10 de marzo de 2022

Personajes

Los precandidatos en apuros

Quienes aspiran a ocupar la Casa de Nariño enfrentan una profesión de alto riesgo. Los precandidatos este año han tenido que vivir vuelos de angustia, accidentes en moto, borrachera en tarima y hasta comidas casi mortales.

Por: Ricardo González Duque
Campaña 2022 de los precandidatos.
Vuelos, tarimas, accidentes, giras, todas esas son las aventuras de los precandidatos por Colombia. | Foto: Jeison Erazo

Aguantarse a una señora que se le cuelga del hombro, cargar bebés que no están oliendo muy rico, comerse una changua que genera más polarización que la campaña misma— o cualquier plato típico que no les guste en una plaza de mercado, son solo algunas de las experiencias habituales que deben vivir los precandidatos a la Presidencia en busca de acercarse a los ciudadanos y ganarse el voto.

No importa la ideología. Desde Obama en Hawaii, pasando por López Obrador en México y hasta Chávez cuando vino por última vez a Colombia, todos cayeron en la tentación de alzar niños pequeños para verse como cercanos a su público. Incluso, cuando ya esa estrategia de mercadeo se había popularizado desde el siglo pasado, la revista Life en Estados Unidos publicó una guía para levantar correctamente a los bebés y que no les taparan la cara a los políticos que querían que los reflectores les apuntaran.

Las inéditas elecciones primarias que viviremos en Colombia el 13 de marzo fueron la excusa para intensificar esos actos de campaña por todo el país, que dejaron demostrado que para alcanzar el poder se hace lo que sea: desde el ridículo hasta poner en riesgo la vida.

¿Alejandro Gaviria reza con un avión fallando?

Era miércoles de ceniza en Manizales, ciudad católica por tradición, que tiene una de las más hermosas catedrales del país, la basílica de Nuestra Señora del Rosario. Algunos de los asesores de Alejandro Gaviria llegaron al habitualmente cerrado aeropuerto La Nubia marcados con la cruz en la frente, él por supuesto no. Públicamente, en entrevistas y en lo mucho que ha escrito, el exrector ha contado que es ateo; en su última explicación en medio de esta campaña él profundizó en el tema y dijo que “no existe ningún conflicto entre las creencias”.

Ese día su creencia, la de no creer que existe un Dios, se iba a poner en juego. Quienes se burlan de los ateos dicen que lo son hasta que están en un avión fallando, pero en su defensa, desde la Asociación de Ateos de Bogotá, responden que a los no creyentes se les puede escapar un “Dios mío” en una emergencia en el aire y no pasa nada porque están en un momento de “no razonamiento”.

Alejandro Gaviria en la avioneta.
El precandidato de la Coalición Centro Esperanza intranquilo en un movido vuelo de Manizales a Popayán. | Foto: Andrés Ruiz

Gaviria iba a volar esa mañana hacia Popayán y después a Santander de Quilichao, el pueblo del Cauca donde pusieron la primera valla de “Alejandro di que sí” pidiéndole que fuera candidato. Era un compromiso de oro llegar allá. Después de dos horas de cierre en Manizales en un aeropuerto afectado por la neblina, finalmente, habilitaron las operaciones y pudieron despegar hacia Popayán en la HK 3773 tipo Cessna de Llanera de Aviación.

El camino en el aire fue tortuoso, la nubosidad provocó un movimiento inusitado que es más acentuado para quienes no están acostumbrados a volar en pequeños aviones. Uno de los que llevaba la cruz en la frente, de camiseta negra, empezó a persignarse de la forma larga: “Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén”. Gaviria lo miró y cerró los ojos. El piloto volteó la vista atrás para confirmar la angustia de los pasajeros, otro de ellos sonreía al ver las caras de angustia y uno más lanzaba ‘hijueputazos’ para pasar el mal rato.

El precandidato, con su pelo más despeinado que de costumbre, solo apuntó a tomarse fuerte del reposabrazos y a mover los dedos de su mano izquierda para intentar tranquilizarse. Terminó la emergencia en el aire y pasó la prueba del ateo: nunca se encomendó a Dios de dientes para fuera. Solo él sabe si en algún momento de la emergencia lo hizo en su mente.

Peñalosa y el motociclista petrista

El recorrido ha sido largo, casi equivalente a su estatura de casi dos metros: 1995, 1997, 2007, 2011, 2014, 2015 y ahora 2022. Durante todos esos años, Enrique Peñalosa ha sido candidato a la Alcaldía de Bogotá o a la Presidencia de Colombia, un mal candidato como él mismo reconoce, aunque uno ‘eficiente’ para dar resultados, como le aconsejaron sus asesores que se vendiera ante los ciudadanos por su ya conocida impopularidad.

Tal vez por esa característica es que a un político como él que no genera simpatías, le puede costar tanto salir a la calle a pedir votos con volantes en mano y mucho más si se encuentra con saboteadores de turno, sean espontáneos o no. Era sábado 19 de febrero y el precandidato de Equipo por Colombia recorría en Bogotá la Avenida 68, por donde la evidente tala de árboles anticipa que viene la construcción de uno de sus consentidos: una nueva troncal de TransMilenio, el sistema de transporte masivo que genera aún más debates que la changua.

Peñalosa ayuda a motociclista petrista.
Enrique Peñalosa pidió que llamaran la ambulancia para atender al motociclista que segundos antes lo había insultado. | Foto: Twitter: Diego Santos

De repente, apareció en escena Alejandro Moya, un motocilista con placas BBY**, quien empezó a insultarlo diciéndole “ladrón, hijueputa” y a gritarle “Petro presidente”. Después del rosario de ofensas, el hombre, vestido de jean, chaqueta azul y que llevaba dos maletines, terminó estrellado con otra moto al cruzar el semáforo, distraído por su activismo. “Karma is a bitch”, apuntó a decir el periodista Diego Santos, que asesora la campaña de Peñalosa.

La paradoja: mientras Moya se tocaba la pierna y se revolcaba por el dolor en medio del separador de la avenida, el recién insultado llegaba a socorrerlo. Peñalosa le quitó el casco al herido que terminó rodeado de las camisetas azul celeste de la campaña, mientras pedía que le llamaran una ambulancia. El exalcalde lo hizo y esperó a que llegara el vehículo que lo asistiera. El diagnóstico médico: trauma en extremidad inferior y rodilla izquierda. La ideología de su candidato. ¿El socorro le habrá cambiado el voto?

Petro ebrio y sin camisa

Las tarimas son el escenario predilecto de Gustavo Petro. Así fue en su primera campaña en 2010 cuando estaba en el Polo Democrático, también en 2014 con sus discursos de tono gaitanista desde el balcón del Palacio Liévano, cuando siendo alcalde, terminó destituido por Alejandro Ordóñez durante unos meses y más aún en 2018 momento en el que se tomó las plazas de cientos de municipios y asustó a millones pensando que podría ganarle al uribismo. La táctica la repite en la actual campaña en ese escenario favorable de la calle donde no tiene quién le gane y tampoco a periodistas y opositores que lo cuestionen.

Pero la tarima de Girardot le jugó una mala pasada. Puede que el líder del Pacto pronuncie discursos históricos y haga gala recurrente de su oratoria, pero al vestido blanco lo que se le nota es la mancha, la cual se produjo cuando habló en cámara lenta y enredado de “la capital roja”. Estaba alicorado. Que fue el cansancio, que fue el jetlag por su vuelo de España, lo que sea, Petro terminó aceptando que se había tomado un trago y pidió excusas. El círculo del precandidato es tan cerrado y vive en medio de tanta paranoia, que después de ese episodio no se han podido poner de acuerdo sobre si lo que se tomó fue una cerveza, un vaso de whisky o si fueron varios.

Fiel al apellido de su movimiento político, Petro se ha mostrado más humano, más real, más cercano de lo que probablemente muchos quisieran: incluso sin camisa. Enredado con la segunda dosis de la vacuna contra el covid, que se aplicó después de haber puesto en duda la eficacia de esos medicamentos para enfrentar la variante delta, lo que le costó el bloqueo de una publicación en Twitter; el precandidato terminó descamisado para recibir el chuzón.

Petro en la segunda dosis de la vacuna.
Al estilo Putin, sin camisa, Petro posó para demostrar que se estaba aplicando la segunda dosis de la vacuna. | Foto: Twitter: @petrogustavo

Con tapabocas, mirando a su derecha y con una enfermera introduciendo la jeringa en su brazo izquierdo, Petro posó para sus redes sociales desde el Movistar Arena, en una imagen muy similar a las que comparte el Kremlin sobre Vladimir Putin y que, según analistas, tiene como objetivo mostrarlo fuerte e imbatible. Gane o no gane, a Gustavo Petro lo estamos conociendo más de la cuenta en esta campaña que va por la mitad.

El fruto que casi mata a Robledo

Por su tono regañón, por su expresión de bacteriólogo y por sus canas, el senador Jorge Enrique Robledo, hoy en la convulsa coalición Centro Esperanza, puede tener la fama de cascarrabias y complicado, pero la realidad es que es más sencillo que cualquiera. No tiene problema en estacionarse en cualquier paraje de las carreteras del país para comer o tomarse algo mientras hace los recorridos en campaña. Y ahí estuvo su pecado.

Ocurrió en la carretera que va de Aguachica a Bucaramanga, lugares que sobrepasan los 30, 32, 35 grados centígrados y que para alguien que vive en Bogotá y que hizo su carrera en la fría Manizales, pueden ser un infierno. Una parte de esa vía que tiene que cruzar para llegar a la capital de Santander es la misma por la que él tanto reclamó desde el Senado con su debate “Verdad total Odebrecht”: la célebre Ocaña-Gamarra que fue adjudicada a dedo a la corrupta constructora brasileña.

Jorge Enrique Robledo en gira.
Fue en el viaje de Aguachica a Bucaramanga que el precandidato de la Centro Esperanza se detuvo a comer algo en la carretera que por poco le cuesta la vida. | Foto: Twitter: @JERobledo

Para evitar comer mecato, el senador de 72 años prefirió el fruto de la guama, de sabor dulce y que es una fuente importante de calcio y fósforo. Pasaron los minutos y el precandidato extrañamente guardó un silencio prolongado. No es usual en él, que es un gran conversador. Solo se escuchaban sorbos y sorbos, mientras en su equipo pasaban el tiempo del recorrido charlando entre ellos o mirando el celular.

“¿Ustedes no se dieron cuenta de que casi me muero?”, les preguntó al día siguiente Robledo a sus asesores y compañeros de viaje a los que les confesó que se había atorado con la aparentemente inofensiva pepa de guama. “Si así fue la entrada, no se imaginan cómo fue la salida”, bromeó al final de la gira con un mensaje coprológico.

Robledo, quien en esta campaña se volvió a pintar las canas por unas horas, como ya lo había hecho para esta revista, depende de los resultados de las elecciones del 13 de marzo en las que particularmente no quiere que gane Alejandro Gaviria. De eso puede depender que no termine nuevamente atorado.

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