Ana María Escobar. Jefe de prensa del Inpec.
Ed.77
Ella es, literalmente, la modelo de La Modelo, aunque haya estudiado Comunicación Social y Periodismo en la Tadeo. Ana María, de 30 años recién cumplidos, nunca pensó que fuera a terminar trabajando en una cárcel, a pesar de que creció en ese ambiente al lado de su madre abogada penalista. Y como el que no quiere caldo se le dan dos tazas, la jefe de prensa del Inpec repitió la dosis por partida doble: en su primer ciclo trabajó dos años y medio para los 139 establecimientos penitenciarios del país. Cuando quiso cambiar de ambiente se fue durante un año a realizar la misma labor en la Superintendencia de Industria y Comercio, y fue ahí donde valoró lo que realmente la movía: ayudar a las personas que esperan una voz de aliento tras las rejas. Por eso, hace seis meses, regresó de nuevo a las cárceles, que para ella no son otra cosa que la realidad del país, de frente, todos los dìas en cuatro paredes. Un día normal empieza desde muy temprano, a las 5:30 a.m., para llegar una hora después a su trabajo, que se divide principalmente entre las labores propias de oficina y los constantes viajes que hace para grabar Reportajes de libertad, un programa institucional semanal que más que reflejar la realidad de las penitenciarías del país, lo que hace es convertirse en la voz de los internos para que puedan expresarse. También es la encargada de la imagen corporativa de la entidad, actualiza constantemente su página web y siempre se encuentra atendiendo a la prensa.
Aunque el documental que hizo Pirry sobre Garavito sirvió para encontrar más pruebas que lograran condenarlo nuevamente, nunca hubiera permitido su realización. Una de sus funciones es velar por la seguridad de todos los internos, y sabía que en el momento de hacerse pública su entrevista, muchas personas indignadas se sumarían en contra de él. Por eso le tocó decir no a una gran cantidad de medios que quisieron hacer lo mismo. Con los reclusos lleva una relación muy especial. Nunca averigua por qué están encarcelados para no prevenirse, y no está en contra de ellos; los ve como seres humanos necesitados. Cada vez que puede persuade a los ocasionales visitantes para que hagan cualquier tipo de donación en especie y, sobre todo, nunca les miente. Si ella promete algo, lo cumple. Lo dice con la certeza de saber que en las cárceles hay muchos inocentes, como cuando un interno fue condenado a 45 años por la violación y posterior asesinato de dos niños, aun cuando Garavito había confesado ser el autor del crimen. Como pudo movió los medios a su favor, y logró que lo excarcelaran. Por eso a ella la respetan mucho; a tal punto, que siente que podría entrar sin seguridad a cualquier patio reclusorio. Incluso, cuando algún interno sale en libertad, se rebusca su teléfono y la llama para decirle que por fin salió. Sus días más largos son aquellos en los que se queda hasta las 8:00 de la noche editando su programa. Si no queda muy cansada, se va a cine o a bailar. Su película favorita no es Fuga de Alcatraz ni su mejor libro es Papillon: prefiere El piano y los reportajes de Oriana Falacci. También nos confesó que ama perdidamente a SoHo por rescatar el género de la crónica, que lo veía tan perdido. Y nosotros también la amamos: no solamente por sus nobles intenciones, sino por su escultural cuerpo.