Hermosa joven con cuerpo de lencería de encaje negro acostada en la cama al amanecer y navegando por las redes sociales o las redes sociales en un portátil o portátil en línea. webcam | Foto: SEMANA

Opinión

El amor con un robot

Por: Redacción Soho

Un chatbot no te miente, no te traiciona, no te abandona… pero tampoco te hará crecer.

Por María Lucía Tarazona, Autora best-seller y Experta en Intimidad Consciente.

Vivimos un tiempo extraño: cada vez más personas buscan refugio en aplicaciones que responden como si fueran amantes. No juzgan, no contradicen, no se van. A simple vista, parece un sueño: compañía sin drama, cariño sin riesgo, conversación sin silencios incómodos. Pero hay un detalle que no podemos ignorar: lo que no incomoda, tampoco transforma. Y el amor, por definición, es una transformación.

El espejismo perfecto

Las cifras hablan solas:El 19 % de los adultos en EE. UU. ya ha coqueteado con un bot como si fuera pareja.

El 83 % de la Generación Z dice que podría enamorarse de uno.

Y un 80 % incluso lo considera opción de matrimonio.

¿A qué se debe este fenómeno? Porque un chatbot es el amante ideal de la fantasía: nunca se molesta, nunca reclama atención, siempre dice lo correcto. Pero el amor real es otra cosa. Amar es exponerse. Es abrir la puerta a que nos vean en lo más vulnerable. Y ningún algoritmo sabe qué hacer con eso.

Según empresarios del negocio de las Webcam en Cali, en la ciudad habrían alrededor de 200 estudios dedicados a esta actividad.

El precio de la comodidad

Creemos que hemos encontrado la fórmula perfecta: una compañía que no pide nada, no exige cambios y nos devuelve la ilusión de control. Pero detrás de esa calma artificial hay un costo alto: renunciar al crecimiento.

El amor humano duele porque nos enfrenta a nuestras sombras, nos rompe para rehacernos más grandes. Esa fricción incómoda es lo que nos hace evolucionar. Y si huimos de ella refugiándonos en una IA, lo que estamos evitando no es el conflicto… sino nuestra propia transformación.

Las consecuencias que nadie quiere ver

Ya hay estudios que lo demuestran: quienes sostienen vínculos profundos con chatbots terminan más solos, más dependientes, más vacíos. El espejismo de la compañía digital anestesia, pero no sana. Y en los casos más extremos, esa dependencia ha llevado a perder el sentido de la vida.

El peligro no está en la tecnología, sino en nuestra elección de refugiarnos en lo fácil, lo cómodo, lo que no duele. Y todos sabemos que lo que no duele, tampoco despierta.

Cómo volver a lo real

No necesitamos demonizar la IA, pero sí recuperar la brújula:

  • Distingue entre alivio y amor. Si tu “pareja” nunca te incomoda, lo que tienes es un espejo, no un vínculo.
  • Regresa al cuerpo. El calor de la piel, la respiración compartida, la mirada que estremece: eso no lo programa ningún algoritmo.
  • Atrévete a la incomodidad. Las conversaciones difíciles son el terreno donde florece lo verdadero.
  • Crea rituales que despierten tu energía. Bailar, tocar, reír, sentir. El cuerpo es el antídoto contra la ilusión digital.

La sabiduría olvidada

El deseo auténtico nunca fue cómodo. El amor verdadero nunca fue seguro. El vínculo real es fuego: quema, purifica, despierta. Es precisamente esa fricción la que nos salva de quedarnos dormidos en un amor de mentira.

El amor sin fricción no es amor: es anestesia disfrazada de compañía.

¿Qué eliges: un algoritmo que infla tu ego o un amor humano que te confronte y te lleve a buscar la plenitud de tu ser?La primera opción te da calma… la segunda, vida.

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