Estilo de vida

¡Haga el favor y échese cremita!

Por: Margaria Posada / Ilustración: Mariana Rojas

¿Se cree muy macho porque no se echa ni siquiera una crema humectante para los codos de cocodrilo que tiene? Deje la bobada, que lo único que va a lograr al no cuidarse la piel es parecer un cavernícola. Si no nos cree a nosotros, que se lo diga una mujer que entiende del tema.

¡Qué piel tan suave!, les he oído repetir a muchos de mis novios o amantes de paso luego de que me recorren la mejilla con el revés de su mano, o hasta las piernas por debajo de la sábana. No es gratis, señores. Cierto que hay pieles de pieles, pero a ustedes también se les debería ocurrir que así como es agradable sentir una piel tersa al momento de tocar a una mujer, es realmente desagradable tener que restregarse con un hombre que parece de estropajo porque es demasiado machito como para echarse crema. A diablo con que no son metrosexuales. No se necesita serlo para tener el mínimo cuidado con la piel. (5 cosas que todo hombre debe cuidar si quiere levantar)

Un día le quise poner bloqueador en la cara a mi sobrino de 6 años. “Ven, que es por tu bien”, le dije, y luego de manotearme, me respondió: “Es mi cuerpo”. ¿De dónde creen que vino la reacción? De generaciones y generaciones masculinas taradas con el cuento de que echarse cremas es de niñas. Ya es hora de que dejen atrás semejante tontería y se cuiden el cuerpo por ‘su’ bien. ¡Y ni qué decir de la cara! 

Por la piel somos esclavos de las pasiones más animales. Son esos 2 metros cuadrados de nuestro cuerpo, esos 5 kilos que conforman el órgano más grande del ser humano, los que utilizan cada poro a su antojo y nos hacen juntarnos con unos como dos polos que se atraen, y rechazar a otros sin más razón que la que a ella, la piel, le venga en gana darnos. La piel decide quién va o no va, siempre dicta la sentencia final.

Hace que sus súbditos, los corpúsculos, nos estremezcan hasta sentir cómo cada uno de los poros se agudiza, a lo cual llamamos torpemente piel de gallina, por el pellejo de una gallina desplumada y muerta, cuando en realidad no existe un momento en que nos sintamos más vivos que cuando la piel se altera y casi grita por su cuenta. Así que póngannos la piel de gallina atenuando sus patas de gallina, dejen de pensar que las arrugas de las mujeres son un drama terrible y en cambio las de los hombres son sinónimo de sensualidad. (Los cuidados que todo pene necesita)

De caridad, ¡hagan el favor y échense cremita! No entiendo qué les cuesta una hidratante, alguna cosita que no nos haga sentir que tienen los codos de un elefante, las rodillas de un avestruz y las líneas de expresión de un shar pei. 

La piel es todo. Si no fuera porque cada uno de sus poros nos hace entrar en contacto con otra piel, hacer el amor sería un despropósito. Solo a través de la piel se pueden olvidar los límites del cuerpo y confundir las piernas de otro con las de uno, hasta ya no saber dónde termina un cuerpo y dónde comienza el otro. Pero si ustedes siguen en ese plan de no echarse nada es muy difícil que la piel se convierta en esa zona erógena que podría ser a cada milímetro. (Qué se siente ser... un ‘hombre de cristal’)

Si la memoria ha de estar en algún lugar, ese debe ser la piel. Jamás Krause, ni Pacini, ni Ruffini, ni Merkel, todos ellos grandes excursionistas de la piel, habrían podido explicarnos científicamente lo que significa sentir frío, calor o presión, y mucho menos lo que significa sentir que alguien nos toca sin haber vivido la experiencia con nuestro propio tacto, sin poder recordar que otra piel nos tocó. No nos obliguen a recordarlos como una lija. Ya sabemos que muchos hombres creen que todo entra por los ojos, pero créanme cuando les digo que todo entra, literalmente, por la piel: esa bestia salvaje que nos cubre y nos aboca sin remedio al placer y al dolor, y que no estaría de más que ustedes dejaran de ignorar.

Si se antojó de unas buenas cremas para la cara: SoHo le recomienda que busque las de marca Carezone, que son increíbles. las consigue en www.carezone.com.co. Métase de una, que hay desde bloqueadores y cremas reparadoras hasta aguas limpiadoras y aceites faciales. (¿Por qué los hombres se quedan calvos?)

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