Testimonios

Titulé: Maremoto en Bolivia

Por: Yamid Amad

En realidad fue un sismo en Chile que terminó conmocionando al mundo entero con el titular de Yamid totalmente equívoco: Maremoto en Bolivia





Muchas veces, Daniel me había invitado a escribir en SoHo. Muchas veces, intenté hacerlo. Con pocas ganas, pero lo intenté. Esta vez acepté sin grandes dubitaciones, porque me gusta el tema. Y me gusta porque creo que los "osos" son el camino hacia el triunfo, hacia la conquista. El ridículo personal muchas veces es el precio que se debe pagar cuando se trata de conseguir algo valioso que requiere algún esfuerzo. Y la satisfacción es mucho más grata. Ojalá el camino de todos los periodistas estuviera colmado de "osos". Cada uno de ellos tonifica. Dan fuerza, dan vigor: bien se dice que hay que caerse para aprender a levantarse. Creo que si Aristóteles Onassis no hubiera corrido el riesgo de un "oso" así de grande al proponerle matrimonio a Jacqueline, no habría logrado lo que logró.

Muchísimos "osos" se pueden hallar en el camino de mi vida. Un día de junio de 1990, perseguí al entonces presidente electo de Colombia, César Gaviria, para obtener el primer reportaje con él. Lo ubiqué finalmente en el hotel Claridge de Londres. En el salón de té trataba de convencerlo. De pronto, me dijo: "Acepto después de que entreviste al rey Hussein de Jordania". Pensé que era una forma medio ridícula de negar el reportaje. "Pero, Presidente...", dije con sentido de imploración. "La tarea no es tan difícil. Mire: Ahí está". Y ciertamente, el mismísimo rey Hussein se hallaba en el fondo del salón, reunido con dos o tres personas más. No lo pensé. Me dirigí hacia su mesa. Me atajaron tres o cuatro guardaespaldas que no sé de dónde salieron. Les dije, en pésimo inglés, que yo era periodista colombiano y portador de un mensaje de familiares de la reina Noor, su esposa, que residían en Bogotá y que deseaba informar de ello al Rey. Wait!, con voz de fedayín, me gritaron, y regresé a la mesa de Gaviria. Quince o veinte minutos después se me acercó uno de los asistentes y algo me dijo en inglés. El presidente electo me tradujo: "Dijo que el Rey lo espera en su mesa". Le observé al nuevo mandatario que yo no hablaba inglés.

—Es su problema —me respondió.

Fui a la mesa del Rey, saludé con reverente inclinación, y le dije en inglés: Your majesty: I am from Colombia and I have a message for the Queen, from her family in my Country. No sé qué respondió. Y luego le dije: I am journalist. Can I ask one question? (Soy periodista. ¿Puedo hacerle una pregunta ?).

Yes, respondió. Alisté la cámara de televisión y pregunté: What do you think about the peace? (¿qué piensa sobre la paz ?) y demoró unos cinco minutos hablando, en lo que yo pensé, era su respuesta. Realmente lo que hacía era preguntarme a qué paz me refería. Decía (me enteré, por supuesto, después) que una era la az entre el norte y el sur; otra la paz en el Oriente Medio; otra, la paz entre el comunismo y el capitalismo; otra, la paz en Jordania, asediada por el desplazamiento palestino, y otra, la paz en países como el mío, Colombia, donde luchaban gobierno contra guerrilla. Y terminó su explicación sobre la precisión que deseaba con esta pregunta: To what peace are you reffering to, so I can answer your question? (¿A qué paz se está refieriendo y así le podré responder su pregunta ?).

Como no le había entendido absolutamente nada ni de su exposición, ni mucho menos de su pregunta, presumí que ya había terminado y le respondí Thank you, your Majesty (Gracias, su majestad), y corrí emocionado hacia la mesa en donde me esperaba el presidente electo, con la presunción de que lo había logrado.

—¿Qué le dijo?

— No tengo ni idea.

—Bueno, pero lo felicito, lo logró.

Cuando regresé a Bogotá, al realizar la traducción, ¡me saludó un oso de unas dimensiones! Logré, sin embargo, salvar las afirmaciones que el rey hizo sobre cada una de las guerras que en ese momento estremecían al mundo. Un buen oso, un testimonio real para la historia de los personajes del mundo que desfilaron por Caracol Televisión.

Y qué tal el que cometí el 2 de enero de 1974, cuando ocupaba la dirección de El Bogotano. El vespertino, ante su gran circulación, lanzaba dos ediciones. Una para provincia, que se cerraba muy temprano (siete de la mañana) y otra para Bogotá, cuyo cierre era a las diez de la mañana. A las seis de la mañana, llegó un informe urgente a través de las agencias de noticias: "Maremoto en Chile", fue el título de la primera edición. A dos líneas: "Maremoto", la primera; "en Chile", la segunda. En el sistema offset en el que se producía El Bogotano, los títulos no se escribían. Se elaboraba cada palabra en la tituladora y luego se proyectaba cada palabra en escala sobre la página, de suerte que ante los ojos del armador de primera página, solo había dos pedazos de cartulina negra. En foto mecánica, cada palabra del título se ampliaba al espacio correspondiente a la cartulina negra. Sobre las nueve de la mañana, las agencias de noticias aclararon que el sismo había ocurrido en Bolivia y no en Chile. Di la orden: "Cambien la segunda línea del título. En vez de "en Chile", escriban "en Bolivia". Olvidé completamente que la primera línea decía: "Maremoto". ¿Resultado? ¡Histórico! "Maremoto en Bolivia". Para la historia de los grandes osos de mi vida. Moraleja: La tecnología no puede eliminar la concentración. Y, conclusión, todo "oso" (me refiero, claro está a los profesionales) es bueno, por su sentido formador y constructivo. Si se les ocurre una segunda edición sobre "osos" de carácter muy personal, tengo algunos que contar. Esos no son ni formadores ni constructivos. Son de esos donde uno desea que, ciertamente, aparezca un oso de verdad y lo devore.

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