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Como lo vio en televisión

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Si nunca se le ha pasado por la cabeza poner un televisor en la sala de su casa porque le parece de mal gusto, olvídese de los prejuicios y sintonícese con la obra de Carlos Gómez.

Título: Julia Técnica: óleo sobre lámina Dimensión: 120 x 100 cm Año: 2003

Título: Claire Técnica: óleo sobre lámina Dimensión: 100 x 80 cm Año: 2003

Título: De la serie Venus Técnica: óleo sobre lienzo Año: 2003

Lobísimo tener el televisor en la sala, sí. Pero si se trata de un cuadro de Carlos Gómez, usted está en la jugada. Promete mucho su propuesta futurista de darle un toque mediático, a partir de la fotografía, al retrato al óleo. Gómez siempre comienza sus obras con una superficie negra de poliuretano, es decir una lámina de plástico que no evidencia ningún tipo de estructura, como sí lo hacen la madera y el lienzo. Y el hecho de que empiece desde el negro hace que cada pincelada le añada luz a la imagen, logrando así una luminosidad especial en sus obras, que son simulaciones de una pantalla de televisión a través de los tres colores usados en los aparatos convencionales, es decir, el popular RGB (red, green & blue). Gómez marca aquí una diferencia con otros artistas que manejan los tres colores primarios: amarillo azul y rojo. Todo el trabajo es al óleo y eso es lo impresionante porque Gómez logra imitar los efectos estereotípicos de la tecnología de punta y darle una mayor relevancia a los colores artificiales que produce la pantalla a partir de mezclas saturadas y alternaciones de colores complementarios hechos con procedimientos absolutamente manuales y métodos tecnológicamente muy pobres (cintas adhesivas, enmascarados, procesos de lijado). Según el artista, representar una imagen mediática de una forma tan artesanal como la pintura es una manera de evidenciar irónicamente la forma en que los países tercermundistas se apropian de códigos culturales y foráneos y tratan de adaptarlos. Sus retratos al óleo son personajes de video juegos que solo existen tras la pantalla y que son básicamente información numérica organizada en forma de imagen. Lo que allí aparece ni siquiera es una representación (en el sentido de re/presentar: volver a presentar), sino una construcción visual realizada a partir de unos códigos estéticos siempre mutantes por el movimiento del mercado. Su carga psicológica o subjetiva es abiertamente ficticia y engañosa. Como dice Gómez: “Mucha gente piensa que la actividad pictórica consiste en una identificación a ultranza entre la apariencia de las obras y el ser profundo o posición ideológica del pintor”. En su obra sucede todo lo contrario: el artista pasa a un segundo plano y deja que sea el espectador el que interprete como quiera, demeritando así un poco ese carácter sublime que tradicionalmente acompaña a los temas del arte y que es tan aburrido. Ideas claras, frescas y, sobre todo, perfectas para colgar en la sala. Eso es lo que necesitamos del arte.

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