Costeño beach | Foto: instagram

Historias

Guachaca, la historia detrás de una ‘joya oculta’ construida por dos hermanos

Por: soho.co

Esta es la historia de ‘la zona de hostales más cool de Colombia’, el destino más apetecido por los viajeros que quieren evitar los centros turísticos para poner el celular en modo avión y convivir con la naturaleza.

Algunos la denominan ‘la zona de hostales más cool de Colombia’, otros en cambio lo llaman Playa Costeño o Guachaca, y otros, la denominan la catedral (por su forma arquitectónica), se trata de una franja costera ‘olvidada en medio de la naturaleza’. Un pequeño municipio del Magdalena que se ha vuelto muy popular entre los viajeros por ser un conjunto de hospedajes frente al mar donde se mezcla la multiculturalidad, el buen gusto, la gastronomía y el surf.

Este increíble paraje -aún desconocido por muchos- lo descubrieron hace aproximadamente 14 años dos hermanos canadienses que llegaron a Colombia con el propósito de aprender español y surfear. “Me acuerdo que tomaba la buseta y llevaba mi tabla en el brazo. Sentía las miradas curiosas de las personas porque nunca antes habían visto una tabla de surf”, cuenta Colm, un canadiense de 40 años, ojos claros, cabello corto y rubio, de aproximadamente 1,85 metros de altura, delgado, tímido, amante del surf, denominado por algunas turistas que aterrizan en dicho destino, como el ‘sireno del mar’ por su gran atractivo físico, quien para ese momento, era estudiante de biología genética en Toronto.

“Mi hermano Brian me propuso construir algo en esta zona, nos fascinamos por la ubicación, la gente y la cultura, pero justo al mismo tiempo, en mi trabajo me estaban ofreciendo un gran proyecto. Además, tenía la posibilidad de hacer un Máster en Biología sobre células madres. No sabía qué hacer y al final conseguimos unas tablas y fundamos una escuela de surf. Lo curioso es que no sabíamos surfear, era algo nuevo, no teníamos mar donde vivíamos y así fue como empezó todo”, reveló el canadiense algo apenado, luego de confesar los inicios de lo que hoy es uno de los hospedajes más apetecidos por los jóvenes viajeros.

Los hermanos se dividieron el trabajo: Colm que era el más introvertido, así que él se quedaba en la finca con las tablas y Brian, que era más sociable, iba a Santa Marta a buscar clientes. Luego de seis meses se acostumbraron a vivir en carpas, cocinar, dar clases de surf. Se inventaron además toures donde vendían el conocido ‘all inclusive’. Así pasaron otros seis meses, llenos de vivencias y se les ocurrió comprar un volkswagen para dormir en la noche y transportar a los clientes en el día. Una vida Bohemia le llaman.

“Después de un año nos dedicamos a buscar tierra, para ese momento nuestro pequeño emprendimiento se llamaba Costeño Surf Camp y para crecer necesitábamos recursos, así que decidí viajar a Canadá en busca de plata por unos meses mientras mi hermano buscaba el dueño de la finca donde habíamos puesto “nuestro negocio””, recordaba Colm sentado en la sala de su casa, con una bata larga estilo playera, mientras acariciaba su perro blanco de raza criolla. La diferencia entonces entre los extranjeros y los colombianos, en términos de conseguir recursos, se reduce a las oportunidades, por ese motivo a los foráneos les resulta más fácil ir y volver con un gran monto de dinero en pocos meses.

Los hermanos canadienses tenían que enfrentarse también a obstáculos legales, es decir, era muy difícil identificar los dueños de la zona. Muchos decían que vivían en Guachaca pero no tenían papeles. No se sabía si la zona tenía líos políticos. Encontraron incluso personas que habían obtenido las parcelas de forma ilegal y por la fuerza. Entonces el trabajo de campo de Brian tardó varios meses, hasta que finalmente encontraron al dueño que tenía un lote que iba desde Cayena (kilómetro 39, vía Troncal del Caribe, Santa Marta) hasta Blue Mango (kilómetro 38, vía Riohacha, Guachaca, Santa Marta).

Hablamos con algunos de los habitantes de la zona, personas que se caracterizan por ser de escasos recursos, de orígenes diversos, mezcla de indígenas, blancos y negros, que habitan en construcciones urbanas y rústicas. Gente que vive del llamado ‘rebusque’ diario. Ellos aseguran que desde que los paramilitares llegaron a la zona, la seguridad aumentó significativamente y hasta el día de hoy se camuflan dentro de los habitantes para proteger a los turistas, evitar actos de violencia, entre otros asuntos. Lo cierto es que las personas se sienten protegidas aunque sea a manos de grupos armados ilegales porque el Estado nunca llegó.

Volviendo a la historia de los hermanos, Colm, sentado plácidamente en un sofá blanco, con un gin tonic en su brazo derecho, completamente descalzo, en su casa que queda dentro de las instalaciones de la franja de hostales más cool de Colombia, recordó: “mi hermano convenció al dueño de la tierra una vez lo halló para que dividiera el terreno en lotes. Nos vendió a nosotros, pero también a otros clientes que llegaron en el camino”, así que fue ‘un negociazo’ el que se hizo este hombre, recuerda el canadiense. “Nos juntamos con unos amigos de California y comenzamos a comprar terrenos. Mis padres sacaron también una hipoteca de su casa para apoyarnos”. Él lo resumen en una frase: “vendíamos ilusión”. Los hermanos sacrificaron todas sus comodidades por la experiencia humana.

La idea de los hermanos era ofrecer una experiencia para viajeros que buscaban algo diferente y poco a poco se corrió el voz a voz y surgió entre socios extranjeros, amigos de los canadienses, el albergue Costeño Beach, al cual denominan como la Reliquia (kilómetro 39, vía Riohacha, Guachaca), pero también el hostal La Brisa Tranquila, Los Hermanos Beach Hostal, Bohemia Beach y Blue Mango Beach Hotel. Si antes el terreno era una antigua granja de coco, ahora es una zona de albergues donde se tiene que reservar con varios meses de anticipación o de lo contrario no hay forma de alojarse.

Este conjunto de hospedajes poseen características parecidas pero cada uno de ellos ofrece una experiencia completamente diferente. Sus precios rondan entre los $45.000 en dormitorios mixtos, habitaciones privadas desde los $165.000, bungalows desde los $350.000, habitaciones tipo hotel que van desde los $250.000, alquiler de hamaca, entre otros. Costeño Beach tiene el gran diferencial de ser el único albergue con una piscina cuyo diseño resulta muy auténtico. Así mismo, esta franja costera maneja un intercambio de fiestas privadas, donde cada día y en cada hostal, surge un ‘party’ diferente. Por su parte, los amantes de las estrellas fugaces se dan un ‘banquete de ojo’ cada noche contemplando el cielo caribeño.

Así luce la joya oculta colombiana:

Finalmente, rescatando el trabajo de estos dos hermanos, que además de dar albergue a cientos de turistas y promover esta parte cultural del país, junto a otros aliados que se enamoraron de la zona, fundaron una organización sin fines de lucro llamada Costeño Social (kilómetro 40 Vía Riohacha, Vereda San Martín, Guachaca), para educar a los niños, niñas y jóvenes de las comunidades aledañas al Parque Tayrona.

Por redes sociales los usuarios denominan la playa de Costeño como todo un paraíso. Aquellos que van por primera vez quedan maravillados y encantados con sus atardeceres, concepto, vida en la playa, pero sobre todo, con la gran comunidad y diversidad de viajeros jóvenes que llegan a quedarse específicamente en este destino. Indispensable si es de su interés ir: llevar buen repelente para moscos, bloqueador solar, plata en efectivo porque no hay cajeros, reservar con mucha anticipación y verificar la entrada a menores y mascotas, lo demás será disfrutar de la belleza natural que ofrece esta parte del país y de la gran comunidad de personas que van con los mismos intereses e incluso muchas veces a sanar su alma con el cielo y las aguas claras del mar caribe.

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