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Testimonios

Yo salí con Colin Farrell

Por: Ana Bejarano, actriz

Hay un detalle que me mató de él y es que, en el tiempo que salimos, siempre lo vi usando las mismas botas, desgastadas, unos jeans raídos, manejando una Bronco del 76 con sillas rotas tapadas por mantas mexicanas. Su sencillez era increíble.

Conocí a Colin en el set de una película que estábamos grabando en Miami. Él fuma muchísimo y en los cortes de descanso todos salíamos siempre a fumar. A mí me encantan los cigarrillos Pielroja, y ese día yo estaba ahí con los demás. Ya nos habíamos cruzado e incluso me había dicho “hola”. Pero ese día no fue capaz de acercarse, porque además es muy tímido, y en su lugar lo hizo su hermano. Me dijo que si le regalaba un cigarrillo a Colin y yo le dije que sí, pero que me lo tenía que pedir él directamente. Finalmente lo hizo, se acercó y me preguntó de dónde era. Le dije que era colombiana, y desde ahí entablamos una muy buena amistad. Colin en la película tuvo que pasar por varios entrenamientos, desde cómo manejar armas hasta bailar salsa y todo eso se lo enseñé yo. En ese momento él estaba pasando por algo muy duro. Acababan de publicar su video sexual con una actriz porno, había tenido un accidente meses antes de empezar esa grabación, estaba tomando mucho y emocionalmente estaba muy mal con la enfermedad de su hijo, similar al síndrome de Down. En mí encontró una amiga, aparte de que sí, me gustaba mucho físicamente porque cumplía con todos los parámetros que me gustan en un hombre.

Al siguiente día me dijo que almorzáramos juntos. Al cuarto día ya compartíamos camerino, nos íbamos a tomar cerveza después de la grabación. En eso estuvimos una semana que duró el rodaje de nuestras escenas. Nos unimos mucho también porque ambos tenemos hijos. En ese momento él tenía solo uno, ahora tiene dos, y hablábamos sobre eso. Fue una época deliciosa, además, porque habían llegado a Miami los premios MTV y terminamos yendo juntos a las fiestas donde conocí a Beyoncé, Puff Daddy, Will Smith, y todos igual que Colin: muy sencillos. 
Hay un detalle que me mató de él y es que, en el tiempo que salimos, siempre lo vi usando las mismas botas, desgastadas, unos jeans ráidos, manejando una Bronco del 76 con sillas rotas tapadas por mantas mexicanas. Su sencillez era increíble. Me sorprendí todavía más cuando conocí su casa en Malibú. Divina, completamente desocupada; 4000 metros cuadrados adornados solo con un colchón en la sala con vista al mar. Él vive en Los Ángeles para estar cerca de su hijo, pero sus últimas producciones las ha rodado en Europa, entonces se la pasa de lugar en lugar. Además de todo es superromántico. Cuando terminamos de grabar la película, se fue para Europa y seguimos en contacto. Cuando fui a Los Ángeles a radicarme, él se enteró y me buscó. Mandó a cerrar un restaurante solo para los dos, y tenía todo preparado para mí. Cuando llegué, me senté y enseguida empezaron a servirnos. Lo había planeado todo para mí. 
Así fue también cuando me devolví a Miami a hacer otra producción. Allá llegó y reservó una vez más un restaurante superalejado de todo. Para que la prensa no se diera cuenta cuándo entrábamos juntos a eventos, yo llegaba con la hermana como si fuera su amiga y él lo hacía con su hermano. Colin es de muy pocos amigos, es muy desconfiado. Es un hombre muy familiar. Se la pasa con sus dos hermanas y su hermano, sus papás viven en Irlanda. Para los premios Óscar de hace tres años me dijo que fuera con él, e hicimos lo mismo: entramos por separado. Justo antes de ir a la fiesta de la ceremonia paramos en un Burger King. Así es él, de impulsos. Otros aliados que teníamos eran nuestros mánager. Sobre todo el de él, quien cuadraba todo con el mío por si los medios se enteraban de nuestra relación. Como los paparazzi sabían que Colin iba y venía, lo tenían siempre ubicado, entonces su mánager les decía que se iba a comer a un restaurante cuando en realidad nos cuadraba otro completamente alejado de ese. Le dije que me sentía ridícula porque yo no soy así, era rarísimo. Además porque mi carrera como actriz estaba despegando, y no quería que me relacionaran con la actuación porque salía con Colin Farrell. 
Después de casi un año con él, de idas y venidas, todavía nos seguimos hablando. Me llama entre dos y tres veces al año, y siempre me pide que le mande un cartón de Pielroja. Conocerlo fue un sueño hecho realidad, y pude ver cómo eran las “celebridades” hollywoodenses. Hoy puedo decir que la mayoría son personas muy sencillas, también con sus rollos como cualquiera. Le llevan años luz a la farándula colombiana, que es cien veces más complicada.
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