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Testimonios

Las caleñas son como las flores

Por: JUNE

June, excolumnista de SoHo, contesta por medio de esta carta a la diatriba “Contra las caleñas” publicada en la edición #4 de SoHo Mujeres.

Me había retirado de las pistas de la escritura, claro, Franceska está más buena y da la cara, el culo y muestra las tetas, qué delicia. Ésta vez tengo un motivo, pues muchas de mis amigas caleñas se llenaron de motivos, me dijeron que le diera voz a June de nuevo y que habría de ser June quién le contestará a Andrea Díaz.

Hay escritos, artículos y libelos. Hay sambenitos, alabanzas y difamaciones. Hay cosas que incomodan. La superficialidad, la bobada, la trivialidad. El lugar común es el lugar al cual nunca se debe regresar. También hay por supuesto, gente con talento para la sátira y gente sencillamente mediocre.

Qué pesar, habiendo tanto de dónde agarrar para hacer una crítica a las caleñas, la niña Andrea Díaz que viene “no sólo de un departamento” como lo es Cali, sino de la capital, cae en el lugar común, y ay qué pecaiiito, en la bobada. Démosle una manito a la amiguita. Yo te voy a decir, lo que dijeron los Latin Brothers. Que las Caleñas, son como las flores.

Ha visto usted a Margarita Rosa de Francisco embutida en unos jeans symbol jartando lulada, diciendo a su paso: ¿ay ve, oístes ese tema? ¿Ha estado usted enterada de la realidad musical de éste país por los últimos treinta años? Las caleñas no solamente se saben las cuatro canciones que usted dice, se saben las cuatrocientas que a ésta ciudad le han cantado. Por algo será…

Seguramente ignora estas realidades mientras me la figuro cantando a grito herido, Te mando flores, con sus diesel denim y su culo chupado. Dios te perdone por no saber quién es el Maestro Jairo Varela.

La música es sin duda el orgullo de Cali. La cultura del baile, el respeto hacía la mujer en la pista es algo preciado, desde la tienda con pickup más esquinera hasta Changó. Eso es algo que no se ve por acá, todo es a empellones, desde el Rancho de Jairo hasta Andrés Carne de Res.

Las afortunadas que las cobija ese cielo de tambores, saben que Cali es la sucursal del cielo. Que se respira calor, se vibra con la salsa, que las cinco de la tarde es la mejor hora para recibir la brisa que les llega del pacífico y hace que los guayacanes se muevan y en un despliegue de color, inunden las calles de naranja, amarillo o rosa. También saben que durante los últimas décadas ha habido sangre, traquetos, perras, caletas, y drogas para tirar hasta el techo. Pero bueno, eso es lo que hay en esta bella tierra tan exuberante que llamamos Colombia. De todo hay, como en botica. Sobretodo innúmeros afiches con la cara de Carolina Cruz adornando las calles, cual si fuera el divino rostro.

Probablemente a las herederas de Jovita Feijó les sobra candela, sensualidad, lubricidad y sabor. Sin duda las caleñas vibran a otro ritmo. Llevan en la sangre el tambor y sus labios, son de azúcar, melao e caña y guaguancó. 

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