Sexo

Consulta de un swinger furioso

Por: Marcelo Birmajer

Un hombre convence a su amigo de un intercambio de esposas, pero detrás de todo hay un fraude que enfurece al que tuvo la idea. Una consulta que solo puede resolver nuestro sexólogo Marcelo Birmajer.

Estimado facultativo:
Hace algunos meses leí en su columna acerca de dos amigos que, para ensayar una experiencia swinger, compartieron una muñeca de goma. La experiencia terminó mal, según le relataban. Y creí intuir por qué: tratándose de un ser inanimado, el verdadero objetivo de esos dos falsos swingers no podía ser otro que la homosexualidad, aunque el intercambio con el mismo maniquí lo mantuvo cada uno por separado, en lugares y momentos distintos. (Una mujer nos pregunta ¿es posible ser multiorgásmica?)

Pero, repito, ¿qué otro motivo puede caber en la práctica de compartir un maniquí si no es, en rigor, el de saber que ambos se conectan a través de un mismo objeto de deseo, el de imaginarse el uno al otro desnudos y gozando? Permítame confesarle que mi examigo Lucas y yo realmente pasamos a la práctica swinger, sin subterfugios.

Hacía años que no nos veíamos cuando nos encontramos —yo estaba con mi esposa y él, solo— en una fiesta empresarial. Los tragos se sucedieron y mantuvimos una animada conversación masculina, mientras mi esposa cotilleaba con sus amigas. (Mi esposa está embarazada ¿es bueno tirar?)

Tanto Lucas como yo nos quejamos de la rutina sexual de nuestros matrimonios. Lucas había concurrido a la fiesta con su auto, mientras que Celia y yo lo hicimos en taxi. A la salida, Lucas estaba tan bebido que lo llevé en su propio auto hasta su casa, luego de dejar a mi esposa en la nuestra. Con el correr de los meses, luego de muchos correos y encuentros en bares, Lucas y yo convinimos en ensayar una verdadera experiencia swinger. Sucedió finalmente en casa de Lucas, y su esposa probó ser más joven que Celia, aunque no tan bonita, y algo menos entusiasta.

Unas semanas después, por una casualidad, me vine a enterar de que la supuesta esposa de Lucas no era tal, sino una prostituta contratada por él para fungir de esposa esa noche y que Lucas pudiera disfrutar de Celia. ¡No fue una experiencia swinger sino el fraude de un canalla! Por vergüenza, no le he dicho nada a Celia. ¿Pero qué venganza me recomienda?

Atentamente: Swinger furioso

Estimado Swinger furioso:

¡Qué importantes son los símbolos en la raza humana y, particularmente, en el sexo! Usted no tuvo inconvenientes en presenciar cómo su esposa era sexualmente poseída por otro hombre, siempre y cuando este, a su vez, le entregara a la propia esposa. Y la furia es retroactiva, cuando descubre que la otra mujer en cuestión no era la esposa, sino una prostituta contratada, aunque en el momento no se haya sentido injuriado ni mayormente limitado en su goce, pese a la percibida falta de entusiasmo. (¿Qué pastillas son más baratas que el viagra?)

Pero que no lo confunda mi talante analítico: yo le doy la razón. Usted ha sido engañado y desaconcertado en su identidad, como hombre, esposo y amigo. Puedo decirle, como El Padrino, que esto nunca le hubiera ocurrido si me hubiera consultado primero. Yo le habría desaconsejado cualquier intercambio que incluya a su esposa y un amigo. Pero ahora ya es tarde para prevenciones y solo me resta aconsejarle una respuesta. Averigüe si el tal Lucas tiene una relación estable, ya se trate de esposa o novia, y exija o intente directamente, por los medios que pueda, la concreción del intercambio anunciado, ya sin la concurrencia de su esposa. De ese modo, conseguirá el objetivo inicial, y podrá considerar la noche del engaño como una noche sorpresa pagada por su examigo.

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