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12 de junio de 2006

Me importa un soberano pito el fútbol

Por: Conchita

No veo por qué las mujeres ven el fútbol como un enemigo, cuando en realidad es el mejor aliado para un buen polvo (si el pito se para, por supuesto, y no propiamente el del juez). Tengo un par de fechas memorables para el álbum. Una fue una fecha final del fútbol italiano. La verdad no recuerdo bien cuáles eran los equipos. Si no estoy mal, eran el Parma y la Roma. Durante el primer tiempo estuve atenta al partido (como si me interesara mucho el fútbol) y cuando ya tenía ganado terreno con mi novio por ver juiciosa el partido, sin hacer comentarios sobre los jugadores churros ni cambiar de canal, empecé a meter mano con la proeza con que Maradona lo hizo para lograr ese gol contra Inglaterra en el Mundial del 86. Imitando a Dieguito, como quien no quiere la cosa, las condiciones se fueron dando -como dicen los futbolistas en ese loop infinito que parecen sus declaraciones en los noticieros- y de repente me encontré encima de él moviéndome al compás de una barra brava que no entendía, pues no sé nada de italiano. Sabía que no me iba a mirar ni por casualidad, así que decidí montarme de espaldas a él y de frente al televisor. La sangre bullía por la emoción del fútbol (qué me importaba a mí por qué razón bullía si su volante de creación se erguía tan rígido como una pieza de futbolín). La falta de concentración de mi novio, mezclada con su pasión futbolera, hacían de él un semental que hubiera perdido por Doble U el cotejo, pues por más fintas que yo hiciera, él nada que llegaba, y yo, feliz.
De repente todo se vino abajo. No me refiero al pito, que era lo único que no dejaba de estar en alto. Me refiero a que en la pantalla, mientras los árbitros enloquecían, todo el público bajó en estampida por las graderías y, así, en manada, como un hormiguero, llegaron hasta los futbolistas y les bajaron las pantalonetas a todos. El menos apetecible era Batistuta, para que las mujeres que leen esta columna se den una idea del festival de "Davides" que caminaban por la cancha empapados en sudor, resoplando, cansados de correr y preocupados por el final del partido, que había sido suspendido por la locura del público. Mi novio no podía estar más confundido, pero por algún extraño motivo seguía firme en nuestro encuentro. Yo fantaseaba con todos y cada uno de los jugadores que desfilaban frente a mí, unos sin camiseta y otros en calzoncillos. Él quería alcanzar el control del televisor para cambiar de canal, pero me oyó gemir tan fuerte que se olvidó de sus rivales de la caja tonta y gritó de placer al unísono, como si fuéramos Rincón y Valderrama celebrando el gol que le metieron a Alemania en el tiempo suplementario de ese partido del Mundial Italia 90. Al tiempo que los ánimos bajaban en Italia, su valiente número 10 se retiró de la cancha con el orgullo de haber logrado en mí un orgasmo olímpico. Sabrán entender que después de esto no me importó averiguar cuánto quedaron Roma-Parma (3-1, lo averigüé con un amigo para no dejarles la inquietud).
Me parece tan estúpida la fiebre de fútbol de los hombres, como la histeria colectiva de las mujeres porque ellos quieran ver todos los partidos habidos y por haber. Igual nivel de apasionamiento revisten ambos bandos, por lo cual me declaro neutra, no por complacerlos, señores, sino porque prefiero hacer del Mundial un largo partido amistoso en el que la pasión sexual se mantenga invicta y aprovecharme a como dé lugar -así sea fuera de lugar- de esa otra pasión que enloquece a los hombres.

Algunas reglas del fútbol
aplicadas al sexo

Tiempo muerto: Los equipos tienen derecho a un minuto de tiempo muerto en cada uno de los periodos. Digamos que si ya es inaplazable, y lo único que puede retardar el final es un minuto sin jugar, se les concede, pero al reanudar el partido tienen que mostrar el mismo rendimiento. Serán amonestados los jugadores que retrasen la reanudación del juego.

Posiciones: El guardameta podrá cambiar su puesto con otro jugador. No nos dejen siempre en el arco esperando sus disparos. Déjennos mostrarles que, como Chilavert, también sabemos movernos. Es infracción restringir los movimientos del guardameta de forma antideportiva.

Gol de oro: Aunque ya no existe, se les concedía a los equipos que no lograban meter gol en los noventa minutos reglamentarios de un partido. Se supone que eran 15 minutos, pero si uno de los equipos metía gol, ganaba y se acababa el partido. Lo mismo con nosotras, eyaculadores tardíos: la cosa de ir y venir de un lado a otro se convierte en algo mecánico que aburre. Llega un momento en que, si no meten gol, nosotras hacemos nuestro gol de oro y acabamos el partido sin que ustedes puedan terminar.

Juego brusco grave: Un jugador será culpable de juego brusco grave si emplea fuerza excesiva o brutalidad contra su adversario en el momento de disputar el balón en juego. Para el sexo, fíjense bien en esa palabra "excesiva". Nadie ha dicho que la fuerza no es aplicable.lo que sí no se acepta es la brutalidad.

Tijera o chilena: Se permite la tijera o chilena siempre que, en opinión del árbitro, no constituya una acción peligrosa para un adversario. El nombre de esta finta en el sexo implica a otra mujer, cosa con la que ustedes estarán felices, claro. Pero tengan cuidado, porque a veces por una simple tijera se pone en peligro a otro jugador. Algo se rompe y luego es irremediable.

Penalti: Si se portan mal, muy mal, y llevan un ritmo considerable en el torneo, durante algún partido se les concederá un tiro penal (el equivalente a un quicky) sin ningún tipo de queja. Podrán marcar un gol directamente y sin chistar, pero no vayan a cometer el error de Baggio en Italia 90, porque a punta de penales se puede perder todo el trabajo de varios partidos.

Mano intencionada: La mano intencionada se castiga generalmente con un tiro libre directo o penal, si la infracción se comete en el área penal. Lo mismo aplica en el sexo: el que meta mano tendrá lo suyo, sin lugar a dudas. Y si es mano intencionada, con mayor razón.

Malograr una oportunidad manifiesta de gol: Se expulsará a un jugador que por la intervención inaceptable y antideportiva impida marcar un gol. El hombre que de repente detenga el juego cuando uno ya está justo a punto de anotar un tanto, solo merecerá la expulsión inmediata de la cancha.

Simulación: Todo jugador que intente engañar simulando lesión o pretendiendo haber sido objeto de infracción se le amonestará por conducta antideportiva. Esta regla la pueden aplicar más los hombres contra las mujeres, que muchas veces se excusan casi tirándose al suelo para fingir dolor. En el sexo toda simulación es una falta, tanto del hombre como de la mujer.

Lesiones: Si en realidad la mujer o el hombre tienen una lesión, es mejor que vuelvan a jugar partidos de ligas menores, a menos de que encarnen el caso de Ronaldo, a quien se le perdonan sus dos lesiones por apariciones magistrales anteriores y posteriores.

Celebración de un gol: Por más que esté permitido que los jugadores expresen su alegría cuando marcan un gol, la celebración no deberá ser excesiva. Los gemidos exagerados, tanto en hombres como en mujeres, dejan de ser un aliciente si se repiten cotidianamente. Adiós a las hienas y a los osos escandalosos.

Control de dopaje: Se permitirá el uso de drogas por uso terapéutico estándar. Para los que creen que son mejores en la cama cuando están borrachos, no se equivoquen. Digamos que el dopaje en el sexo es muy interesante, pero si supera esos niveles estándar, puede echarlo todo a perder.

Tarjeta amarilla: Después de dos faltas graves, el jugador será expulsado del partido. A mi juicio, los hombres también merecen dos oportunidades. Si al segundo polvo confirman su bajo rendimiento, deben ser expulsados sin remedio. Y no es necesario que sea durante el mismo partido, también son acumulables y su número varía, según el torneo (en el sexo, más bien, según el jugador).

Fuera de lugar: Se está fuera de lugar si el jugador se encuentra más cerca de la línea de meta contraria que el balón y su penúltimo adversario. Esta regla casi nunca la entendemos ni tenemos por qué entenderla las mujeres, porque ustedes muy pocas veces nos permiten esa ventaja. Los únicos que deben entenderlo son ustedes: es importante que nosotras estemos en línea cuando ustedes van a alcanzar la meta.