7 de septiembre de 2006

El Chupo

Por los pasillos de Caracol apareció Julio Sánchez Vanegas. Buscaba afanosamente un locutor que hablara algo de inglés y que tuviera visa vigente para viajar de inmediato a Estados Unidos. Alguien le sugirió mi nombre y me entrevistó: "¿Así que usted conoce Estados Unidos?"... "Sí, señor..." "¿Cómo está su inglés?..." "Very good."

Sánchez Vanegas llamó a Manuel Drezner, propietario de Ingesón, el mejor estudio de grabación de sonido de Bogotá. "Armando, venga, hable en inglés con el señor Drezner", me ordenó Julio. En ese momento quise que me tragara la tierra. Drezner me hizo algunas preguntas a las que le contesté: "Yes... no... sure... o.k.... good… thank you… y good bye".

Julio Sánchez regresó al teléfono y habló de nuevo con Drezner por unos minutos. Luego me dijo: "Lo espero mañana, a las siete de la mañana, en el aeropuerto. Vamos para Miami a transmitir el concurso de Miss Universo. Usted va en reemplazo de Otto Greiffenstein, que está enfermo. Vaya, hable con ‘el Turco‘ Enrique París para saber qué tiene que llevar".

Años más tarde, me hice amigo de Drezner y, una vez, recordando esta llamada de Julio Sánchez, me dijo: "Me di cuenta de que hablabas poco inglés, pero pensé que era una buena oportunidad para un joven como tú y por eso le dije a Julio que eras la persona apropiada".

Viajé a Estados Unidos en un vuelo en el que, además de Julio Sánchez Vanegas y ‘el Turco‘ París, iba un selecto grupo de periodistas colombianos para transmitir la llegada del primer hombre a la luna. Allí, Julio me bautizó como ‘el Chupo‘, un apodo que llegó a ser más importante que mi propio nombre. Todo comenzó una tarde que se fue de bares con Enrique París. Como aún no tenía 21 años, la edad mínima requerida en La Florida para tomar alcohol, me quedé en el hotel viendo televisión. "Cuando regrese le traigo una chupeta", me dijo y comenzó a decirme ‘Chupeta‘, luego pasó a ‘Chupo‘ y al final del viaje, ‘Chupositorio‘. Desde el primer día, ‘el Chupo‘ me pareció terrible y fastidioso, pero se volvió tan popular que de tanto oírlo a regañadientes me fui acostumbrando a ser Armando ‘el Chupo‘ Plata.