Mixealo Fest regresa en su segunda edición para explorar el tiempo, la memoria y el sabor desde el arte de mezclar.
En algún momento de los últimos años, la coctelería dejó de ser solo un oficio de barra para convertirse en una forma de arte, una manera sofisticada y emocional de narrar el mundo. Un cóctel, en su esencia, es más que una receta: es un relato corto servido en vaso, una experiencia multisensorial que activa la memoria, estimula los sentidos y refleja el pulso cultural de una época.
Hoy, quienes agitan, mezclan y sirven, no solo crean bebidas; interpretan estados de ánimo, diseñan momentos y transforman lo cotidiano en ritual.
La mixología contemporánea ha encontrado un lenguaje propio en ciudades que viven con intensidad el presente, y Bogotá es una de ellas. Aquí, donde la creatividad late fuerte, el interés por los sabores elaborados, la estética del servicio y las historias detrás de cada marca ha dado pie a una escena que crece y evoluciona con fuerza. En ese contexto, Mixealo Fest aparece como el escenario ideal para celebrar el arte de mezclar, no solo ingredientes, sino emociones, estilos de vida y recuerdos.
El 25 y 26 de julio, el Parque Museo del Chicó se transformará en una especie de cápsula del tiempo donde cada década tiene un espíritu, un sonido, una estética... y un cóctel. Desde el glamour imaginario de los años 30 con Hendrick’s hasta la vanguardia floral y luminosa de los 2020s con Patrón y St-Germain, Mixealo Fest 2025 propone una narrativa inmersiva donde el tiempo se saborea a sorbos. No se trata solo de beber: es una invitación a viajar. A sentirse parte de un club secreto de décadas, en el que el gin revive lo excéntrico, el ron baila al ritmo del Caribe ochentero, y el tequila nos devuelve a la irreverencia pop de los 90.
Cada estación es una escenografía viva, pensada al detalle, para estimular la nostalgia o despertar la curiosidad. Hay guiños a la contracultura, a la psicodelia, a los bares de autor, a los íconos del diseño gráfico, a las luces de neón y al hedonismo slow de nuestros días. El festival, más allá del trago, es un statement de estilo: la coctelería como experiencia total. Como memoria líquida.