Cuando el placer digital sustituye la conexión real, el cuerpo y el deseo empiezan a pagar la factura.
Por María Lucía Tarazona, Autora best-seller y Experta en Intimidad Consciente.
Vivimos en una era donde el acceso al placer parece ilimitado. Con un solo clic aparece un universo de imágenes y escenas diseñadas para estimular el deseo. Y, sin embargo, nunca antes tantos hombres se habían sentido tan desconectados de sí mismos, de su potencia y de la mujer que aman.
La pornografía se ha convertido en el maestro silencioso de tu sexualidad: enseña a consumir, no a conectar. Repite la misma lección: sexo rápido, sin alma, sin ternura, sin vínculo. Lo que al inicio parecía inofensivo —un video para liberar tensión, un escape secreto— termina cobrando un precio altísimo: el deseo se apaga, la erección falla, la intimidad se convierte en performance y, en lo profundo, aparece un vacío difícil de nombrar.
La neurociencia lo confirma: tu cerebro responde igual que el de un adicto a las drogas. Un estudio de la Universidad de Cambridge (2014) mostró que el sistema de recompensa se dispara con la misma intensidad que en la adicción a la cocaína. Cada video libera dopamina, la hormona del deseo y la anticipación. Con el tiempo, necesitas más estímulos para sentir lo mismo: escenas más fuertes, más extremas, más minutos de búsqueda. Y cuando llega el momento con una mujer real, la respuesta de tu cuerpo no es la misma: la excitación queda en la cabeza, pero no llega a la piel ni al corazón.
The Journal of Sexual Medicine documenta un fenómeno creciente: hombres jóvenes con disfunción eréctil inducida por pornografía. Lo que antes se atribuía al estrés o a la edad ahora ocurre incluso en caballeros saludables, incapaces de sostener una erección sin una pantalla.
En mi consulta, dos de cada diez hombres que llegan tienen este problema: dificultad para excitarse con una mujer real, erecciones débiles y sexo que se vuelve actuación. Ellos no han perdido el deseo, sino la conexión con su cuerpo y su energía sexual. La pornografía los condicionó a responder al estímulo visual rápido y mecánico, no a la presencia viva de la mujer frente a ellos.
Los hombres con esta problemática presentan:
Ella lo percibe: la frialdad en la mirada, el contacto mecánico, la penetración vacía. Se siente usada, desconectada y la intimidad se enfría.
La buena noticia: la vitalidad sexual se puede recuperar. Los caballeros que han logrado volver a sentirse plenos en la cama utilizan prácticas somáticas que involucran cuerpo, respiración y manejo de la energía sexual.
Claves que funcionan:
Los hombres que aplican estas prácticas logran que su cuerpo recuerde el placer vivo: la excitación fluye desde la raíz y el encuentro con la mujer se vuelve un acto de intimidad auténtica, no un guion mecánico. La confianza, el magnetismo y la potencia regresan de manera natural.
La pornografía promete placer rápido y entrega vacío. Apaga tu fuego masculino y convierte la intimidad en rutina. Pero la salida existe: reconectar con tu cuerpo y tu energía sexual es la puerta de regreso a la potencia, la pasión y la intimidad auténtica.
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