La
lectora
Sergio álvarez
RBA
250 páginas
Hace algo más de un par de años, Jorge Franco Ramos se convirtió en un verdadero
acontecimiento editorial con una novela corta que a todos conmocionó: Rosario
Tijeras. Se hablaba de ella en todos los medios, en todas las reuniones
sociales, en todos las conferencias donde se quisiera abordar el tema de
la violencia social (sicarios, poder, dinero, corrupción, muerte) que arrastra
Colombia a cada paso. Era el hit del momento. La moda literaria. Rosario,
la niña consentida de las nuevas letras colombianas. Y todo con justa razón.
Sin embargo, ese camino andado por Rosario no sería patria exclusiva de
Jorge Franco, pues estaba visto que detrás de él venían más jóvenes narradores
colombianos influenciados por ese circo violento que es nuestro país todos
los días. La noticia de un nuevo escritor estaba por venir y, en efecto,
llegó: Sergio Álvarez, que hasta hace un año tenía como punta de lanza una
hermosísima novela juvenil titulada Mapaná (Editorial Planeta), acaba de
publicar su primera novela ‘adulta’, ‘seria’ y ‘comprometida’ bajo el sobrio
nombre de La lectora. En ella, acudiendo al vértigo de los diálogos sin
ornamentaciones, Álvarez cuenta la historia de una mujer que es secuestrada
con el único fin de que les lea a sus captores una novela llamada Engome.
A partir de ahí, el autor se interna en el mundo de las calles bogotanas
—la traición violenta, la corrupción sin límites, los amores de asfalto,
los sueños inconclusos— para narrar una historia actual donde lo único prohibido
es abandonar la lectura. Arriésguese.
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Ana
Mercedes Hoyos
Villegas Editores
55 páginas
Si quisiéramos hablar de los libros que ha editado Benjamín Villegas en
los últimos años, la lista de nombres, lugares y personajes no alcanzaría
a caber en esta página, porque son incontables. Muchos. Y todos, por supuesto,
con la limpieza editorial que caracteriza a su sello. El más reciente libro
bajo el título Ana Mercedes Hoyos (con textos en español e inglés) demuestra
una vez más la calidad de sus obras. Con reproducciones de obras que la
artista colombiana ha venido realizando bajo la influencia de las vendedoras
negras de San Basilio de Palenque (y un completísimo, profundo y ameno estudio
crítico realizado por el curador colombiano Eduardo Serrano), este nuevo
libro se convierte en una buena alternativa para hundirse en el universo
de color de una de las pintoras nacionales más importantes de la actualidad.
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Short
Cuts (Vidas cruzadas)
Raymond carver
Anagrama / 181 páginas
Como ‘incidentes’ define el cineasta Roberta Altman los cuentos del escritor
estadounidense Raymond Carver (1939–1988). Y no se equivoca, pues cada uno
de los diez cuentos de Vidas cruzadas son eso: pequeños incidentes en la
‘vida’ que surgen de la imaginación del escritor y que él logra dimensionar
desde su mirada. Relatos que se diluyen entre realidad y fantasía sin ninguna
otra pretensión que contar. Sencillos. Tejidos a punta de frases cortas
y diálogos precisos. Ahí es donde está el valor real de este libro. “No
hay nada más complejo que lo sencillo” dicen los que saben y el buen Raymond
dejó testimonio de ello en varios libros de poemas y libros de relatos como
De qué hablamos cuando hablamos de amor o Tres rosas amarillas. Vidas cruzadas
es una antología, quizá no la mejor, pero sí algo que nos acerca a su mundo
y nos hace entender por qué se convirtió en un modelo a seguir por toda
una generación de aprendices del arte de escribir.
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Bartleby y Compañía
enrique vila-matas
Anagrama / 179 páginas
Primera advertencia: este no es un libro para todos. Segunda advertencia:
hay que, al menos, pegarle alguna vez en la vida una ojeada. Tercera advertencia:
¿quién ha dicho que para ser escritor se debe, necesariamente, escribir?
Si usted atiende estas tres advertencias no tiene pierde con Enrique Vila–Matas.
Mediante una especie de diario fantasma, este escritor español nacido en
Barcelona en 1948 recrea la vida de ciertos héroes ‘anónimos’ de la literatura
universal que nunca fueron capaces de escribir una sola línea durante sus
vidas y que, aun así, hicieron parte —o hacen parte— del salón de la fama
los escritores más talentosos de todos los tiempos: Clement Cadou, Joseph
Joubert y Robert Walser son sólo algunos de los nombres que nos dan un alivio
porque, ¡gracias por revelarlo!, no todo escritor tiene que escribir un
libro necesariamente. Recomendado para nunca querer escribir.
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EL BOGOTAZO... SEGUNDA PARTE
Por: Vicente Muerto
La destrucción de Bogotá está cerca. Por suerte. Hay una tonelada de libros que no he podido leer por falta de tiempo y, si todo sale bien, al fin voy a poder abrirlos de par en par: ya viene Mason y Dixon, ya viene La decisión de Sofía, ya viene...
La fórmula es simple. Hace un mes soñaba con que Juan Pablo Montoya iba a ganar su primer gran premio de Fórmula Uno y que, el doblete de triunfos para Colombia, iba a ser la Copa América.
La turba, según mis cálculos, no iba a poder quedarse tranquila: se iba a llevar a cabo la segunda parte del famoso ‘Bogotazo’.
Ya veía el titular de primera página de El Tiempo: “Gloria, destrucción y muerte”. El sumario de la nota principal diría algo como: “Bogotá se encuentra en llamas. La celebración de la Copa América y del Gran Premio de Alemania ganado por Montoya, le dio paso al vandalismo —se habla de más de 80 muertos y de 420 heridos—”. Mientras que la turbamulta y la policía seguían su ruta de desolación, eso sí, sin tocar mi apartamento, y la guerrilla aprovechaba el caos para invadir la ciudad, yo me quedaría en casa, con provisiones para un mes y con mis adorados libros. Ocasionalmente me molestaría algún grito en la calle o el estampido del disparo de un tanque de guerra como en épocas de Belisario Betancur y el Palacio de Justicia; pero nada más. Galleticas, leche y un buen libro: la muerte está en la calle. No funcionó. Montoya, por un error pendejo, no ganó, y mi sueño quedó hecho añicos.
Sin embargo, no todo está perdido; no pierdo las esperanzas. Creo en el poder destructor de los taxistas y de los choferes de bus que, en los últimos días, consiguieron crear el caos para combatir las civilizadas medidas de Mockus (a nadie se le ocurrió mencionar el cuento del argentino Julio Cortázar: Autopista al sur).
Tal vez la zona de distensión se extienda y llegue a Bogotá (habrá mil diarios iguales a los de Leslie. Con suerte alguien escribirá algo como El diario de Ana Frank y con el tiempo alguien redactará algo como Sefarat, de Antonio Muñoz Molina; la perspectiva no es tan mala). Tal vez haya otro triunfo demoledor para el deporte colombiano y nosotros mismos nos encarguemos de acabar con este chiste de ciudad (hay un hermoso cuento de R.H. Moreno Durán en El humor de la Melancolía justamente relacionado con El bogotazo). Nunca se sabe. Tal vez yo pueda convertirme en otro de los miles de desempleados que hay en el país y dedicarme exclusivamente a leer. Después de todo, neustro dichoso país de pacotilla, no se cansa de ofrecer oportunidades de este tipo, solo que nuestros desmpleados, nuestros lectores, no gastan el tiempo en volver al Quijote o en intentar vencer el Ulises de Joyce. Lo gastan en clasificados de prensa. Y la verdad, no hay vacantes. Las bibliotecas siguen vacías.