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14 de agosto de 2007

Entrevista

El regreso de Nacho Vidal

El número uno del porno mundial había anunciado su retiro, pero se aguantó un año. Volvió para probar a las quince Lolitas más heavys del porno español. Gabriela Wiener cubrió para SoHo este maratónico regreso.

Por: Gabriela Wiener
| Foto: Gabriela Wiener


—¿Cuándo puedes venir para que te culee?

Nacho, pantalón comando, camiseta adherida a las tetillas, corte de pelo marcial, sostiene con una mano el teléfono celular por el que habla con la actriz porno Natalia Zeta y con la otra se cierra la cremallera del pantalón camuflado, acomodando con dificultad todo lo que lleva dentro.

—Quiero que acabemos follando los tres. Estoy empalmado de solo pensarlo. No lo olvides: la misma ropa y el culo limpio.

Los tres son Natalia, Sophie y él, el trío despampanante que cerrará con fuegos artificiales al estilo Garganta profunda la película que Nacho se trae entre manos para relanzarse luego de que hace un año anunció su retiro definitivo. Quedan por rodar algunas escenas y el llamado rey del porno está frenético en su situación de hombre orquesta: productor, director, actor y, por lo visto, hasta secretario. Su retorno será por todo lo alto: una versión de un reverse gang bang que incluye a lo más graneado del porno español: quince chicas solo para él y otro retorno, como un orgasmo simultáneo: el de la ardiente y veterana actriz checa Sophie Evans, la primera dama del fellatio, que también alguna vez había coreado su retiro y cuya relación con Nacho se remonta a los tiempos en que ambos, rey y reina, tenían veinte años y debutaban en las noches más ardientes del Bagdad, el puticlub más visitado de España.

***

Estamos en un sombrío edificio rodeado de almacenes sórdidos, al final de una calle llamada Costa Brava, en el barrio de Sant Andreu, en Barcelona, en el que la productora IFG y Nacho hacen películas para gente que se masturba delante del televisor, en privado, en público, solos o en pareja. En una de las oficinas, Nacho se ha puesto de mal humor. Ha citado a las chicas en el Hotel Sants, pero su hombre-cámara no cree que conseguirá una habitación de buenas a primeras. Nacho llama al hotel y consigue en segundos que le reserven una para mañana.

—He hecho como veinte películas en la misma habitación de hotel, tío. Yo cuando veo una película porno quiero ver a una pareja follando, a mí la habitación me da igual. ¿Tú le das tanta importancia a la localización cuando te haces una paja?

En ese mismo hotel, ubicado en un rancio y casposo edificio, justo arriba de la estación central de trenes de Barcelona, allá por el 2005, conocí a Nacho Vidal. Esa noche se celebraba la cena de clausura del Festival de Cine Erótico de Barcelona y toda la crema y nata de la pornografía europea fumaba sobre las sobras de sus platos. Al lado del comedor, un amigo y yo esperábamos a Nacho. Mi amigo, que conocía muy bien a Nacho, me había asegurado que si yo se lo sugería, la estrella X no tendría inconvenientes en llevarme a su habitación.

Al ver llegar a Nacho, recordé todas las veces que había visto esa misma cara de alguna raza de perro intratable emprenderla contra algún cuerpo femenino. No me consideraba una fanática de la pornografía y menos de la esgrimida por Nacho —sexo directo, violento y castigador—, pero sí una consumidora eventual, una pragmática. Siempre que veo fornicar a Nacho en la pantalla pienso que solo tiene dos defectos: su indiferencia por el clítoris y su falta de matices: siempre es rudo y bestia. Y a veces a uno le apetecen otras cosas. Por lo demás, es el violador que toda mujer quisiera encontrar cuando se ha empalagado de hacer el amor.

—¿Así que te gustan mis películas?

—Me gustan las partes en que besas a las chicas en la boca y luego les das una bofetada suave y luego las vuelves a besar.

—¿Ah sí?

—Pero no me gusta cuando les goteas saliva en la boca.

De repente, como si le llegara su turno, Rocco Siffredi entraba en escena. Desde hace unos minutos nos daba la espalda, bebiendo algo en la barra al lado del otro célebre actor Roberto Malone. La máxima figura del porno esperaba que su equipo terminara un improvisado casting que, según vi, incluía probar a una prostituta brasileña que acababan de arrancar del Barrio Chino. Rocco debía entrar a escena, pero había tiempo para que Nacho me presentara como una admiradora. Rocco hablaba y se movía pausada y majestuosamente como un rey o el Dalai Lama del sexo. En un momento inenarrable, estaba en el medio del maestro y su discípulo.

—Te encantaría follarte a los dos a la vez, ¿verdad?

Ni dicha en italiano, la frase de Rocco dejó lugar a la menor duda. El tipo no solo devoraba cuerpos, también leía mentes. Rocco desapareció rápidamente, pero Nacho seguía ahí. Entonces dijo:

—Tengo un regalo para ti arriba, en mi habitación, ¿me acompañas?


* * *

Nacho es el rey de cine X no por su grueso pene de 27 centímetros, sino porque parece realizar el sueño unisex de la agresividad sexual deseada y consensuada. A Nacho no le queda ser dulce, su estilo funciona cuando amarra a sus víctimas propiciatorias, cuando las viola y las amordaza con sus propias bragas empapadas, cuando perfora las gargantas de las que brotan ríos espumosos de saliva en arcadas. Nacho escupe en la boca, en los coños, en los culos de sus compañeras de reparto y ellas quieren parecer agradecidas. Mete a las pobres actrices dentro de minibares, las penetra sobre falsas telarañas, les rompe las medias, las ahorca.

No es cierto que a las mujeres no nos gusten algunas de estas barbaridades. No es cierto que abominemos del sexo anal, que repudiemos el semen corriendo como lágrimas por nuestros ojos, que nos sepan mal los fellatios, que nos duelan las cachetadas en las nalgas y que nos resienta que nos llamen putas al oído. No hay nada de machista en eso. Es solo sexo. Lo que pasa es que, por lo general, no es lo único que a las mujeres (y seguro tampoco a los hombres) les gusta. Pero el porno es el porno, el mercado manda y hay gente que vive de eyacular en la cara de las mujeres e incluso gente que se hace muy rico con ello, como Nacho. Alguien bastante básico, casi sin educación, que ha leído solo dos libros en su vida y apenas sabe inglés, pero que ha hecho de su pene y sus malos modales su exitosa marca registrada.

Nacho nació en Mataró, un pueblo de la Costa Brava a pocos kilómetros de Barcelona, y fue bautizado como Ignacio Jordá González, el nombre que le pusieron sus padres antes de saber que su hijo les daría todo lo que necesitan gracias a sus habilidades sexuales. Antes de convertirse en una máquina insaciable, un serial killer del porno que no falla nunca y que ha sido capaz de proezas tales como rodar hasta 47 películas en un mes, follar con 101 mujeres en el mismo día y eyacular dos veces seguidas.

Desde ese entonces, el sello personal de Nacho ha sido siempre la autenticidad: él no folla, hace el amor, él no finge, él siente, él no actúa, él vive. No importa qué haga el resto del día, su polla es el centro neurálgico de su vida y de los que la siguen: ya se sabe que no cabe en un vaso de cubata, que se "amorcilla", como se dice en este país de embutidos, en tres segundos, con una breve caricia en el capuchón, que jamás usa condón, que ha sido perennizada en blanco y negro por el fotógrafo bandera de La Movida Alberto García Alix, que la reina Sofía tuvo que hacer como que no la vio al pasar al lado de la fotografía en la inauguración de la feria de arte de Madrid, Arco, y que ha nadado en estilo mariposa junto a Miguel Bosé. El pene de Nacho no tiene una vida propia, tiene muchas vidas y pertenece al mundo, a la raza humana, como alguna de las nuevas siete maravillas.

Su estilo ya lo ha definido él: "Soy un gonzista nato. No me gusta fingir. No me interesa contar historias y hacer posturitas. Prefiero grabar las escenas de sexo en directo, sin cortes, manejando la cámara yo mismo. Me vuelvo loco con los imprevistos. Me dan morbo. El porno químicamente puro es eso: un tío, una tía y una cámara en una habitación de hotel. No, mejor: ¡Un tío con una cámara y dos o tres tías!".

Nacho ha recorrido todos los caminos, de actor a productor y director de sus propias películas. Han pasado tres años desde que se publicara su biografía Nacho Vidal: confesiones de una estrella porno, escrita por el periodista David Barba. Tenía treinta años y ya era el número uno: había protagonizado 1.500 películas y follado a 2.500 mujeres. En ese libro revelaba lo inminente de su retiro, sus ganas de tener perros y caballos, de criar a sus hijos en Enguera (Valencia), su Arcadia personal. Hace un año, Nacho declaró finalmente que se retiraba para casarse. La culpable de esa gran pérdida para el género era nada menos que una colombiana.


***

El corredor estaba lleno de gente que entraba y salía de las habitaciones, sujetos que iban medio vestidos y cruzaban de un cuarto a otro. Todo me hacía pensar en bandas de rock en gira, en la típica juerga de hotel, rociada de alcohol y drogas, en groopies frenéticas que dan el golpe con su estrella favorita y se meten en su cama. Solo que en lugar de rock había sexo.

En el suelo de la habitación había maletas abiertas, CD de pornografía y ropa sucia. La cama en el centro del cuarto estaba predeciblemente revuelta. Pero lo más llamativo eran las decenas de réplicas en látex de su pene, como souvenirs de un viaje jamás realizado. Ese año, el actor lanzó al mercado un juguete sexual que es un clon de su famoso cipote y estaba siendo un éxito.

Nacho se acostó orondo sobre la cama mientras yo me abría paso en medio de esa alfombra genital. Hablábamos de la presión de ser el rey.

—En el sexo no hay número uno, ¿sabes? Yo puedo hacerte a ti el Kamasutra entero y tú no sentir nada porque no hay química. Pero puede llegar cualquier pelagatos con un pene mucho más pequeño que el mío, con un cuerpo mucho más feo que el mío y con una cara muchísimo más fea y hacerte flipar.

—¿Y a ti qué te excita realmente?

—Yo he estado saliendo con niñitas que son modelos y me he cansado de ellas, luego me he ido con una niña que tiene un culo gigante que me ha puesto mucho más caliente. O que tiene mucho vello y eso me ha puesto más caliente que una mujer 90-60-90.

El fetichismo de Nacho por el vello púbico era evidentemente reaccionario y revelaba el lado más humano de la bestia.


* * *

Desde hace unos minutos estamos solos, como aquella vez, pero en lugar de una habitación estamos en una especie de sala de reuniones y en lugar de cama hay una larga mesa en la que podría rodarse alguna escena de sexo en la oficina. No hemos hablado una palabra de aquel encuentro en el Hotel Sants, hace por lo menos dos años. No sé si me ha reconocido y tampoco pienso recordárselo. Nacho pone su silla frente a la mía, nuestras piernas casi chocan. No deja de agitarse, ni de meter la mano en su pantalón de soldado. Todo le excita y si no supiera que tiene un miembro de casi treinta centímetros diría que está padeciendo una erección.

—¿Cuál es el feeling de esta nueva peli?

—Hay quince tías, hay quince escenas y es mucho material como para que la gente esté en casa matándose a pajas unas tres horas.

La nueva película de Rocco, como corresponde a una película porno que se precie de ser un éxito, casi no tiene argumento: un concurso para elegir a la Miss Actriz Porno española. Vidal y Evans ofician de jurados y premian a la más agraciada después de probar toda la mercadería. La nueva generación de starlettes folladas por Nacho. Y sobre todo Natalia Zeta, la ganadora.

—Físicamente es un pivón y sexualmente es una bomba. Le pone supercaliente trabajar. A mí me encanta y tiene solo 21 años. Me encanta que una mujer disfrute de su trabajo. Lo otro es trabajar con una persona que está mirando el reloj continuamente o que se dedica a la prostitución y que lo que quiere es terminar el trabajo e irse a casa.

El rodaje, según Nacho, fue como rodar en la mansión Playboy. En un chalet de lujo, con una piscina de ensueño en la que estas quince mujeres increíbles se paseaban en bikini y se "comían los coños" entre ellas, en un ambiente de fiesta y de sexo muy divertido.

—¿Por qué haces porno además del dinero?

—Lo único que quiero es que la gente disfrute. Yo veo muchas películas porno y me masturbo viéndolas. Por eso quiero que la gente se masturbe. Es lo que decía antes a ese chico: a mí me importa una mierda donde estoy. Yo te hago el amor entre estas cuatro paredes y a mí no me importan las cuatro paredes, a mí me importa si tienes pelo o no en el coño. ¿Me sigues o no me sigues? Eso es todo lo que quiero saber.

—Ajá...

—Entonces, todo lo demás está demás. Yo siempre he trabajado para la gente que está en casa y se quiere masturbar, no para la gente que toca el control remoto cuando hay un coche y una casa de puta madre en la película. Y dejan la mamada. Yo no trabajo para esa gente, ¿entiendes?

Sí lo entiendo. Lo he visto follar sobre dos ruedas de camión, dentro de una jaula, en una silla, en el suelo de un apartamento sin muebles y, por supuesto, en una habitación de hotel. Cuando Nacho escupe en la boca de una mujer el mundo se vacía de contenidos.

* * *

Rocco era el rey hasta que llegó Nacho, pero el nuevo rey se quita la corona y la estrella contra el suelo. Exige que lo derroquen. Dice que lo único que le daría un trono es el estrés de que nadie se lo quite.

—Que se siente el que quiera, es suyo.

—Rocco fue tu mentor. ¿No tienes tú discípulos?

—Yo ya trabajaba en el porno y era alguien cuando conocí a Rocco. Ya había ganado premios y ya era número uno en España. Yo trabajé mucho con Rocco y él me nombró su sucesor, lo que creó toda esta parafernalia a mi alrededor que a mí no me gusta nada, pero bueno, tienes que vivir con ello y escuchar todos los días que eres el número uno, que eres el rey y quién te sucederá y todas esas chorradas...Rocco me apoyó muchísimo, pero nunca me enseñó absolutamente nada. A mí nadie me ha enseñado a hacerle el amor a una mujer.

Nacho puede darse el lujo de menospreciar a Rocco y urdir una trama de marketing de idas y venidas para no perder vigencia. Es sabido que los retornos venden y más si incluyen, como su nueva película, quince polvos seguidos con quince chicas distintas. El mundo del porno está lleno de falsos retiros y falsos retornos, pero lo de Nacho tiene una explicación más simple.

—Lo que pasa es que cada vez que termino con mi mujer, me da por trabajar.

Para quien no lo sepa, su mujer se llama Franceska, es una modelo colombiana experta en masaje tailandés que hoy por hoy se pasea por Barcelona con un Nachito de nueve meses dentro de su barriga. Todo va bien con Nachito, su verdadero sucesor, y también con la relación que mantiene con esta guapa modelo que hasta le ha contagiado su acento colombiano. Nacho le ha prometido que le abrirá un centro de masajes tailandés en Valencia, para que se entretenga.

—Estamos, terminamos, estamos, terminamos. Me parece que esta película es lo último que voy a hacer hasta que me vuelva a abandonar.

En los últimos años a Nacho le ha ido bien: se ha retirado, ha vuelto, ha figurado en alguna que otra película sin X, ha abierto un restaurante propio en la Isla de Formentera, se ha casado, pero también lo han perseguido algunos episodios absurdos, como aquella vez que lo apresaron y deportaron de México solo por hacer pelis porno o, más recientemente, la denuncia de malos tratos de su ex mujer y madre de su primera hija, Candela, de la que salió bien librado tras retirar ella la denuncia por falta de indicios. Suele pasar que la gente confunda al personaje con la persona y a veces cuesta creer que alguien que tiene sexo como si tuviera una pelea, pueda ser un angelito con sus mujeres.

—A mí, ella me ha pegado, escupido, empujado, amenazado, me ha tenido semanas sin ver a mi hija si yo no le daba un dinero. Pero como eso no vende no ha salido en la televisión.

Ahora que ha vuelto al porno (o a su mujer) sus planes son los mismos: criar hijos y caballos.

—No es algo que me caliente demasiado la cabeza, pero si puedo dejar todo esto algún día y estar en mi casa sin hacer nada, pues lo prefiero.

—¿Cuándo será eso?

—Tengo 33 y dije que me retiraría a los 33, o sea que ya me toca.

—Di la verdad: ¿por qué has vuelto?

—Porque me quedé solo y me apetecía follarme a quince hembras.

—¿Hay alguna con la que te falte estar?

—No, pero hay una que me gustaría follarme en este momento.

—¿La razón de que tengas el pantalón abierto es que la tienes muy grande y te incomoda?

—No, es que estoy erecto desde que estoy sentado aquí contigo.

***

¿En realidad nos excita la idea de que un tipo borde nos trate como un trozo de carne fresca, nos reprenda a golpes, nos llame zorras y que proceda a vaciarse en nuestra cara recién maquillada? ¿Nos excita alguien como Nacho Vidal? Desde hace un tiempo, en España y Europa hay un grupo cada vez más activo de mujeres que tienen otra visión del porno, como la española Sandra Uve o la sueca Ericka Lust. No se trata de películas "eróticas" o de contenido soft, sino porno puro y duro, pero que propone otras estéticas y otros clichés: chicos guapísimos tirando con mujeres normales (en lugar de cerdos peludos tirándose barbies), orgasmos femeninos verdaderos, menos mete-saca y cero componente de humillación, ni semen en la cara, ni anales criminales. La idea tampoco es hacer una revolución, no se trata de invertir los papeles, no se trata de humillar a Nacho, pero quizá sí de verlo disfrutar alguna tarde de estas con el sublime sexo anal que es capaz de ofrecerle una chica y su consolador. Y ni siquiera tiene que ser con el consolador patentado por él mismo.

—Yo me acuerdo de ti —dice de repente en voz muy bajita.

Y a mí también me da por recordar. Antes de irme de su habitación, aquella noche en el Hotel Sants, Nacho me informó que todavía no me había dado mi regalo. Metió la mano en una de las maletas y sacó algunas de las réplicas de su largo y grueso pene.

—¿Cuál quieres? ¿La buena o la mala?

—La mala.

Así que me dio la mala, la más mala de todas. Desde ese entonces he usado el clon de su polla en soledad viendo algunas de sus películas. La he llevado a mi oficina para mostrársela a mis compañeras de trabajo. He jugado a la doble penetración, pero siendo absolutamente sincera, al suyo le falta un vibrador clitoridiano incorporado para ser el juguete ideal, así que he terminado por adherirlo permanentemente a mi ventana como un objeto de arte conceptual para colgar toallas o sombreros.

Pero hoy, que he vuelto a verlo, el "hombre que susurraba a los coños", ha susurrado algo como:

—¿Usted tiene los pelos en el coño?

—Eh...

—¿Los lleva crecidos?

—Eh... sí.

—¿Sí? Muéstremelos, por favor, quiero ver sus pelitos...

—Mmmm. No.

—Sí, por favor, solo un momentito.

Ya no sé cuántas veces le he dicho a este semental que no se los mostraré, pero es lógico que no me cree. ¿Cómo negarse a complacer con una minucia al desesperado rey del sexo, cómo dejar al matador ahí rogando, qué clase de porno extraña es esta?

Cuando veo brotar su mítico miembro por encima del pantalón verde y muy cerca a mi grabadora, Nacho sosteniéndolo como si el pene fuera capaz de liberarse de su dueño y atacarme, decido mostrarle durante un segundo eterno, por una esquina del bikini, la deseada selva negra y triangular. No sé qué gracia le encuentra al asunto, pero ha eyaculado en un segundo sobre mis zapatos. No sé por qué, pero al irme con mis zapatos manchados siento que he vengado a todos los pedazos de carne de mi especie que alguna vez le ofrecieron su cara.

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