Testimonios

Por poco termino de cantante de rancheras

Por: Vicky Dávila

Colgué el teléfono y no lo niego: me sentí triste. Yo, que durante años había soñado con ser cantante, veía cómo se cerraba la última puerta que había tocado para ser una artista famosa.

Al otro lado del teléfono, alguien me decía: ”No, ya escogimos a una niña para el proyecto”. Era el proyecto que luego le dio vida a Marbelle. Yo me había preparado, había ido a un estudio, había cantado Collar de perlas finas. Sin duda, Mauren (a la postre conocida como Marbelle) lo hizo mejor que yo. Y yo lo hacía mejor como periodista. Entonces trabajaba como reportera en QAP y estaba por los 22 años. Y ahí llegó el “chiripazo” de mi vida.

Recuerdo claramente que estaba en la sede de la Policía en el CAN, alistándome para una rueda de prensa del general Serrano sobre uno de esos operativos fantásticos que realizaba contra el narcotráfico desde el Bloque de Búsqueda. Un “timbronazo” del teléfono puso mi vida al borde de la fama. Contesté y mi cara fue de sorpresa: me informaban de una selección para un proyecto musical a gran escala. Mis recuerdos viajaron a Buga, hacia el pueblo con los tiples y las guitarras. Me vi de niña con vestido de boleros, micrófono en mano, cantando algún bambuco. ¿Cómo? —dije—, ¿qué hay que hacer? Me dieron el contacto y no esperé: llamé mientras salía a empujones de la atestada rueda de prensa del general. En medio del bullicio, alcancé a oír que se trataba de una convocatoria de Sonolux. Tomé datos y no dejé de pensar en que esa era mi oportunidad. Me veía resolviendo la dicotomía: se me abría el sueño de ser cantante, pero ya era reportera en el noticiero más importante de Colombia en ese momento: ¿qué sería de mí?

Llegó el sábado, que era el día de la audición. Sentí frío en el pecho. Pensaba y pensaba que esa oportunidad iba a ser mía y solo mía. Me alisté, salí sin desayunar, no me pasaba ni un trago de agua. Estaba nerviosa. Cogí un taxi y le pedí la bendición a mi mamá, quien estaba pegada del Señor de Los Milagros: ella también soñaba con ver a su hija convertida en una especie de Shakira o algo así: al menos una Paloma San Basilio.

Me bajé del taxi y, sudando frío, entré a Sonolux. Allí estaban los maestros que buscaban talentos. El estudio era espectacular: una consola inmensa, como de película. El micrófono era como el que usaban las actrices en los años cuarenta en las cintas. Se llegó el momento. Me hicieron pasar. La canción que me asignaron fue Traicionera, tema que yo había conocido en la voz de Alci Acosta. La vi fácil, pese a que estaba salpicada de arreglos pop. Desde el otro lado del estudio, los “cazatalentos” me miraban inquisitivos. Luego me presentaron la canción que más tarde volvió famosa a Marbelle: Collar de perlas. Tenía la oportunidad de mi vida en las manos, pensaba. La oí, la repasé, me la aprendí y la canté. Repetimos algunas frases para dejarla grabada. Procuré inyectarle picardía. Antes de irme, me explicaron que el proyecto exigía que la intérprete anduviera en botas y minifalda, que exudara coquetería. Me miré: vi mi sastre, mi media velada, el pelo de blower, los labios pintaditos. Pero qué más daba: era la oportunidad de mi vida.

No volví a tener paz, me pegué de todos los santos. El Señor de Los Milagros de Buga no volvió a tener descanso. Estaba convencida de que me iban a llamar. Es lo que se llama tener fe. Cerraba los ojos y me veía en los escenarios, qué digo en los escenarios, en la televisión, con los bolsillos llenos y los trajes de luces que jamás pude comprar cuando cantaba en mi niñez e iba a todos los concursos habidos y por haber. Porque, aunque no lo crean, participé en muchos. Y gané varios.

Pero nunca llegó la llamada. Entonces, llamé para preguntar por mi suerte y me dijeron “No, ya escogimos a otra niña para el proyecto”. Ese fue mi chiripazo. Porque después de que colgué, y me puse a redactar una nota para la emisión de esa noche sobre el nuevo cartel del Norte del Valle, que incluía la primicia del nuevo organigrama, me di cuenta de que lo mío era el periodismo, que ese sería mi oficio, que Marbelle era mejor artista que yo y que me acababa de salvar de haberme casado con Royne. ¡Qué chiripazo!

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