Los
tenía un poco olvidados pero es que he tenido mucho trabajo y Semana
Santa no es la excepción. Es más, mañana viajo a Cartagena con un
cliente que me invita hasta el sábado a su casa en la ciudad vieja. Ya
una vez lo había hecho, es un ejecutivo de aquí de Bogotá, joven, se
porta muy bien conmigo, multimillonario, y con él no solo tengo sexo
sino que también me invita a comer rico y a veces me regala muy buena
ropa. Modestia aparte, me puedo juntar con cualquier persona y no lo
voy a hacer quedar mal ante la gente. Aunque a veces tomo trago, no soy
de las que se emborracha y se queda dormida en las mesas, y creo tener
buenos modales. Algo sé de inglés y siempre trato de estar informada.
Como ya han podido notar, también he pasado por una universidad y todo
eso hace que los clientes se sientan bien conmigo. No me gusta
vestirme, en estos casos, como una verdadera prepago. Eso que ustedes
ven en las whiskerías o en los putiaderos como también les dicen, eso
de mujeres con culifaldas, botas negras, o prácticamente con un top que
les cubre las tetas, no es mi forma de vestir. Solo cuando ya estoy en
la cama, pero jamás me verán en la calle vestida como una puta. Más de
una vez habré rumbeado con ustedes en el mismo lugar, al lado de
universitarios, etc, y nunca se hubieran imaginado en lo que trabajo.
Por eso, muchos clientes me invitan a viajes y a fincas y con otros
amigos de ellos. Ya cuando quieren que me vuelva una puta, pues me
vuelvo una puta, pero generalmente es en la intimidad. Como verán y
sospecharán, me voy a ganar muy buena plata estos días y es obvio: un
tipo me quiere para él todo este fin de semana largoooo!! Ya dirán
ustedes que es tiempo de rezar y de no pecar. ¿Pero qué es pecar?
¿Acaso rezar el jueves y el viernes santo y la otra semana seguir
culiando como si nada? Ya les he dicho: antes de juzgarme mírense
ustedes mismos primero.
A propósito de Semana Santa, alguna vez –y no les miento ¿para qué
tendría que mentirles?- un hombre me citó en su apartamento y me dijo
sin ni siquiera sonrojarse que su fantasía era verme vestida de monja.
A mí me sorprendió semejante fantasía pues siempre me hacen vestirme de
enfermera o azafata o policía de tránsito pero ¿de monja? !Yo de dónde
iba sacar un traje de monja! Lo que es peor, es que el tipo tenía uno
guardado en su ropero, me lo dio, me dijo que fuera al baño a cambiarme
y cuando salí, peor fue la sorpresa cuando lo vi vestido de cura, con
sotana y todo. Estaba loco realmente. !Y yo vestida de monja pero con
ligueros negros por debajo! Lo curioso es que el tipo me decía
“Hermana” y me hablaba como tal y me decía que Dios nos iba a castigar
pero que a él no le importaba y cuando menos me di cuenta ya estaba
mamándoselo debajo de la sotana y luego ya, casi sin ropa, me tenía en
cuatro dándome por detrás, sin dejar de decirme “monja perra” o
“hermana vagabunda” y lo peor es que a la hora de venirse se comenzó a
pajear y eyaculó sobre el vestido de monja que ya estaba sobre el
tapete, insultando cada vez más.
Vaya una a saber qué trauma o qué fetiche tenía el tipo pero, así
vestido de cura, estaba feliz y se sentía el más macho de todos. Por
estos días me acordé de esa historia, porque yo seré muy puta pero los
hombres no son unos santos propiamente.