Testimonios

Qué se siente ser esquizofrénico

Por: Édgar Luciano Torrente

Un hombre de 26 años le contó a SoHo cómo es enfrentar la vida con esta enfermedad.

Tengo 26 años y la esquizofrenia me la diagnosticaron a los 21. Mi comportamiento antes creo que era normal, pero un día empecé a sentirme raro. Todo empezó en el colegio, en octavo grado. No me gustaba ir a estudiar porque sentía que se burlaban de mí, que me la querían montar, que me ponían apodos. Un día un compañero fue a hablar con mi mamá para decirle que estaba preocupado por mí, que no me metía con nadie en el colegio, que me la pasaba aislado. Una profesora también se acercó a ella para contarle que yo miraba raro a las personas y que le había llamado la atención que un día yo había llegado a clase con la camisa completamente mojada. (Qué se siente ser...paranoico)

Mi mamá me quería matricular para noveno grado, pero yo le dije que mejor me cambiara de colegio porque ya no soportaba en el que estaba y que no sabía qué podría pasar si seguía ahí. Para esa época era exageradamente ordenado con mis cosas, no me gustaba que nadie las tocara y las desordenara. Cambié de colegio y seguían pasando cosas por mi cabeza. Veía figuras raras en mis manos, no me gustaba bañarme, llevaba el uniforme mal puesto. Me sacaron del colegio y me metieron a terapia psiquiátrica. Yo le contaba al doctor lo que pasaba por mi cabeza y el trataba de hacerme ver que todo era mental, nada real.

En una época me sentí poseído por alguien. Había muñequitos que vivían en mi cabeza, me hablaban, me daban órdenes. Eso me desesperaba y me fue desgastando mental y físicamente, me fue destruyendo. Empecé a sentir que me entiesaba y me encogía, que mis huesos se descalcificaban y que el corazón se me expandía, como si me fuera a dar un infarto. A veces me arrodillaba y sentía que un corrientazo muy duro llegaba a mis pies. (Qué se siente ser...suicida)

Voy al psiquiatra una vez al mes para mis sesiones de 45 minutos, aunque a veces no voy porque no me dan ganas de salir de la casa. Me quedo acostado o sentado al borde de la cama. A veces me orino con la ropa encima, aunque ese problema ya puedo controlarlo casi siempre. Nunca he estado internado, siempre en mi casa al cuidado de mi madre. Mi relación con ella es buena, ella es una persona desesperada que se angustia y se preocupa por mí. Ella no sabe qué hacer conmigo, cómo tratarme, siempre le cuento eso al médico. Dice que me la paso sentado con la cabeza agachada y haciendo movimientos raros. Esos movimientos los hago porque creo que me ayudan para mejorarme y recuperarme en la parte física. Con mi papá también tengo una buena relación; él es malgeniado, pero yo como hijo lo comprendo.

En general nunca me ha gustado bañarme. De chiquito mi mamá me bañaba, pero al hacerme grande ya no podía hacerlo sin que yo aceptara. Siempre me baño sentado, ya sea en una silla en el patio de la casa, o en un baño, pero sobre el inodoro, porque no me gusta estar de pie en la ducha. Me tengo que tomar tres pastillas todos los días para mantener la esquizofrenia a raya. Me la paso en la casa caminando como un robot, según dicen, y cuando me siento de ánimo salgo a dar una vuelta por el barrio. Nadie me acompaña, me dejan ir solo a dar mis paseos. (Qué se siente ser... demente senil)

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