Es irresistible La red, casi un enema. Como el gordo glotón que soy, viéndolos frente al televisor me siento como si contemplara una iluminada y grasienta vitrina repleta de fritanga.
Better, ¡no se coma los mocos, no joda!, me gritaba Berenice, mi profesora de kínder en el colegio San Pedro Claver de la ciudad de Barranquilla. ¡Cochinillo!, me increpó Chito, mi adorable abusón, durante el recreo. Todos mis compañeritos me miraban de manera reprochable, la vergüenza se reflejaba en mis mejillas enrojecidas. Me sentía sucio y señalado, eso sí, para nada arrepentido, así que decidí manejar mi nueva adicción con mayor discreción y extraer mocos era mi secreto cuando me metía al baño del colegio o quedaba a solas en mi habitación. Sumado a esto tenía por aquellos años otro placercillo vergonzoso, casi escatológico, el cual consistía en meterme el dedo en el trasero y luego olfatearlo por breves segundos.
De eso hace ya 30 años, lo de los mocos fue superado, lo otro, muy rara veces lo hago, digamos que cuando ocurre es solo para rememorar al “chiquito Better”.
De adulto guardo una colección de culposos placeres, desde leer poesía erótica femenina colombiana, ponerme medias veladas debajo de los jeans y uno que se me ha convertido casi en una insana costumbre: ver el programa La red de Caracol Televisión.
Hace un tiempo escribí literalmente que La red era una exaltación a la mediocridad, una reunión de señoras chismosas a las que les vendría bien una sesión de electrochoques, una jaula de gallinas culecas y dopadas cacareando todas a la vez, un vomitivo. No he cambiado de parecer, pero me resulta irresistible no estar pegado al televisor todos los fines de semana a esperar que aparezcan esas cinco delicias del periodismo farandulero con sus lenguas lisonjeras, listas para enrollar y hacer migas a la actriz pasada de copas, a la leyenda de la pantalla chica que agoniza pegada a una sonda en un hogar de paso, al reguetonero analfabeto que no conoce la diferencia entre “ay” y “ahí” (referencia a J. Balvin) o la modelo Dj que raya los acetatos con sus uñas acrílicas.
Es irresistible La red, casi un enema. Como el gordo glotón que soy, viéndolos frente al televisor me siento como si contemplara una iluminada y grasienta vitrina repleta de fritanga.