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15 de noviembre de 2001

El decálogo del buen polvo (II)

Nada más íntimo, excitante y que nos proporcione mayor confianza que usar la ropa interior que ustedes eligieron para nosotras.

Por: Débora Dora

Los hombres, ya lo voy viendo, creen que ser buen polvo es demorar unos minutos más el ansiado orgasmo. “No somos egoístas. Me aguanté todo lo que pude”, dicen y lo confirman cuando describen cómo vieron a la mujer: “se contorneaba, gritaba de placer, ¡se vino!”.

Ya lo dije en una anterior columna: de cada cinco polvos, tres son fingidos. Pero como lo importante es que hombres y mujeres nos pongamos de acuerdo, opto por ampliar el primer decálogo del buen polvo que salió publicado en la anterior edición de SoHo. Intentaré ser específica. Crudamente específica, para ver si, de una vez por todas, convertimos el polvo en el goce que definitivamente debe ser.

11. Los senos: son, sin lugar a dudas, unos de los puntos más sensibles que tenemos. El problema, señores: ustedes se limitan a indagar sólo el pezón. ¿Por qué? ¿Acaso saben cuánto invertimos en masajes, liftings, cremas para que el par de protuberancias brillen por sí solas? Cada seno tiene en promedio un diámetro de diez centímetros. Exploren en los llamados cuadrantes superiores o lo que en un reloj se conoce como la zona entre las 9 y las 3. Besen un poco más arriba. Al pezón lleguen después, cuando ya pidamos, roguemos, gritemos que lo muerdan.

12. Calzones y Brasieres: nos encanta que antes de empelotarnos, miren, quiten, pongan, disfruten. Una mirada voyerista es como un fogón en bajo. Nada más íntimo, excitante y que nos proporcione mayor confianza que usar la ropa interior que ustedes eligieron para nosotras.

13. Caricias: voy a ir al grano. Acariciar a una mujer es todo un arte de suavidad, de saber explorar, de llegar sin asco ni timidez a esas zonas erógenas que tanto nos gustan. Les sugiero una cosa: miren películas de lesbianas y aprendan cómo se acarician dos mujeres. Matemos dos pájaros de un solo tiro: excítense con las lesbianas y al mismo tiempo aprendan de ellas para acariciar a su mujer.

14. Sexo Oral: otro arte. Hay qué saber hacerlo en el momento justo. Debe ser de tanto en tanto. No siempre. Y cuando se haga, hay que ser el mejor de los mejores. ¿La clave? Punta de la lengua, sutil, suave. Con esa punta de la lengua, piense que escribe el alfabeto en el clítoris. Una letra, bien escrita, lentamente escrita. Haga el ejercicio.

15. Masajes: no sólo se masajea la espalda. Se masajean los pies, las piernas, los senos, las orejas, todo. Sugiero, nuevamente, inspirarse en los masajes entre lesbianas.

16. Quickies: el polvo en la mesa de la cocina, en el baño de un bar, en la salida al cine, en el carro. Son los quickies. Los mejores polvos son aquellos prohibidos, los que producen susto.

17. Agua: vaya uno a saber por qué, pero no hay nada que nos excite más que el agua. Hágannos el amor en la ducha, en la piscina, en el mar.

18. Comida: vino en el ombligo, champaña en la entrepierna, chocolate en las pantorrillas, trufas en el cuello. Somos para disfrutar. ¿Qué mejor que mezclarnos con comida?

19. Palabras: no me cansaré de repetirlo. Nuestro clítoris es el oído. Una frase caliente, una declaración de amor no la lancen al aire. Al oído. Susurrado y con lengua besuqueadora de por medio.

20. Preguntas: que se preocupen por lo que nos gusta, que pregunten, que lean técnicas, posiciones. Un hombre con curiosidad sexual nos produce fantasías. De eso se trata. De fantasear para llegar a casa rogando que nos lo pidan.