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Karate kids cincuentones

Por: SoHo. Foto: Archivo particular

El clásico del cine ochentero regresa en formato de serie. "Cobra Kai" vuelve a enfrentar a Daniel San con Johnny Lawrence, ahora con arrugas, barrigas e hijos también karatecas.

En diciembre de 1984, después de saltar sobre un solo pie, Daniel LaRusso le pateó la cara a su rival y lo dejó noqueado sobre la lona para ganar la final del Torneo All Valley. Descrita así, la escena podría no significar mucho para un lector desprevenido. Pero todo cambia si mencionamos a Daniel San; su sensei, el señor Miyagi; la patada de la grulla y el título de la película que marcó a toda una generación ahora al borde de la obesidad y la calvicie: Karate Kid.

Treinta y cuatro años después del exitoso estreno de Columbia Pictures, la productora de contenidos originales de YouTube lanza la primera temporada de la serie Cobra Kai, un spin off de la película en la cual los mismos actores interpretan sus versiones entradas en años. Mientras Daniel San el huérfano morenito entrenado por un anciano japonés se ha convertido en un exitoso empresario que vende carros de lujo, Johnny Lawrence el niño rubio, rico y malcriado es ahora un cincuentón fracasado y alcohólico, que destapa cañerías de mansiones a la espera de una oportunidad.

Como un par de padres frustrados, los protagonistas intentan resolver sus asuntos pendientes a través de dos jóvenes que los han adoptado como maestros de karate: mientras Johnny entrena a su vecino, un latino maltratado en la escuela, Daniel le enseña a pelear a un gañán rubio de ojos claros, muy parecido a su rival de la adolescencia.

El entrenamiento, meditado e intenso, debe hacer que la batalla parezca un juego. “Golpea primero”, “Nunca renuncies”... Las enseñanzas de los maestros son transmitidas como lecciones de vida que solo revelan su utilidad para el karate en el momento de la pelea. Con guitarras metaleras de fondo, las escenas de combate superponen los giros y patadas de esta nueva generación con recuerdos de la película original en su cálido celuloide envejecido.

En los diez capítulos de esta primera temporada, la historia gira en torno a Johnny. Una cámara trepidante lo acompaña en el proceso de levantarse después de esa patada que lo mantuvo derribado durante más de tres décadas. Cobra Kai es el nombre del gimnasio donde aprendió a pelear y que ahora vuelve a abrir con las uñas para intentar redimirse. La primera manera de pagar su karma de bully venido a menos es tener que entrenar al mismo tipo de perdedores a los que solía matonear en la escuela.

Los caminos de Johnny Lawrence y Daniel San vuelven a encontrarse 34 años después del inicio de la saga.

La eterna rivalidad entre nerds y populares toma matices distintos a la luz de cada época. La competitiva generación X, encarnada en los viejos protagonistas, contrasta profundamente con sus discípulos millennials: ñoños populares y raros cool para quienes ganar respeto no significa convertirse en machos alfa.

No faltan jugosas dosis de acción, emocionantes peleas editadas con un ritmo mucho más frenético que el de hace treinta años y un poco de cursilería romántica de boyflick adolescente, con citas a la antigua y coqueteos en Instagram. Sin embargo, todo eso resulta más entretenido que dramático, se parece más a la reivindicación que a la venganza y toma distancia de la testosterona de Stallone, Van Damme y Chuck Norris.

Una historia que combina la intensidad del género de acción con las curvas emotivas y los tintes humorísticos de las comedias románticas es una fórmula segura para el formato de serie. Los 290 minutos de la primera temporada se escapan en una sola sentada, mientras unos personajes resuelven sus deudas pasadas y otros caminan por la frontera entre la infancia y la adultez aprendiendo de la vida a los golpes.

Daniel San regresa para encontrarse con su más grande rival.

En medio de la contemplación hipster de los jugueticos de la época (como el Atari, el Pontiac Firebird convertible o las canciones de Foreigner, Poison y REO Speedwagon), se filtra una luz de nostalgia. El punto más álgido llega en los muchos flashbacks con fragmentos de la película en los que aparece el señor Miyagi siguiendo los pasos de aquellos dos karatecas todavía imberbes. Los años, que parecen avanzar en espiral, no respetan el pasado y repiten las mismas escenas con distintos protagonistas.

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