FRECUENCIA MODULADA
Tengo 48 años, pero mi problema (si es que es un problema) no es de ahora sino de siempre, incluso cuando era mucho más joven. Está relacionado con el segundo polvo. Siempre oí a amigos y a muchos hablar del segundo polvo y del tercero y de “echar el segundo sin sacarla”, etcétera. Pero mi realidad es otra: echo el primero sin problema alguno pero quedo “listo”. No me quedan ganas de más nada por un buen rato (horas). No veo cómo sería posible volver a levantarla y he oído mucho al respecto. ¿Cuál es la verdad del asunto? Saludos,
SEGUNDO CERNADAS
ESTIMADO SEGUNDO CERNADAS
Su paréntesis es correcto: acá no hay ningún problema. El segundo o tercer polvo en un mismo encuentro, a lo largo de, por ejemplo, dos horas, no son expresiones de placer sexual sino espectáculos circenses. Tal vez impresionen a la dama, pero no aportan nada en especial al caballero. La sola idea de echar dos polvos sin sacarla remite tanto a una proeza deportiva que casi la despega por completo del sexo. Tal vez podamos comparar la eficacia de los toros por medio de la cantidad de eyaculaciones, no la de un amante humano. Sí podemos afirmar que un amante satisfecho podrá considerarse aquel que logre retener su simiente hasta que la mujer llegue al orgasmo, o al menos no desparramarla mucho antes. Por lo demás, casi todo depende del azar: tenerla más o menos grande, que ella lo ame, que ella no sea frígida. No es mucho más lo que se puede hacer al respecto. Pero sí desaconsejar más de un polvo por encuentro. Siempre dejar pasar un día entre un polvo y otro. A no ser que deba atender a dos mujeres, en dos momentos distintos, en el mismo día. Si no, es gastarse todo el presupuesto en una sola repartición. Tampoco se recomienda tres mujeres en tres momentos distintos: es un exceso en cuanto a cantidad, pero un receso en cuanto al placer. Por último, no le dé tanta importancia a lo que cuentan los demás, generalmente es mentira.
El sexo es una de las pocas actividades en que solo podemos confiar en nosotros mismos.
MI EXMUJER
Querido profesor:
El título de mi consulta no refiere a una esposa de la que me divorcié, sino a mi actual esposa, que ya no quiere ser mujer. Seis meses atrás, tímidamente, me confesó: “Me siento menos mujer”. Pensé que se trataba de un problema de autoestima, que yo no la atendía lo suficiente, que no reparaba en ella. Pero me desmintió por completo. Se manifestó satisfecha con mi amor y segura en mi compañía. Sin embargo, siguió: “Siento cada vez más que soy un hombre en el cuerpo de una mujer”. Le pregunté si le gustaban otras mujeres, si deseaba tener pene, es decir, ¿de qué modo se expresaban, físicamente, esos sentimientos? Me explicó que no: ella se siente un hombre, homosexual, pasivo. Le gustan los hombres, pero como hombre. Quizás alguna vez le gustaría probar con una mujer. Pero no necesita modificar su cuerpo de modo alguno; solo que la trate como a un hombre en la cama, y que de vez en cuando la llame “Mario”. Ella se llama María.
MARIDO EN VILO
ESTIMADO MARIDO EN VILO:
Mientras llegan cientos de cartas de verdaderos maridos en vilo, quejándose de la frialdad de sus esposas, temiendo engaños, tratando de leer las mentiras en los gestos, respondo precisamente la carta de aquel a quien su esposa le cuenta toda la verdad, se declara satisfecha con su amor y se le entrega completa. Soy injusto, pero su caso me apasiona. Su esposa le está reclamando de modo directo sexo anal. También le está ofreciendo mamadas de inusual pericia. Y como si esto fuera poco, no se niega a incorporar a una tercera a la cama matrimonial. ¿Y toda esta bacanal por el solo precio de decirle “Mario” de vez en cuando? ¿Realmente le preocupa ese detalle? Tendrá lo mejor de una mujer y lo mejor de un hombre en su propia casa. Un milagro. Como usted sabe, nuestras consultas son gratuitas. Sin embargo, en su caso particular, le cobraremos un ínfimo emolumento, a voluntad: por favor, en cuanto le quede un poco de tiempo, escríbanos contando cómo sigue su suerte.