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4 de agosto de 2022

#DíasDePola

“Es mejor fabricar cerveza que echar tiros en el monte”: Manuel Bolívar, excombatiente de las Farc

Tres cervecerías artesanales son de firmantes del acuerdo de paz con las Farc, uno de ellos fue comandante en el bloque oriental. En este diálogo él destapa su historia de ahora entre botellas y no escapa a las controversias por las víctimas y el dinero.

Por: Ricardo González Duque
La sede de la cervecería de los excombatientes en Teusaquillo fue noticia a comienzo de año porque allí fue encontrado un explosivo, que fue desactivado.
La sede de la cervecería de los excombatientes en Teusaquillo fue noticia a comienzo de año porque allí fue encontrado un explosivo, que fue desactivado. | Foto: Foto: Casa Alternativa

En un campamento de las Farc en medio de la selva del Caquetá un zumbido en el aire no es un zancudo, es nada menos que la certeza de un bombardeo de uno de los 24 aviones Kfir, de fabricación israelí, que tiene la Fuerza Aérea Colombiana y que hace un ruido inconfundible. Pronto empezarán a caer los explosivos. Son algo más de las 8 de una noche de 2012 y el guerrillero Manuel Bolívar acaba de entregar su guardia a una compañera a la que le grita que deben meterse a las trincheras, corre hasta su cama y le dice lo mismo a William, el compañero con el que duerme.

-Manuel, nos van a matar – le dice William desesperado.

-Nooo, hombre, tranquilo. Fresco que no va a pasar nada – responde Bolívar con una mentira, pues en su mente está seguro de que esa noche es la de su muerte. Mientras termina de decirlo se siente el cuarto bombazo, aún más cerca de ellos, y empieza a caerles tierra encima, a taparlos, por culpa de los impactos. Como si el entierro fuera a llegarles de una vez.

De repente, la dirección de las bombas que era de una línea recta y directa hacia ellos, da un giro para formar una L y así, en teoría, bombardear todo el campamento. Ese no fue el día de su muerte.

***

“Uno tenía la muerte al lado, era su compañera más fiel, iba caminando con uno y a veces estaba más delante”, metaforiza Bolívar diez años después, ahora sí de verdad tranquilo en la selva de cemento que es Bogotá, un cliché para contrastar con la manigua en la que estuvo desde 2003. Ahora, con 45 años, habla sentado desde Casa Alternativa, el lugar donde tiene su emprendimiento y en el que vende la cerveza artesanal que me sirve antes de comenzar a conversar. La ‘pola de la paz’ que empiezo a probar la empezó a producir hace apenas algunos meses.

Cervecería Alternativa es una de las tres artesanales creadas por firmantes del acuerdo de paz de La Habana, un “proyecto productivo de reincorporación” como lo llama Manuel, que lo inició junto a su pareja Johana Posada, una mujer a quien no conoció en la guerrilla pero sí en el partido político en el que mutaron las extintas Farc. “Iniciamos con una cervecería en nuestro apartamento, una pequeña producción que empezamos vendiendo a amigos y en redes sociales, la guardábamos en un cuarto que teníamos desocupado”, recuerda.

La Casa Alternativa es un restaurante bar donde el ex Farc Manuel Bolívar ofrece su cerveza, pero también alberga eventos culturales y políticos.
La Casa Alternativa es un restaurante bar donde el ex Farc Manuel Bolívar ofrece su cerveza, pero también alberga eventos culturales y políticos. | Foto: Foto: Casa Alternativa

Fue un día de diciembre de 2019 que Manuel le propuso a Johana que montaran una empresa y según él mismo cuenta, con algo de poesía, ella se dejó enamorar de esas palabras. La inversión inicial fue de siete millones de pesos, seis de los cuales los aportó Bolívar de lo que él cuenta eran sus ahorros y para aclarar que no es dinero de sus años en la guerrilla ni de caletas o narcotráfico, explica que fueron recursos que le llegaron del Estado colombiano y después trabajando como jefe de prensa del partido Comunes.

Entretanto, la inspiración para decidirse a producir ‘pola’ fue una feria de emprendimientos que tenían los excombatientes de las Farc como parte de una serie de actos que hicieron para llamar la atención por el asesinato de sus compañeros después de la firma del acuerdo. Allá se vendían maletas, ropa, miel y por supuesto ‘pola’ que fue el producto que más le interesó emular. Para entonces ya había dos cervezas farianas: La Roja y La Trocha.

Bolívar asumió la dirección de su nuevo proyecto con la experiencia poco convencional que tenía para ese momento. “Cuando uno está en la guerrilla aprende habilidades para gerenciar, uno es cocinero, es economista, ejerce el mando, administra recursos y bienes. Eso en esencia es administración, aunque sea empírica”, una descripción que da con algo de romanticismo, pero que puede no parecerlo cuando se recuerda que todo ese esfuerzo estaba destinado para la guerra que libraban contra el Estado, lo que en el camino implicó muertes, extorsiones o secuestros.

Alejados de ese mundo, Manuel y Johana están produciendo y vendiendo dos cervezas, una que él define fácil como la combinación perfecta entre la roja y la negra de Club Colombia y otra que es la de limón, que tiene una historia más de paz que de guerra.

Ocurrió en Manaure, departamento de Cesar, donde Bolívar coordinaba la inauguración de las llamadas ‘emisoras de la paz’, uno de los puntos de lo firmado en La Habana. Allí, mientras esperaba el evento a más de 30 grados centígrados, una cerveza cayó muy bien en una tienda de esquina; la ‘pola’ rubia se la michelaron además de limón con mango y pimienta y le supo a gloria. “Ahí le dije a Johana que hiciéramos una cerveza sabor a limón y de inmediato le gustó la idea. El maestro cervecero Wally Broderick nos dijo que cómo íbamos a hacer una cerveza de limón, pero le insistimos”.

La sede de la cervecería de los excombatientes en Teusaquillo fue noticia a comienzo de año porque allí fue encontrado un explosivo, que fue desactivado.
La sede de la cervecería de los excombatientes en Teusaquillo fue noticia a comienzo de año porque allí fue encontrado un explosivo, que fue desactivado. | Foto: Foto: Casa Alternativa

Las etiquetas que van pegadas a la botella tienen una estrella que acompaña la letra A de Alternativa, símbolo que representó al Che Guevara, el partido de Chávez en Venezuela y otros distintivos socialistas si se quiere. “Yo hago política también”, admite este hombre de Tabio, Cundinamarca que esconde su calvicie con una gorra también con la estrella estampada. “Acá le mostramos a la gente que es mejor hacer esto que echar tiros en el monte 15 o 20 años alejado de la familia”, agrega.

La alusión a la separación de su familia lo transporta de inmediato al 26 de agosto de 2001. Mientras el país salía de la euforia del único título de Copa América del equipo fútbol y el proceso de paz de Andrés Pastrana con las Farc naufragaba, él aceptaba irse para el monte a combatir.

La fecha es indeleble en su mente, tanto así que recuerda que el ofrecimiento se lo hizo un compañero que lo abordó con mucho misterio en la Plaza Francisco de Paula Santander de la Universidad Nacional, conocida popularmente como la Plaza; desde allí lo llevó a un lugar alejado cuando salió de un parcial de Sociología. Aunque hubo muchos rodeos de su interlocutor para hacerle la propuesta, cuando la escuchó aceptó de inmediato y desde ese momento dejó de llamarse Omar Navarro para estar en la clandestinidad de la guerrilla. Eso le implicó desaparecerse de la biblioteca, los amigos y mucho más doloroso aún, de toda su familia.

Manuel Bolívar y Johana Posada son los creadores de la Cervecería Alternativa.
Manuel Bolívar y Johana Posada son los creadores de la Cervecería Alternativa. | Foto: Foto: Casa Alternativa

Por cuenta de eso, Manuel se atreve a lanzar una posición que es provocadora y controversial, pues a pesar de haber estado en armas también se incluye como víctima del conflicto armado. Tomo un sorbo de su cerveza de limón para escucharlo: “Tuve que meterme en una selva por 15 años para que no me mataran por pensar diferente”, afirma y también incluye en la categoría de víctimas a todos los ciudadanos sin distingo alguno porque no puede reconocer con nombre propio a un solo soldado muerto en un enfrentamiento por cuenta de la misma dinámica anónima que tiene un combate en medio de la guerra. “Eso no quiere decir que no haya personas con cara y rostro a las que haya que pedirles perdón. Nosotros sí secuestramos, sí fracturamos familias, sí hicimos daño, a esas personas hay que pedirles perdón”, enfatiza.

Después de servirme en el vaso el último cuncho de cerveza que me queda y mientras en su restaurante-bar suena una canción de Maná, hablamos del pasado y del futuro. En 2012, hace ya 10 años o hace apenas 10 años, dependiendo como usted lo quiera ver, pasaron muchas cosas: sobrevivió al bombardeo, murió su mamá creyendo que él era un desaparecido o un muerto más de la guerra y empezó el proceso de paz del gobierno Santos. Eso último es lo que le permite hablar una década hacia adelante.

“En la selva solo podía pensar en el turno que me iba a tocar en la noche o por mucho qué desayuno habría al día siguiente, pero no más. Que uno piense ‘qué voy a hacer en unos meses o en unos años’, no pasaba”, cuenta Bolívar que por supuesto no se imaginaba estar convertido una década después en un emprendedor cervecero. “Nosotros no tenemos ese pensamiento de largo plazo hasta que llega el proceso de paz, esa fue otra cosa que nos tocó volver a aprender, a planificar la vida más allá de una noche”.

Y el plan para los próximos 10 años está pensado por supuesto en cerveza y no en balas: tiene claro que quiere tener para ese momento 2 o 3 casas alternativas más para vender ‘pola’ mezclada con cultura. Por lo menos Manuel ya logró cambiar en su mente el zumbido del avión de la FAC por el placentero sonido de una ‘pola’ cuando se destapa.

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