma de Oro de Medellín. ¿Le interesa? No. ¿La República, de Platón? No. ¿Un país prestado, de José Galat? No. ¿Confesiones de una puta cara? No. ¿El desierto prodigioso? ¿Qué? ¿El desierto prodigioso de Pedro de Solís y Valenzuela? Sí, señor.

Reviso la edición del Caro y Cuervo de la primera novela hispanoamericana, escrita en el desierto boyacense de La Candelaria. Me pide 15.000. Le digo que me tuvo esperando un montón. Regateo por ¡el Quijote americano! y me lo llevo en 12. Bien dice Neruda en una de sus odas que el mejor final es cuando "el cazador está de vuelta con un libro". No cualquiera. "Un libro lleno de contactos humanos, de camisas, un libro sin soledad, con hombres y herramientas, un libro es la victoria".

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