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31 de diciembre de 2013

Especial del cuerpo

Natalia Botero

Tuvo un accidente hace cuatro años en el que por poco pierde una pierna. Por fortuna, ahora está más bonita que nunca y nos muestra con orgullo las cicatrices del día que le cambió la vida.

Por: Pablo García

Habían pasado 33 horas desde el accidente cuando llegó a Bogotá. Natalia tenía la arteria femoral rota y ningún médico se había dado cuenta. La pierna derecha, por la inflamación y la hemorragia, se había hecho tres veces más grande de lo normal. En el hospital de la isla de San Andrés no tenían ortopedistas, ni siquiera analgésicos para tratarle el dolor, y ya a esa altura ella se sentía realmente agotada.

Era 23 de marzo de 2009 y estaba de paseo en San Andrés. Con sus amigos había decidido que después de comer irían a una playa a bailar y a tomar algo. Se montaron a una van que los iba a llevar al lugar de encuentro, pero el conductor empezó a manejar muy rápido. Ella, sentada en la última silla de atrás, se empezó a sentir incómoda por la situación y se agarró del cinturón de seguridad. Cuando intentaba abrocharlo, el conductor perdió el control al dar la curva y Natalia, como no estaba mirando al frente, no alcanzó a reaccionar cuando se estrellaron contra un poste.

A pesar del fuerte impacto, no perdió la conciencia. No podía moverse y, por lo que le decían los demás, estaba llena de sangre. Llegó una ambulancia y los paramédicos tuvieron que ayudar a sacar primero a otra mujer porque entró en pánico. El lugar se llenó de gente, había mucho caos y sintió que le jalaron el bolso. No fue un paramédico.



Natalia quedó debajo de la silla que estaba enfrente de la suya. Parece que esta había sido desenganchada y no la habían vuelto a instalar bien. Cuando ocurrió el accidente, se soltó y después le cayó con mucha fuerza sobre la cara, le abrió la frente y le partió la nariz. Los ganchos, además, se le enterraron en la pierna y uno le rompió la arteria femoral, además le fracturó la pelvis en tres partes. Como si fuera poco, el codo terminó dislocado.

Esa noche, en el hospital de San Andrés, le cosieron la pierna sin saber que tenía una hemorragia interna. Al otro día, por la tarde, tomaron un avión a Bogotá, y al llegar a la Fundación Santa Fe los médicos dijeron que ya había pasado mucho tiempo y que era muy probable que tuvieran que amputarle la pierna, porque estaba en alto riesgo de una gangrena. Esa noche se reunieron diez especialistas para decidir qué hacer con Natalia y al otro día, temprano en la mañana, la ingresaron a cirugía para amputarle la pierna. Entonces, a pesar del tiempo que había pasado desde el accidente y del mal procedimiento que le hicieron en San Andrés, el médico, en plena operación, decidió ponerle un puente en la arteria para ver si podían evitar la amputación. Y corrieron el riesgo.

Cuando Natalia despertó lo primero que hizo fue preguntar por su pierna. Ahí estaba, pero inmediatamente le dijeron que le iba a tomar cinco años volver a caminar y que la recuperación no solo iba a ser difícil, sino muy dolorosa. Recuerda que le ordenaron no volver a patinar y mucho menos volver a usar tacones.

No había pasado una semana y Natalia ya había bajado 10 kilos. Tenía 24 años y antes del accidente pesaba solo 50, por lo que la gente se impresionaba mucho cuando iban a visitarla al hospital, estaba irreconocible. Además, no era capaz de hacer nada sin ayuda. Pero los siguientes dos meses fueron diferentes. Pasó de la cama a la silla de ruedas, después a la caminadora, luego a las muletas y finalmente al bastón. Nadie lo podía creer. A los seis meses ya caminaba sin ayuda y al año ya ni siquiera cojeaba.

A los cuatro meses del accidente, los médicos se le midieron a hacerle la reconstrucción de la nariz. El doctor Mauricio Jiménez fue el encargado. Resultó ser toda una obra de arte, porque actualmente casi ni se le nota, aunque tuvo que someterse a tratamientos con láser en todas las cicatrices para hacerlas menos evidentes.

Cada paso fue un triunfo. Dice Natalia que en medicina no siempre ocurre lo que los médicos creen y que gran parte del proceso depende del paciente. Hoy luce con orgullo las cicatrices de un accidente que, más que un hecho fatal, fue una oportunidad para ella. Por eso, hace cuatro años, se puso la meta de volver a usar tacones. maquillaje y peinado: javier martínez

Asistente de fotografía: Samwhell Ortiz

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