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22 de junio de 2012

Mujeres SoHo

Entrevista con Dania Londoño

La mujer que puso en jaque al Servicio Secreto de Estados Unidos se desnuda en primicia mundial, y cuenta aquí cómo cambió su vida desde que estalló el escándalo

Por: Fotografías: Pizarro © 2012
Dana Londoño reaparece luego de 10 años
Dana Londoño | Foto: Dana Londoño Facebook

Empecemos por su trabajo: ¿cuándo empezó a trabajar como acompañante? Hace dos años, cuando tenía 24, una amiga me buscó. Me dijo: “Mira, unos amigos quieren que les presente una amiga como tú”. Ella salía con muchos hombres y me presentó a una especie de mánager, que era la que manejaba los contactos. Ella me animaba, me decía que con un cliente uno ya pagaba lo del arriendo. Y así terminé metida. Había meses, sobre todo los de la temporada alta en Cartagena, en que todo el tiempo tenía trabajo. ¿Quién fue su primer cliente, cómo fue esa experiencia? La primera vez no fue difícil, por el contrario, fue muy placentera. Me tocó con un italiano —era muy bonito, como todos los italianos— y por eso todo se dio muy fácil. Yo le gustaba y él a mí, y todo fluyó con naturalidad. Cuando pasó eso, me pagaron unos 700.000 pesos. Imagínate: toda esa plata por un rato con un hombre superlindo, en un lugar superlindo. ¿Cómo funciona el negocio, cómo las contactan? La mánager sale, busca la gente y ofrece a las acompañantes. Ella me dice “hay tal persona”, cuadra una cita y me lleva al lugar. Ella misma me paga antes de que me quede en la cita. Otras veces salgo con mis amigas a las discotecas donde va todo el mundo y allí casi siempre hay alguien interesado. ¿A cuáles discotecas van? Babar, Tu Candela, también vamos al Café del Mar, a donde va mucho extranjero. Ellos se sientan ahí y no hay necesidad de hacer nada, simplemente establecemos una conversación de “hola, cómo estás”, y si uno ve el voltaje de pedir dinero, lo hacemos. Si no, no. ¿Y cómo piden el dinero? Uno les dice que podemos estar con ellos si nos dan un regalito y así se va metiendo el tema. Tenemos una amiga que habla inglés y es la que los tantea. Si no está ella, uno se las ingenia para hacerse entender, porque yo no hablo nada de inglés. ¿Cuántos clientes podía tener al mes? En promedio unos siete u ocho, y con eso me iba superbién. A veces me ganaba ocho millones, a veces siete, por bajito me ganaba cuatro millones. De lo que gana, ¿cuánto le queda a la mánager? Como el 20 %. ¿Y ella cómo controla eso? Como te dije: ella pide la plata por adelantado, coge su parte y me da el resto. ¿Los clientes la buscan solo para sexo? Curiosamente, no. La mayoría me contacta para ir a comer, a bailar o para que los acompañe a un cierre de negocios. De cada diez clientes, ¿con cuántos tiene sexo? Con cinco de cada diez, en promedio. El resto es para salir. ¿Y cuánto cobra para ir a comer solamente? Lo mismo, porque esto es un negocio y uno no sabe si terminará teniendo sexo. Aunque cuando sé que de verdad solo es a comer, porque es un conocido, por ejemplo, cobro 500.000 o un poco menos, pero les digo que quiero ir con otra amiga para armar un parche. ¿Cuál es el mejor regalo que le ha dado un cliente? Un reloj. Un Charriol que después le regalé a mi mamá. ¿Cuánto es lo máximo que le han pagado por una noche? Cinco millones de pesos. Fue un paseo de dos días, en yate, a las Islas del Rosario. ¿También la han invitado a viajes por fuera de Colombia? Sí, varias veces. Estuve en Cuba, en Chile, en Panamá, en El Salvador, aunque a este último país no pude entrar porque no tenía visa, no sabía que la necesitaba. ¿Quiénes son sus clientes? Muchos de ellos son extranjeros que vienen seguido al país. Me va muy bien con los gringos y los italianos. Cuando salía con alguien de Colombia lo hacía porque era gente muy recomendada. Casi todos se han vuelto como amigos míos, son clientes frecuentes. ¿Algún cliente se ha enamorado de usted? Yo digo que no. Enamorarse, no. Pero algunos se obsesionan. Aunque una vez tuve un romance con un cliente y nos enamoramos, pero de eso prefiero no hablar. ¿Le da miedo contraer enfermedades? ¿Cómo se cuida? Siempre uso condón, hasta para hacer sexo oral. Sin preservativo, nada. Las mujeres que se dedican a esto se cuidan más que las mujeres de la casa. Y, claro, nos hacemos exámenes cada seis meses más o menos, o cuando tenemos dudas de algo. Antes del escándalo con el Servicio Secreto, ¿no pensó en retirarse? Sí, muchas veces. Es que me han pasado muchos chascos. Había días en que no quería que nadie me mirara ni que me tocara. Sentía como una especie de guayabo moral todo el tiempo. Pensé varias veces que esa no era la vida para mí, pero luego volvía, y la facilidad de ganar mucho dinero me atraía mucho. ¿Qué es lo mejor y lo peor de ser acompañante? Lo mejor es que me paguen mucho dinero y que me den regalos. Lo peor, estar con un tipo que no conozco, y no saber qué vaya a pasar o que el cliente me pida cosas que yo no quiera hacer. ¿Ha estado con personajes de la farándula? ?No he tenido sexo con ninguno. Lo que pasa es que han montado chismes porque me tomé fotos con varios en Cartagena. ¿Y el chisme con el actor Valentino Lanús que salio por ahí? Es mentira. Yo me meto mucho a los premios TV y Novelas, a los India Catalina, como cualquier curiosa, solo por ver. Como tengo amigos periodistas de Cartagena, uno pide una escarapela y entra. Y por eso entré ahí y me tomé fotos con muchos actores. ¿Cuándo perdió la virginidad? La perdí muy joven, como a los 14 años. Fue con un hombre mucho mayor que yo. ¿Qué es lo más atrevido que ha hecho en materia de sexo? No sé, muchas cosas, he hecho casi de todo. ¿Ha hecho tríos? Claro que sí. Es lo más normal, es la fantasía que más exige un hombre: hacerlo con dos o más mujeres a la vez. Siempre me buscaba una pareja —el tipo y la esposa o la novia— y lo hacíamos. ¿Le gusta hacerlo con mujeres? No soy lesbiana. Algunas de mis amigas que trabajan en esto sí lo son, pero yo siempre advierto que me gustan los hombres solamente. Lo que pasa es que a los tipos les gusta que uno se toque con otras y que nos besemos, en fin, y yo participo en el juego. Hacemos como un simulacro para estimular al hombre. Y eso que la mujer es mil veces mejor que el hombre en la cama. El hombre va a lo que va, mientras que las mujeres sabemos cómo tocar, dónde tocar y cómo besar. Pero me gustan los hombres. ¿Alguna vez participó en una orgía? Alguna vez estuve con cuatro mujeres más, todas amigas mías, todas acompañantes, atendiendo a un cliente. Cuando la llaman para hacer tríos, ¿la tarifa sube? Lo mínimo que cobro es un millón de pesos, pero si es para estar con una pareja, le subo 500.000 más. Aunque depende, porque si es un amigo mío, le hago un descuento. Si es alguien normal, cobro hasta dos millones de pesos. ¿Disfruta del sexo en su trabajo? No, muy rara vez tengo un orgasmo. Estoy más ocupada en que termine rápido el tipo, en excitarlo lo más rápido que se pueda para que termine pronto, que en sentir placer yo. ¿Con qué porcentaje de clientes tiene orgasmos? Con tres de cada diez clientes. ¿Le han pedido algo extraño? Bueno: sexo masoquismo. Que los agarrara duro, que fuera brusca. Uno me pidió que me tocara frente a él y que mientras tanto dijera que había tenido sexo con su tío, con su papá, con sus amigos, y así se excitaba. ¿La tarifa cambia si le proponen sexo anal? No lo hago, no me gusta. Soy virgen ahí. ¿Sucedía que tuviera más de un cliente en un mismo día? Sí, no era frecuente, pero sí me pasó tener dos clientes en el mismo día. Vamos al escándalo del que tanto se ha hablado: ¿qué pasó esa noche con el hombre del Servicio Secreto? Bueno: después de lo que ya conté, de que nos conocimos en un bar y ahí arreglamos, y de que nos subimos al cuarto del hotel, pasó lo obvio. Tuvimos sexo, pero él estaba muy borracho, lo cual no ayudó. A la media hora se quedó profundo. Y yo también. ¿La entrada al Hotel Caribe fue fácil? Sí, dejé un documento, siempre piden un documento en los hoteles. Por eso también creo que los periodistas me ubicaron fácil. ¿En qué otros hoteles de alto nivel de Cartagena ha ido solo para tener sexo? En todos, en cualquiera. Desde el Santa Clara hasta el Charleston. Siempre depende de la persona que normalmente reserva la habitación para dos. El más difícil de entrar es el Hotel Las Américas. Volvamos a esa noche famosa con una pregunta que mucha gente se ha hecho: ¿por qué no cobró antes los 800 dólares que pedía si siempre cobra por adelantado? La verdad, por confiada. En la discoteca yo veía que compraban trago y trago y para todo sacaban de a 50.000. Una caja de chicles, 50.000; los preservativos, 50.000; la propina a los meseros, 50.000. Yo pensé que no iba a ver problema por plata. Me confié. Usted ha contado que esa noche estaba con otra amiga que también estuvo con otro agente del Servicio Secreto. ¿Volvió a saber de ella? No volví a saber nada. Ni idea. ¿Del agente con el que estuvo ha sabido algo? Nada. ¿Y en qué va la investigación sobre ese episodio? En España me contactaron los del Servicio Secreto y allí les conté todo. Me tocó dar un testimonio por escrito y fueron muy decentes. Me dijeron: “No te preocupes, no te queremos presionar”. Me sentí más tranquila. ¿Entonces el temor por amenazas ya le pasó? Estaba muy asustada porque me estaba metiendo con el gobierno de Estados Unidos, pero ahora mismo no tengo miedo, ya estoy fresca. Vayamos a lo que sucedió después del escándalo. ¿Por qué terminó en Dubái apenas estalló todo? Ese viaje lo tenía planeado desde mucho antes. Todo fue una coincidencia, yo no tuve la culpa de que se presentara todo esto. ¿Pero ya se sabía del escándalo antes de irse? Un día me llamó un amigo a contarme que la noche anterior hubo un escándalo en el Hotel Caribe con una prostituta y unos agentes. Le dije que yo había estado ahí también, pero que no había visto nada, y medio le conté lo que me había pasado a mí. ¿Puedes creer mi despiste? Mi amigo me dijo: “¡Eres tú! ¡La del escándalo eres tú!”. Yo no había caído en la cuenta. Después, como las diez de la noche, llegó a mi casa un periodista de The New York Times. Mi niño estaba dormido y le dije que entrara y habláramos calladitos, yo no quería que ningún vecino se alarmara. Le conté todo, no tenía nada que ocultar. Le pedí que no usara mi foto. Y me fui al día siguiente para Dubái, pero apenas salió el artículo, los demás periódicos se robaron la historia. El taxista que me recogió ese día en el Hotel Caribe regó la bola. Yo, como cualquier persona, tenía mi Facebook, y de ahí comenzaron a subir mis fotos a internet. ¿Con quién estuvo en Dubái? Con un amigo árabe que conocí en Cartagena. Fue muy especial y me ha apoyado mucho. Quedamos como enamorados y me invitó. ¿Cómo está su hijo? ¿Supo algo de todo este escándalo? No, es un niño, tiene 9 años. Él está en Cartagena. Aunque ve mucha televisión, con ayuda de los abuelos paternos —donde se está quedando por estos días— le hemos bloqueado canales solo para que vea programas infantiles y nada de noticias. ¿Por qué decidió irse de Dubái a España? Julio Sánchez Cristo me ubicó y me convenció de dar la entrevista. Estaba en silencio en Dubái, porque con mi amigo decíamos que era mejor esperar a que todo pasara, que después nadie se acordaría. Pero lo que me afectó fue internet. Me obsesioné con lo que escribían de mí. Comenzó a afectarme todo lo que decían: que era una puta, subían mis fotos, me maltrataban. Y yo me estaba desesperando, muriendo en vida. Solo pensaba en eso. Por eso decidí dar la cara. ¿Cree que fue buena decisión? Sí, me quité un peso de encima. Después de Dubái, ¿qué pasó? A raíz de la entrevista estuve en Madrid y pude ver a mi mamá, que vive allá hace años, y me apoyó mucho. Me la pasé encerrada. Salí solo una vez a una discoteca, porque mi hermano me dijo “olvídate del escándalo y sal un rato”. Me fui a rumbear y me reconocieron. Un tipo se me acercó y me preguntó que si era colombiana, que si era Dania Londoño. Se quería tomar fotos conmigo y comenzó a rodar la bola de que yo estaba allá, y nos tocó irnos de una. De todas las reacciones de la gente, ¿cuáles fueron las que más rabia le dieron? La que más me molestó fue la del alcalde de Cartagena. El tipo decía que yo estaba en Madrid con mi marido español y no sé qué más cosas, y me decía que debía callarme la boca. Me dio mucha rabia, me sentí ofendida. ¿Ha vuelto a trabajar como acompañante desde que pasó lo del Servicio Secreto? No. Ni siquiera he tenido tiempo, pero vengo decidida a no volverlo a hacer. ¿Ya le han hecho propuestas? Una amiga me escribió un correo pidiéndome que la llamara. La llamé y me dijo que un hombre me pagaba lo que yo quisiera por una noche. Mi respuesta inmediata fue “No”. No quiero volver a eso. ¿Pero se sintió tentada? No, ni siquiera lo pienso. ¿Qué sigue? ¿Va a regresar a Madrid, a Cartagena, se queda en Bogotá? Me quedo en Bogotá. Ahora viene un proyecto de sacar un libro sobre mi vida con la editorial Santillana, y también hay una propuesta de hacer una serie de televisión. Quiero buscarme un apartamento acá, así sea pequeño, y traerme a mi niño. ¿Qué le gustaría hacer? Montar un spa. Yo estudié Estética en dos sitios de Cartagena. El colegio lo hice en San Andrés y el bachillerato lo terminé en Cartagena. En retrospectiva, ¿le gusta que haya ocurrido este escándalo o extraña su vida de antes? En este momento quisiera cerrar los ojos, después abrirlos y ver que mi vida era la de antes. No me sirven la plata ni la fama. Yo quería la vida del pasado. Todavía no me he acostumbrado a eso, no lo he asimilado. ¿Por qué no quiso ganarse la vida con su carrera de esteticista en lugar de ser prepago? ¿No era más limpio y tranquilo? Como esteticista me pagaban el mínimo. Mi arriendo cuesta un millón, más el mercado, el colegio de mi hijo, los gustos. Pero si fuera por plata, todo el mundo terminaría de prepago… Bueno, yo sé que hay otras opciones, pero a veces la plata no me alcanzaba y, como le conté, me fui metiendo en esta historia sin traumatismos: salir un rato con un hombre bonito y ganar un montón de dinero se me fue volviendo mi vida, era difícil resistirse a eso. ¿Pero no es muy duro que a cambio de ese dinero no tenga una vida calmada? Admiro a las que viven con el mínimo. Son dignas de admirar porque tienen hijos, gastos, trabajan todo el día. Pero en quienes critican lo que hice también hay mucha doble moral. Cuánta gente se casa por interés, por dinero. Sea como sea, cuando me metí en eso, fue mi decisión y ya. No tengo que darle explicaciones a nadie. Igual, ya mi vida dio un giro y vienen otras cosas. Y lo más importante: nunca hice nada ilegal. ¿Cuándo piensa ir a Cartagena de nuevo? Por ahora no. Mis cosas están en una bodega, pero me las pueden mandar para acá. Mi prima me va a traer al niño. ¿Cómo se ve en 20, 30 años? Me veo casada, con una familia normal, feliz, tal vez con otro hijo. Que mi esposo sepa mi pasado y me acepte como soy, que tenga una vida tranquila. Y con mi propio negocio de estética.

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