18 de agosto de 2004

Lo que nunca entendi de los 80

Por: Mauricio Quintero - Edición 54
| Foto: Mauricio Quintero - Edición 54

"Y, ¿de dónde son tus zapatos? / ¡Los traje de Miami! / Mentiras, mentiras. Son Jazz".

Ya empezamos mal y no esperen a que se arregle porque esta cancioncita como muchos otros elementos, pertenece a una década cuya creatividad y estética seguramente fue liderada por venezolanos. Diez años en los que el verbo más conjugado fue ‘engallar‘.

Nunca entendí por qué razón los años ochenta fueron tan lobos. Y el que diga que no, que saque su perro de Yordano o que escriba lo contrario en un grafitti pero con letra de Timoteo. En ese entonces, el neón fue la piedra filosofal de la decoración y el ‘pastel‘ fue el tono con el que se pintó toda una generación. Y si el neón estaba apagado, saltaban los objetos cromados como mesas de centro, lámparas de pie y cuanta porquería vendían para la casa. Es más, podríamos botar nuestras fotos de aquella época y el álbum familiar se embellecería de una manera sorprendente.
Los carros debían parecer de traqueto en ascenso. En la esquina superior derecha del panorámico, calcomanías de Lucho‘s, Beto‘s y Jairo‘s acompañaron a las llantas anchas, resonadores, rines de lujo y equipos de sonido con bafles metidos entre el baúl donde sonaba: ".Me invitaron otra vez, a la casa del ritmo...".
Nuestros ídolos musicales fueron Daiquirí, La Familia André o Wilfrido Vargas. Muchos de ellos nos sugerían que las camisas blancas con palmeras pintadas y gafas de sol, de noche, entre un bar, era algo irresistible para cualquier mujer. En ese entonces, Michael Jackson nos enseñó que si a uno le llegaba a salir una pandilla con navajas y cadenas para atracarlo, lo mejor era tener puestos unos pantalones saltacharcos, zapatos negros de mocasín, medias blancas de toalla y hacerles un bailecito pasándose una mano por el pubis para que a los hampones se les quitaran las ganas de levantarlo a uno.

Las letras de las canciones de Michael y de sus amigos de USA for Africa las aprendimos gracias a Cante en Inglés, una revista que poco a poco fue desplazando a esos amigos del barrio que estudiaban en colegio bilingüe. Claro que no faltaba el otro amigo oriundo de Cúcuta que decía: "Oiga, chamo, cogí un casete de color blanco que era de unos cursos de inglés de mi hermana y le grabé encima Eres la inspiración del grupo Chicago, Haciendo el amor a pesar de todo, No puedo luchar más contra este sentimiento y Hotel California de la agrupación Águilas. cuando se vaya de chupalina con su novia, me avisa y se lo presto para que afloje.".

Luego le tocó el turno al grupo Menudo. Acetatos de Menudo, casetes de Menudo, afiches de Menudo, diarios de Menudo, ropa Menudo. ¿Menudo? ¿Por qué Menudo? ¿Menudo no es esa carne que parece toalla?

Ese fue un periodo en el que por primera vez en la historia de la humanidad, bailar representó un peligro para la salud pública. El break dance generó ventas millonarias en las compañías que fabricaban marcadores con los que se firmaron tantos yesos de los amigos de uno que, a pesar de tener sudadera con capucha, nunca pudieron hacer bien el ‘helicóptero‘.

Jamás pude entender para qué carajos nos poníamos sacos de Shetland encima de los sacos de Ocean Pacific que, además, venían cada vez con el logotipo más grande. Y los jeans, desteñidos y envejecidos a la fuerza, nos los teníamos que acomodar con mantequilla derretida de la entubada tan brava que le mandábamos hacer en la sastrería. La parte inferior de nuestras piernas de pollo terminaba con el detalle de los tenis Reebok (para los que no necesitaban Cante en Inglés) o RedBrook (para los demás).

Nunca supe cómo los hombres tuvimos el valor de invitarlas a Unicentro a comer pizza cuando salían vestidas con unas hombreras gigantes de espuma que escondían debajo de su blusa y que las hacía ver como jugador de fútbol americano. ¿Cómo hicimos para tragarnos de mujeres con cinturones anchos como los que le entregaban al Happy Lora cuando peleaba, faldas de jean, medias blancas, encima de medias veladas y tenis Reebok con la lengüeta por fuera? Asociaciones de padres de familia: ¿por qué permitieron que todos nosotros saliéramos así a la calle?

Esa fue la ropa con la que salimos a recibir al papa Juan Pablo II cuando vino a darle la bendición a Cusumbo, a Ramoncito, a las Supernotas y a Pipo, el marrano de Don Chinche.

Y ahora que hablo de televisión, hay otros interrogantes. ¿Cuántos dientes se rompió el niño que salió corriendo y se fue de jeta en el comercial de Wimpy? ¿Dónde está el Corpavizador de Corpavi? ¿Cómo carajos hacía Inextra para convertir su platón en una lavadora?

Eso en cuanto a la publicidad, porque en programas de televisión la lista de preguntas sin respuesta se alarga. Por ejemplo, ¿por qué demonios los de El programa del millón nunca marcaron el número de mi casa para darnos la oportunidad? Es más, cuando el programa estaba al aire y llamaba alguna tía, mi papá le tiraba el teléfono para que no le fuera a sonar ocupado a Pacheco.

Nunca pude comprender por qué Lina Botero solo presentó Los diez mejores de la música si era una delicia que aguantaba para muchos otros programas. Y nadie me supo responder si el robot utilizado para cerrar las cabinas de la concentración de Concéntrese pertenecía a la misma compañía que volteaba las casillas numeradas donde estaban las Orquídeas Colombianas, el ‘ceda el turno‘ o la Terna de Don Julio E. Sánchez Vanegas. En ese mismo canal me quedó otro misterio sin resolver: ¿qué tipo de software utilizó Reynaldo Moré en su programa Telectrónico para que cuando el televidente llamara y dijera "pow", se disparara una bala destructora que acabara con ciertas naves y les permitiera ganar fabulosos premios? Seguramente toda esta tecnología fue la misma que le permitió a MacGyver manufacturar una bomba con un banano y un clip.

En materia de comedias, nada me dio risa. En Blanco y negro jamás logré descubrir la razón por la cual a un viejo ricachón e ingenuo de Nueva York le dio por adoptar a un par de negritos cachetones exponiendo la virginidad de su hija Kimberly, que se paseaba en calzones por todo el apartamento. Seguramente Willy la descubrió sabroseándose con su hermano Arnold. Pero como todo chiquito es jodido, este habrá hecho esa carita dulce mientras le decía: "¿De qué estás hablando Willy?".
En aquellos años todo lo que vimos estuvo alejado de la realidad. Muchas veces le hablé al Renault 4, al 6, al 9, al 12 y hasta el 18 que tuvo mi papá pero ninguno de estos me respondió como sí lo hizo El auto fantástico. Recuerdo que Los Dukes de Hazzard se metían por la ventana del carro. Bueno, yo traté de hacer lo mismo en el carro de un tío que también era rojo pero casi me atropella una buseta Chicó Miranda que me pasó al lado.

Si nos acordamos de las telenovelas, estamos peor. En ningún momento quedó claro cuántos centímetros de lengua logró meter Amparo Grisales en la faringe del inocente Carlos Vives en Tuyo es mi corazón.

Tampoco se hizo un estudio por parte del Ministerio del Trabajo que nos revelara cuántas muchachas de servicio se vieron afectadas psicológicamente con Teresa Gutiérrez, ya que por culpa de esa señora todos los que veíamos La abuela les cambiamos el nombre por ‘animal de monte‘ y el apellido por ‘india patirrajada‘.
Así lo nieguen los medios de comunicación, los programas que vimos afectaron el comportamiento de todos. Los Magníficos inspiraron la formación de las autodefensas. Carlos Castaño optó por imitar a Anibal Smith. Según él, huye de la justicia porque fue acusado de un crimen que no cometió. Ahora, cuando alguien no encuentra la protección de la ley, sencillamente se pone en contacto con los AUC-TEAM.

Y del mal ejemplito que nos dieron Los ángeles de Charlie, ni hablemos. Tres mujeres trabajan para un tipo al que de manera confianzuda y coqueta le dicen Charlie pero que ellas no conocen. Hay un intermediario gordito y calvo que las contacta, anda armado, les da instrucciones y les paga para que le hagan vueltas a ‘alias Charlie‘. ¿A qué se les parece eso? Tranquila, los rayos equis son para las maletas.

¿Cómo es posible que después de que mataron a John Lennon, un terremoto destruyó a Popayán, trataron de asesinar al Papa, estalló la guerra en las Malvinas, se tomaron el Palacio de Justicia, casi matan a Ronald Reagan, un volcán destruyó a Armero y el sida amenazó con acabar la humanidad, sale en televisión un perro café que habla, que camina en dos patas, que come gatos, que dice venir de Melmac y que usa copete Alf diciendo: "No hay problema"?

Pero, existe un gran misterio. Hay algo que no pude y todavía no he logrado entender. ¿Por qué si los ochenta fueron tan deplorables, tan penosos y tan vergonzosos, yo daría esta década y la otra por regresar, así sea por solo cinco minutos a esa, a la etapa más caraqueña y hermosa de toda mi vida?