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15 de julio de 2005

Chicas plásticas

El mundo está lleno de muñecas, y quisiéramos tenerlas a todas: rubias, morenas, flacas, altas. ¿de goma? el periodista argentino Ariel Magnus les siguió la pista a esas amantes que necesitan aire para hacernos llegar al orgasmo.

Por: Ariel Magnus

Uno de los proyectos más confidenciales de los nazis (tan confidencial, en rigor, que hay dudas acerca de su veracidad) fue el así llamado "Borghild-Project". Su iniciador parece haber sido el mismo Himmler: "El mayor peligro en París -escribió en noviembre de 1940- son las salvajes prostitutas que andan ofreciendo su oscuro negocio en los cafés". Para combatir esta "manada infecciosa" y a la vez "regular las pulsiones de la soldadesca" se ordenó la construcción de una muñeca sexual a Franz Tschakert, director del Instituto de Higiene en Dresde y padre de una escultura transparente del cuerpo humano -"La mujer de vidrio"- considerada la antecesora del "hombre virtual" en el que hoy trabajan las computadoras. Las "antropomórficas máquinas de deseo", que naturalmente responderían al "tipo nórdico", debían contar con una "carne sintética que no se distinguiera de la real", movimiento en sus miembros y un "órgano de sensibilidad auténtica". Se probaron distintos modelos de mujer -calcos en yeso de divas de la época-, y distintos materiales, como el caucho y la silicona. También se debatieron detalles: la SS quería pechos redondos y llenos, los constructores en cambio "maleables como escaramujos"; la peluquera del Instituto quería pelo largo, pero el director del proyecto ordenó que fuera corto "para resaltar que se trata de una puta, no de una madre". Al fin, en septiembre de 1941 fue presentada la presunta primera muñeca sexual de la historia; fascinado con esta Übermeretriz, Himmler pidió 50, a ser enviadas en "cabinas desinfectables" al frente en Rusia. Con el advenimiento de Stalingrado, empero, el proyecto se congelaría; en 1945, las bombas aliadas sepultaron el Instituto. Reales o no, de las muñecas aparentemente no quedó ni un pelo, ni largo ni corto.

 

 

 

McMullen, creador de las Real Dolls, empezó fabricando en su garaje una muñeca por mes. Hoy, su empresa Abyss Creations ensambla 300 al año.
 

 

El otro génesis
En algún impreciso momento ulterior nacieron las muñecas inflables, populares entre otras cosas porque nunca nadie terminó de entender cómo es que alguien podía encamarse con esas colchonetas de gracia corporal igual a cero y rostros que remitían, en el mejor de los casos, a
El grito de Edvard Munch. La industria se esforzó por mejorar sus libidinosos neumáticos dotándolos de algunas facilidades motoras, pero en vano: se necesitaba más imaginación para hacerlo con esos sumisos, mudos y siempre dispuestos plásticos que con la propia mano. Las amantes vicarias pasaron muy pronto de potenciales objetos de deseo a potenciados objetos de burla, hasta que a fines del siglo pasado un hombre en California produjo el milagro: las Real Doll.
"Empecé esculpiendo en arcilla y a escala pequeña -hace memoria Mathew McMullen, artista especializado en efectos especiales-. Cuando llegué al tamaño natural me di cuenta de que no quería una escultura rígida sino articulada como una persona". McMullen puso los resultados de su experimento en la web, y enseguida empezó a recibir mails elogiosos de todas partes. Predeciblemente, no faltó el hombre que tipeó su mensaje: "Si yo puedo tener sexo con ella, te la compro", parece ser que decía el mail decisivo. "Es una idea", lo incentivó su esposa Kimberly.
"Cuando tomé la decisión conciente de hacer una muñeca sexual me enfrenté con varios problemas -sigue McMullen-. Yo quería que las tetas fueran suaves, que todo se zarandeara. No solo que se viera real, sino que se sintiera real. Básicamente, estaba imitando a la naturaleza, reduplicándola con goma". En 1996, luego de un año de testeos, el Pigmalión californiano dio a luz a Nina, y comenzó a tomar pedidos. Producía una por mes, trabajando solo en el garaje de su casa, pero sus Galateas no tardaron en cobrar vida propia: hoy regentea Abyss Creations, una empresa que fabrica 300 muñecas por año y las exporta a todo el mundo.

Even better than the real thing
"Ella llega a tu casa completamente vestida con unos calzones sexy, corpiño, medias ajustadas y un vestido corto pegado al cuerpo. Su pelo es largo, suave y con ondas. Su cuerpo curvoso es firme y de buena musculatura, sus pechos son suaves y flexibles. Sus ojos de largas pestañas te mirarán, y sus labios carnosos estarán abiertos, como invitándote".
Así se ve según su fabricante el arribo de la CybOrgasMatrix, una de las tantas imitaciones que invadieron el mercado desde que las Real Doll de McMullen lo reinventaran. En rigor, el arribo se parece más al retorno de los restos de un hijo muerto en combate, pues la muñeca llega en una especie de ataúd de madera. La precede la dolorosa noticia en forma de resumen de cuentas: mientras que la muñeca inflable más completa no supera los seiscientos dólares, la Real Doll menos sofisticada no baja de los seis mil, sin contar los gastos de envío. Con accesorios y diseños personalizados fácilmente se puede triplicar el importe.
La compra, amenizada por un simulador online, se realiza mediante un detallado formulario, a la carta por así decirlo. El menú ofrece nueve tipos de cuerpo (supermodel, petit, fantasy...) y catorce tipos de rostros, cinco tipos de tonalidad de piel (desde "blanco" hasta "asiático") y seis tipos de color de ojos; también se puede elegir el color y el tipo de uñas, labios y pelo (craneano y púbico). Por un sobreprecio, las muñecas abren y cierran los ojos, mueven los dedos, vienen con tatuajes de fábrica o incluso enriquecidas por lo que ostenta su hermanito Charlie, único modelo masculino.
Todas las Real Doll miden y pesan lo que una mujer de verdad y están provistas de tres "entradas", de entre las cuales destaca la bucal por su fuerte "efecto succionador". Explica McMullen, que las probó a todas: "Cuando pones algo en una entrada de silicona se forma un vacío y se genera una succión que una mujer real no podría tener. Si cierras los ojos, la sensación que te da la silicona es mejor que the real thing". Puesto que en eso acaba todo, tal vez no esté de más aclarar que las higiénicas muñecas, una de cuyas mayores ventajas es que "no transmiten enfermedades venéreas", vienen con un kit de limpieza.

Cuando las muñecas vienen marchando
El boom a la new economy de las Real Doll, impensable sin internet, fue subvencionado sensiblemente por Howard Stern, el tan popular como polémico conductor de radio neoyorquino que hace de sí mismo en Mi mundo privado. Stern hizo traer a su programa una Real Doll (se supone que en un vuelo de línea) y tuvo sexo oral con ella en vivo. "Con el micrófono en una mano y su virilidad en otra -cuenta un oyente que llevó el protocolo-, Stern transmitió un relato boca-a-boca de la acción". Sus declaraciones post coito: "El mejor sexo que tuve en mi vida".
Cientos de miles visitaron luego la página web de Nina, Stacy, Tami, Jenny y Co., entre ellos seguramente sus futuras competidoras, como la 1PC-Doll, Superbabe, CybOrgasMatrix, etc. La técnica y los costos de producción hicieron que muchas de estas advenedizas quedaran en el camino, o que funcionaran solo en parte. La CybOrgasMatrix, por ejemplo, solo es adquirible de la cintura para arriba. No es poco: sus pechos son un calco de los de Pandora Palace, actriz porno conocida por sus sobredimensionados, casi autoparódicos globos de silicona. Portadoras de pelo natural y hechas de un gel elastomérico más estirable que la silicona (y más durable "que la mayoría de los matrimonios"), estas muñecas cuentan con un sistema de sonido que reproduce "exactamente los mismos gemidos que daría Pandora si estuvieras con ella".
Pero la vanguardia vuelve a estar en Alemania, más específicamente en Nüremberg, zona conocida tradicionalmente por su industria de juguetes. Para The Creator -como se hace llamar el artista, arquitecto y mecánico de aviones "de entre 30 y 40 años" que construyó a Andy, "la primera androide mujer del mundo"- todo el resto de las muñecas no son más que "cadáveres sintéticos" (en general las entrevistas han revelado que los muñequeros se atacan los unos a los otros con crueldad y pasión, como amantes disputándose una mujer). Rubia, hermosa y eternamente joven -así se promocionaba Cherry 2000, la película clase B con Melanie Griffith sobre una amante robot- Andy no solo reclama estar hecha de silicona medicinal -"los otros tipos de silicona son venenosos"- sino que también: sonríe y hace ojitos por control remoto, orina, echa leche por los pezones, viene con clítoris y con himen (caja de repuesto incluida), lubrica en forma automática, menstrúa cada 28 días, grita y arquea la espalda cuando le tocan el punto G, mueve las caderas en círculo, contiene todos los órganos internos del abdomen, se le puede sentir el pulso en las muñecas y en el cuello, se le mueve la boca y la lengua y practica felatios. Y más: Andy ve (mediante unas cámaras diminutas graba todo, mide distancias, reconoce a las personas y hasta puede seguirlas con la vista), Andy oye (unos micrófonos en las orejas permiten grabar hasta 30 minutos de "conversación"), Andy respira (solo por la nariz, o por nariz y boca en su variante "fumadora") y Andy tiene un cuerpo que se calienta (menos, colmo del realismo, en los pies). Por su parte Nax, el modelo masculino "nacido el 18 de octubre de 2002", tiene erecciones y eyacula.

El Doctor
La industria alrededor de las sex dolls es casi tan importante como las muñecas. McMullen ofrece tetas sueltas para masajear, penes lumínicos, camisetas y gorritos ("Gente haciendo gente", se lee en el frente). También vende películas triple X protagonizadas exclusivamente por muñecos, género que ya tiene sus propias páginas web y que no tardará en alinearse entre las infinitas, deslumbrantes subcategorías en que analíticamente se divide el porno internético. Para los de magro presupuesto, o para los que gozan de la amputación ajena (acrotomofilia, su nombre clínico), tanto RealDoll como las otras empresas ofrecen caderas, rostros o pies tupacamaruizados de sus respectivos cuerpos. Foros y páginas personales reúnen a los feligreses y por lo menos una revista japonesa
(I-Doloid) ya se ocupa exclusivamente del tema. De hecho, son las muñecas japonesas quienes lentamente comienzan a dominar el mercado. Consultados por SoHo, McMullen opinó que se veían "MUY jovencitas" y Creator arriesgó que tenían el cuerpo de una de niña de 14. "A mí me ofrecieron fabricar cien de ese tipo por medio millón de euros, pero no puedo hacer eso".
Tal vez el más curioso subsidiario de las Real Doll sea Slade Fiero (44), un ex tatuador californiano devenido hace unos años doctor en muñecas. "Compré mi primera muñeca usada en ebay por 3.500 dólares -cuenta Fiero en diálogo telefónico con SoHo-, y era un naufragio viviente. Llamé a la fábrica y me pasaron con McMullen, que me mandó un kit de reparación. Me puse a arreglarla, fui sacando fotos verdaderamente dramáticas de la cirugía y las puse en la web. De ahí la gente empezó a contactarme para que le arreglara sus muñecas".
Actualmente, el negocio para Fiero consiste en comprar las muñecas que salen falladas de la fábrica de McMullen, recomponerlas y venderlas. A veces le pagan un pasaje de avión y vuela a arreglar alguna ajena, pero cada vez menos. "Una vez vino un tipo con una muñeca destrozada. Se la arreglé y volvió al tiempo con la muñeca otra vez hecha pedazos. Era una persona muy desagradable, que trataba a la muñeca y a las mujeres como basura. Le dije que se llevara su muñeca y no me contactara nunca más".
Fiero, al igual que muchos otros ("trate a su muñeca como a una mujer de verdad", ruegan sus fabricantes), considera a las muñecas como obras de arte. Así como McMullen tiene una muñeca azul que "nunca nunca pienso vender", Fiero también dice que la suya "es virgen: nunca tuvo ni tendrá sexo". Para él, las muñecas son un fetiche como cualquier otro, que no necesariamente involucra el aspecto sexual. "De chiquito a mí me gustaba jugar con muñecas. Por eso quería tener una de tamaño natural, para vestirla y contemplarla. Hace unos años le compré un vestido de mil dólares en Ámsterdam".
-¿Habla con ella?
-Le digo ‘hola‘, pero así sentarme a conversar, no. Igual conozco a mucha gente que trata a su muñeca como una amiga, mira televisión con ella...
-¿Y su novia qué opina?
-Mi novia actual no tiene problemas. Pero tuve algunas que me obligaron a encerrarla en el armario.
-¿Por?
-Porque es perfecta. Eso a una mujer la ofende.

El otro Apocalipsis
Más allá de su reivindicado estatus de arte y de su altamente remunerable comercialización como "entretenimiento para adultos", las muñecas hiperrealistas reclaman para sí usos terapéuticos de todo tipo, como combatir la insatisfacción sexual de personas solas, encarceladas o discapacitadas (evitando que la misma degenere en conductas violentas), servir de modelos en terapias sexuales o como estimuladores en bancos de esperma. También la industria robótica se interesa por ella, por lo que en un par de clics uno puede pasar de una página sobre inteligencia artificial a una página con videos de muñecos copulando. La mancomunión parece inminente: mientras que en páginas como intellibuddy.com es posible tener una "conversación" con un dibujito animado, McMullen planea una muñeca "que aprenda de tus preferencias, que adquiera una personalidad propia". Combinado con las aspiradoras automáticas de alfombras, como propone algún forista, ya tendríamos la muñeca biónica ideal.
Mucho más ambicioso en ese sentido es Creator, quien admite hallar placer en "jugar a ser Dios" y se considera el precursor del sexo del futuro. "En breve tendré lista una muñeca que puede caminar -adelantó en diálogo telefónico con SoHo-. Mi meta es construir un androide que no se pueda distinguir de una persona verdadera". Lo único que le falta para realizar su sueño del homúnculo propio -antiguo como la humanidad acaso por su carácter inhumano- son los fondos. Eso tiene sus riesgos: "El 50 % de los que visitan mi página son militares. Ellos están muy interesados en lo que hago. La industria erótica no tiene los 250 millones que necesito. Pero ellos sí". ¿Vendería Creator su alma al diablo para crear su propia Borghild? "No. Preferiría trabajar para los japoneses. O para los árabes. El problema es que el Corán prohíbe tener sexo con ‘seres extraños‘ ".
Con semejantes perspectivas, no es de extrañar que esta temible cruza entre arte, medicina anatómica, robótica, pornografía y elementos castrenses haya tenido no una respuesta dramática, sino de terror. Sobre las muñecas inflables se escribieron canciones tristes ("Yo le di vuelo a tu cuerpo, pero tú me volaste la cabeza", entonó Bryan Ferry, ex Roxy Music) y se filmaron películas sórdidas (Tamaño natural, de Luis García Berlanga), pero las Real Doll debutaron en la horrorosa Love Object (Robert Parigi, 2003), donde se cuenta la historia de una psicópata que destroza muñecas y personas. No todos, sin embargo, ven las cosas con tan malos ojos. El controvertido autor alemán Thor Kunkel también se dejó inspirar por estas Real Golems y ensaya un Apocalipsis pacífico y tierno, un Amocalipsis: "El reemplazo de la humanidad como la especie dominante en la tierra ocurrió de la forma menos esperada. No se necesitaron ‘Terminators‘ o un virus o guerras nucleares. Fue un proceso silencioso y remoto que ocurrió en la oscuridad de un lugar cálido y tierno... la cama. Y con la completa aprobación del hombre".