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28 de agosto de 2017

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Así es vivir en un matrimonio abierto

Carolina Ribón es el nombre real de una mujer que aceptó contarle a SoHo por qué para ella y su marido las relaciones sexuales con otras personas no son actos de infidelidad si no son clandestinas. Este es su testimonio.

Por: Carolina Ribón
PARA NOSOTROS, EL POLIAMOR ES TENER NUESTRA RELACIÓN Y NUESTRA FAMILIA, SIN QUE ESO SEA UN IMPEDIMENTO PARA TENER OTRAS RELACIONES.

Tener un matrimonio abierto fue iniciativa mía. Lo propuse a los tres años de casada porque pensaba que mi esposo y yo nunca nos habíamos detenido a pensar qué tipo de relación queríamos; la vida en pareja simplemente se nos había ido dando: quedé embarazada en 2014, a los 26 años, y ahí mismo nos casamos y nos fuimos a vivir juntos. Aparte de eso, nunca me ha llamado la atención seguir las convenciones sociales porque sí, no me parece que la vida funcione así no más. Tampoco me convence lo que veo en mi familia, en mis amigos, en la gente cercana: es muy común poner los cachos, hacerlo todo bajo cuerda, sin que el otro se entere… y nosotros sabíamos que no íbamos a estar exentos de eso. Por eso, en últimas, tomamos la decisión. (Una aplicación que lo obliga a tener una cita)

Apenas mi hijo cumplió 3 años, nos sentamos a hablar sobre qué tipo de pareja pretendíamos ser. Leímos sobre el amor visto desde diferentes perspectivas y vimos películas en las que hablaban de nuevas tendencias, hasta que una prima mía me habló sobre el poliamor, y lo que me contó hizo un clic inmediato en mí. ¿Que qué es el poliamor? Para nosotros, es tener nuestra relación y nuestra familia sin que eso sea impedimento para tener otras relaciones. Me explico: si nos gusta alguien, podemos coquetear con esa persona, incluso salir con ella, pero sin romper nuestra relación. La clave está en hacerlo todo de frente, nada se esconde.

Antes de empezar a practicar el poliamor, lo primero que hicimos fue poner unas reglas claras. La primera, que no podíamos tener una relación con un exnovio o una pareja del pasado, tenía que ser alguien nuevo. La segunda, que no nos teníamos que contar nada, a menos que el otro preguntara —es decir, si yo intuyo que está pasando algo, tengo derecho a preguntar y a recibir una respuesta sincera, pero antes puedo no enterarme—. La tercera, que esa persona nunca puede llegar a conocer a nuestro hijo; una cosa es lo que somos como pareja y como familia, y otra cosa es nuestro acuerdo: tratamos de no tocar nunca lo que hemos construido como familia, pues amamos lo que somos y lo queremos mantener.

Con el tiempo creamos una regla extra: si la relación pasa a un nivel sexual, tenemos que hablarlo. Además, la otra persona tiene que aprobarlo, porque ya ahí nos estamos metiendo con energías que indudablemente van a entrar a nuestra casa, a nuestra cama. Pero acá es mejor aclarar algo: un matrimonio abierto no necesariamente es tener sexo con alguien más; es todo lo que en tu imaginario sea una relación amorosa: desde coquetear con alguien por WhatsApp, salir a comer o irse de viaje juntos, hasta tener un novio al mismo tiempo que tengo a mi esposo.

Claro que no es para nada fácil cuando te enteras de que tu pareja empieza otra relación. La teoría es sencilla, quieres que todo fluya porque estás pensando en la libertad de ambos, pero en el momento de la verdad, es durísimo. No sé si es un golpe al ego o al corazón, pero lo sientes. (Reglas de oro para triunfar en una relación abierta)

De hecho, me pasó hace unas semanas. Sentí que él tenía otra relación, le pregunté y lo aceptó. Así que empecé a gritar como una loca, y él me decía: “Habíamos llegado a un acuerdo, a ti también te pasó y sobrevivimos. Seguimos juntos a pesar de que tú hayas tenido una relación con otra persona. Ahora me pasó a mí, no lo busqué, entiéndelo”. Y así es. Debo entenderlo. Lo habíamos hablado y pasó de la teoría a la realidad.

Llevamos en estas desde diciembre del año pasado, y siempre que confesamos lo que el otro no quiere oír, hay tensión, necesitamos unos días para volver a la calma, nos distanciamos. Lo que pasa es que los dos tenemos el peso de todo lo que nos han enseñado desde niños que es una relación, y entonces empezamos a comparar, pero estamos convencidos de que con el tiempo cada vez va a ser más fácil, será cuestión de costumbre. Finalmente, es lo que estamos buscando y trabajaremos para conseguirlo, así el camino sea complicado.

No solemos socializarlo mucho. Cuando cuentas que tienes un matrimonio abierto, la gente lo ve como un tabú, como un experimento, y no como una decisión tomada. Tenemos un montón de amigos casados y con hijos que no comparten nuestro ideal de relación; todos dicen que estarán con su pareja hasta que ya no aguanten más. Nosotros, por otro lado, queremos alargar la posibilidad de estar juntos, así implique tener relaciones con otras personas, porque los tres nos sentimos muy bien como familia y los dos, como pareja. Pero uno nunca está exento de prejuicios.

Hace unos días le conté a mi papá. Él, que viene de una familia muy conservadora y tradicional, se sorprendió muchísimo con la noticia, me dijo que para esa gracia era mejor separarnos. Mi mamá ya sabía, también la de mi esposo, y ellas lo han entendido mucho mejor. Creo que es una cuestión de machismo: los hombres no soportan que uno lo haga y menos, que lo proponga. (Amigos para tirar)

Al principio, mi esposo me dijo que yo iba a levantar sin problema, pero estaba convencido de que cuando él contara que estaba casado y tenía un hijo, nadie le iba a poner atención. Lo chistoso es que en este tiempo la experiencia nos ha demostrado todo lo contrario: los colombianos somos tan machistas en nuestra manera de pensar que yo tengo más problemas en entablar una relación, así diga abiertamente que tengo un acuerdo al respecto con mi esposo.

La primera vez que tuve una relación con otra persona, el tipo con el que salí sentía la necesidad constante de escribirle a mi esposo para pedirle perdón. Yo le explicaba que su relación era conmigo y que no tenía que pedirle perdón a nadie. Y cuando la persona que está coqueteando con mi esposo se enteró de que yo ya sabía, me llamó, me mandó mensajes, contactó a mis amigos, a mi hermano... pero la verdad es que nadie tiene que darnos explicaciones. Supongo que todos sienten la necesidad de sentirse perdonados, de justificar lo que están haciendo, y puede ser entendible, aunque no necesario.

Estamos abiertos a todo, incluso a que el poliamor no sea el camino. Puede que en una semana, un mes o un año alguno de los dos sienta que no quiere más. Y si eso pasa, podemos acabarlo y seguir en una relación monógama. La idea es asumirlo con la misma tranquilidad con la que asumimos la conversación sobre tener relaciones con otras personas.

Pero no sabemos qué va a pasar. Solo queremos ser consecuentes con lo que sentimos y seguir juntos mucho tiempo. Nuestro amor es incondicional. Hay, sin embargo, un sentimiento de apego muy difícil de superar. Pero creo que lo lograremos. Si todas las parejas lográramos sacar de la relación ese video de “yo te poseo a ti”, creo que sacaríamos nuestros sentimientos más positivos: se acabarían las mentiras, se acabarían los cachos, se acabaría la inseguridad; ya todo estaría hablado, nada te cogería por sorpresa, nada te lastimaría. Y, al final, esa es la idea. (¿Es posible amar y desear a dos mujeres al mismo tiempo?)

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