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10 de marzo de 2023

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Opinión: Resentimiento

Nuestro columnista Juan Moreno se mete en su papel de padre para reconocer algunas de las ‘rabiecitas’ que sienten muchos viejos por los jóvenes de ahora. Dice él que es envidia de la buena, si es que existe tal cosa.

Por: Soho.co
| Foto: Ingimage

¿Se acuerdan cuando decíamos que, de llegar a la edad adulta, no íbamos a ser tan “cantaletosos” como los viejos de aquel entonces? Pues creo, mis amores, que el tema nos está saliendo un poco mal, por si no se habían dado cuenta. Pocas generaciones tan criticonas como la nuestra, oiga.

Sí, esa que va entre los 40 y los cincuentaytantos años. Y nuestro blanco favorito, cómo no, son los jóvenes. Esos que parimos y que ahora estamos criando. ¿Ven la contradicción? Los estamos educando y corremos a criticarlos. Entonces, ¿de quién es la culpa?

Y es que a cada rato me llegan cadenas de Whatsapp o veo publicaciones en redes sociales en las que los de mi generación o las anteriores se jactan de la maravillosa vida que tuvimos cuando todo era más rudimentario y más frugal. Cuando no había tecnología, ni computadores ni celulares ni mucho menos internet o redes sociales.

Pero fueron precisamente los de mi generación, o las anteriores, quienes potenciaron todas esas cosas y las pusieron al servicio público del mundo entero. Y hoy las criticamos sin piedad porque los jóvenes se apropiaron de ellas y las manejan en su beneficio. Incluso, nosotros mismos lo hacemos para mandar las cadenas criticando. La culpa, entonces, no es de la flecha sino del indio.

Vivimos enrostrándoles que fuimos bendecidos porque nos la pasábamos montando en bicicleta sin casco, subidos en un carro sin cinturones y permanecíamos en la calle hasta la noche, tocando timbres para salir corriendo, nos metíamos a una quebrada sin medir los riesgos y tomábamos agua sin tratar. Esa es toda nuestra defensa.

Y uno nota entonces que se alimenta como cierto resentimiento y como una rabiecita frente a las experiencias que viven los chicos de estos tiempos. Nos choca su libertad, sus cuestionamientos frente a la vida y la manera de interpretarla. Nos molesta que sean tan frenteros y que todo lo pregunten. Y también les cuento que el que sean crueles, irrespetuosos, sin amor propio, pedantes, indelicados, ventajosos o sin personalidad, también es producto de la crianza que les dimos.

A mí me da envidia de la buena que puedan averiguar cualquier dato en milisegundos y en dos clics. A uno le tocaba ir a una biblioteca y rezar para que la información fuera actual. Que sean tan creativos y tengan a la mano tutoriales para hacer de todo, que tengan la iniciativa que tienen y que quieran ser tan independientes laboralmente. Que con un morral y un pasaporte roñoso en el bolsillo se recorran el mundo prácticamente echando dedo y sin afán, teniendo recuerdos instantáneos gracias a la tecnología. A uno, para viajar, le tocaba empeñar media vida y cada salida era como un viaje a la luna. Y el viaje tenía que tener un fin, no se podía hacer solo para conocer o para encontrarse consigo mismo. Eso era para vagos y marihuaneros.

Los pelados de hoy, al igual que nosotros, no vienen educados genéticamente. Hay que formarlos e inculcarles valores todos los días. No hay que dejarle esa tarea al colegio, o al televisor (bueno, los que aun ven televisión) o a internet, o a los celulares, a los bienes materiales con los que los llenamos o a los amigos en cualquier lado del mundo.

Hombre, nuestra época fue buena, muy bonita y llena de momentos imborrables, pero la de hoy en día también tiene su mérito y sus enormes ventajas. El que para los chicos sea buena o mala ya depende de la orientación y el acompañamiento. Nuestros padres no nos dejaron crecer como el orégano en el monte. ¿Entonces por qué nosotros sí a nuestros hijos?

Somos una generación que escuchó a sus padres. Hoy en día, nosotros somos esos padres. Nos llegó el momento, por si no habíamos caído en cuenta.

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