Fotografía: Andrés Calderón

Testimonios

Cómo es... Estar capado

Por: Herber Fabiany

No solo el tamaño importa. También importa mucho si uno sufre de priapismo, de una capada, de una disfunción eréctil, de una circuncisión siendo ya mayor y hasta de un pene por encima de los 35cm.

Pasó el 8 de septiembre de 2008, cuando tenía 22 años. Yo pertenecía a la Dirección Antinarcóticos de la Policía y estaba en Antioquia. Estábamos en operaciones de erradicación manual, y en medio de un cultivo caí en un campo minado, con otros cuatro compañeros. Yo fui el que pisó el artefacto, y por eso fui el más afectado. La mayoría de la gente pierde el conocimiento, pero a mí me pasó lo contrario. Desde el principio supe todo lo que me había ocurrido. Perdí la pierna izquierda y ambos testículos. Ese día quedé traumatizado, pensé que iba a perder el pene, que me iba a morir. Pero lo tomé siempre con tranquilidad.

Alcancé a llegar a la clínica y estuve ocho días en cuidados intensivos. Cuando me desperté, me miré para confirmar lo que ya sabía que era la ausencia de mis órganos. Los partes médicos no eran muy específicos sobre la herida porque estaba muy delicada, solo me hacían lavados quirúrgicos. Pero de todas maneras para los hombres eso es muy duro. Duré dos meses hospitalizado y no tuve una erección en ese tiempo. A mí me daba pena preguntar eso, hasta que entró un doctor y le dije que desde el accidente hasta ese día no había tenido ninguna erección. El hombre se quedó pensando y me dijo "bueno, se tiene que ayudar, tiene que estimularse". Entonces ese día lo hice, con dolor y todo pero me sentí muy feliz. Aunque en ese momento yo no salía con nadie, lo cual fue más frustrante.

A los seis meses me recuperé por completo, aunque en ese tiempo no había producido ninguna hormona, entonces había un peligro de que no sintiera apetito sexual, que se me cayera el pelo, que me cambiara la voz. Volví a mi casa, con mi familia y amigos, pero con esos accidentes la vida cambia. Ese día fui a hacerme unos exámenes de chequeo, fue fatal. El urólogo me dijo que no iba a tener hijos nunca. Yo esperaba que el médico me dijera que se podían hacer tratamientos, pero no, fue radical. Lloré mucho, pero ya después de eso no lo volví a hacer. Empecé a mirar las cosas de otra forma. A los siete meses volví a tener relaciones sexuales. Al principio comencé con mi novia a hablar, pero no le dije nada por miedo, yo no sabía cómo afrontarlo. Cuando le comenté, ella lo escuchó, pero no hubo pudor ni discriminación, me dijo que debíamos seguir adelante. Hay personas que son fértiles y que no quieren tener hijos. Más me impacté yo al contárselo que ella. Quizá más adelante, cuando haya más estabilidad, pensaré en las posibilidades para tener hijos, de pronto un donante de mi familia. Pero por ahora estamos disfrutando el noviazgo.

Hoy solamente se ve una cicatriz pero no es grave. Se ve la ausencia de los testículos pero me he acostumbrado. Lo único es que debo tomar un suplemento hormonal, testosterona, de por vida. Me regula las relaciones, las características de hombre, el deseo sexual, el estado de ánimo. Cuando no las consumo me siento más bajo de nota. Ahora quiero estudiar en la universidad, el uniforme pasó a un segundo plano. He sido un ejemplo de superación personal, lo he afrontado gracias a mi novia. Los hombres creen que no hay buenas mujeres, yo alcancé a pensar que no iba a tener novia nunca, y la conseguí.

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