Grillos, gusanos y cucarrones son algunos de los bichos que hacen parte de la nueva cadena alimenticia. ¿Desagradable o necesario? Juzgue usted después de leer este artículo.
En los últimos años la popularidad de los insectos como opción alternativa de comida no ha parado de crecer. Muchos creen que estos animales serán la comida del futuro, pero de hecho ya son la comida del presente. Para que se haga una idea, cerca de 2.000 millones de personas comen bichos como parte de su dieta regular, según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación).
En Ámsterdam venden chocolates y cupcakes con gusanos búfalo (saben parecido al maní), en California puede comprar grillos cubiertos de chocolate, en Bélgica consigue salsas a base de insectos y en algunos supermercados suizos se encuentran hamburguesas hechas con harina de gusanos.
En Colombia la moda apenas está pegando y, por ahora, sigue muy ligado a algunas costumbres locales de producción artesanal: en Amazonas es típico comer la larva de un escarabajo (los famosos mojojoyes) y en Santander la hormiga culona no puede faltar.
Pero hay unas cuantas propuestas colombianas que le apuntan a que todo el país empiece a consumir insectos con mucha más frecuencia.
Hace dos años, inspirado en las recomendaciones de la FAO que proponían los insectos como alternativa para acabar el hambre, Diego Cruz tuvo la idea de producir alimento a base de estos animales en Colombia. Su innovación: harina de grillo.
El proceso es sencillo. Cuando estos animales llegan a la adultez, aproximadamente a sus dos meses de vida, se les deja aparear y luego se sacrifican. Son sometidos a bajas temperaturas para que entren en un estado de hibernación (por lo que no sufren) y luego mueren. Posteriormente, se cocinan, deshidratan y finalmente se pulverizan.
Así funciona Arthrofood, el negocio que creó Cruz junto a Yovanna Serrato. Empezaron por capturar algunos especímenes en el municipio de La Mesa, Cundinamarca, y montaron una granja de grillos. Actualmente los animales están en etapa de reproducción, pero ya venden algunas bolsas de harina a través de www.artrhofood.co.
Otra iniciativa para aprovechar el valor alimenticio de los insectos, aunque no para consumo humano, es la de Juan Pablo Ospina, un joven caldense que creó Emerge, un proyecto que aprovecha los residuos orgánicos de la cosecha del café para cultivar larvas de la mosca soldado en ellos. Posteriormente vende las larvas para la alimentación de animales de corral. Según cuenta Ospina, esta alternativa de aprovechar a los insectos tiene la ventaja de que no compite con el rechazo cultural que aún produce comerlos y reduce los costos de la cadena de producción de las carnes tradicionales.
¿Por qué comerlos?
Son nutritivos, amigables con el medio ambiente y hasta un buen negocio. Así las cosas, aunque es una opción casi inexplorada en el país, quizá no estemos muy lejos de ver productos a base de insectos en restaurantes y supermercados colombianos.