¿Quién manda realmente en la casa? En esta ácida diatriba, una autora chilena mete el dedo en la llaga sobre el poder desmesurado que tienen los hijos y lo que representa para las madres... y los padres.
En un evento de lanzamiento en Ciudad de México lo presentaron jocosamente como “un libro que debería venderse en las farmacias junto al condón y la píldora”. En principio puede sonar exagerado. Sin embargo, al sacarlo del empaque, los tajantes argumentos, el rabioso humor y la ácida inteligencia van convirtiendo este ensayo en un disuasivo anticonceptivo literario.
Random House acaba de publicar una versión revisada y ampliada del controversial libro de la chilena Lina Meruane, que nació en 2010 como un artículo de la revista peruana Etiqueta Negra y que luego fue editado por Tumbona en 2014. Más allá de la anécdota editorial, los años que han pasado tras esos dos partos previos ayudaron a afinar esta tercera versión respondiendo a las más ponzoñosas críticas y sorteando los más enardecidos debates, protagonizados por fervientes partidarios a favor y en contra.
‘Contra’, esa dura palabra en la portada no deja lugar a medias tintas, mucho menos cuando aparece al lado de ‘hijos’, ese otro término que no admite oposición (y en años recientes tampoco nalgadas pedagógicas). Precisamente a eso se atreve la autora de este libro: a tocar lo intocable, a decir que los hijos pueden llegar a ser indeseables e insoportables; a enfrentar a las amigas que le advirtieron que se arrepentiría cuando ya no pudiera tenerlos, replicando con un cortante “no quise y no quiero”, y a releer a las mujeres que se atrevieron a decir “no” en momentos más desiguales de la historia y que defendieron el derecho de otras para elegir si querían o no hacerlo.
Aunque hace referencia lateralmente a la sobrepoblación y a la manera en que se han relajado los controles de natalidad en algunos países de Asia, esta diatriba no se planta contra la multiplicación desbordada de la humanidad, sino contra los miembros más jóvenes de la especie, cuestionando el culto alrededor de ellos y la tiranía que cada vez ejercen con mayor intensidad sobre sus madres. “¿Qué los transformó en clientes a los que hay que satisfacer con una multitud de regalos? ¿En ejecutores enanos de un imperativo de servicio doméstico que continúa más vivo y coleando que nunca?”, se pregunta la autora.
No es un secreto: los hijos reclaman atención y cuidados desmesurados. Sin embargo, en tiempos de hashtags inspiradores y movilizaciones masivas por causas en favor de la mujer, este terreno continúa revestido por tabúes políticamente correctos. La autora denuncia esa contradicción histórica llamando a sus contemporáneas “prisioneras de los hijos en tiempos de máxima libertad”, pero admite que el debate sigue abierto cuando otro autor se atreve a publicar un libro titulado Hija, duérmete de una puta vez y dos millones de padres identificados corren discretamente a las librerías a convertirlo en best seller.
Sí, además de las revolucionarias anónimas, de su madre —a quien la autora dedica estas páginas— y de escritoras como Virginia Woolf, Alejandra Pizarnik, Anaïs Nin, Carson McCullers, Elfriede Jelinek y Mary Wollstonecraft —quien murió durante el parto de su segundo hijo, mientras trabajaba en una versión corregida de su ensayo Vindicación de los derechos de la mujer (1792)—, este libro también tiene lugar para los hombres, para los padres.
Meruane, ganadora de los premios Anna Seghers y Sor Juana Inés de la Cruz, se refiere a estos hombres en dos grandes categorías: el padre-vuelto-hijo y el padre que decide hacerse cargo de la exacta mitad de todo. El primero es un Peter Pan, un mocoso voluntario que ve en la paternidad una licencia de inmadurez para ponerse a la par del hijo y acabar duplicando el esfuerzo de la madre. Respecto al segundo, la chilena habla con generosidad de esa responsabilidad compartida y, aunque reconoce que culturalmente no ha sido lo más frecuente, afirma que esos hombres empiezan a aparecer cada vez más, incluso en los hogares de la clase media latinoamericana.
Quizá uno de ellos es usted, o uno de aquellos padres secuaces de sus hijos, o uno de los que aún no lo son y prefieren llevar el libro a casa junto a los condones para hacerse algunas preguntas y no tener que responderlas todavía.