10 de noviembre de 2006

En contra del metrosexual

En contra del metrosexual

Por: Jorge Alberto Mejía H.
| Foto: Jorge Alberto Mejía H.

¿Creyó que todo estaba resuelto? ¿Pensó que su vida podía girar en torno a cosas tan sencillas como el fútbol, la cerveza y los amigos? Pues no. Todo ha cambiado. Sus calzoncillos de abuelo y sus tenis sucios ya no sirven. Ya no puede volver a rascarse las pelotas frente al tele, los domingos por la tarde. Se acabó aquello de ponerse lo que sea para ir a un bar, de estar listo en cinco minutos. Despídase de los días en que era un orgullo cultivar la panza con esmero y peluquearse en cualquier parte.

El 22 de junio de 2002, un tal Mark Simpson acabó con sus certezas. En una especie de manifiesto, titulado Conozca al metrosexual," publicado en www.salon.com, uniformó a todo el género tras la figura de David Beckham acabando, de paso, con la ilusión de una vida segura.

Pero no se preocupe, aún puede cambiar. Solo debe aprender un par de cosas. Puede empezar por identificar el PH de su piel y estudiar qué combinación de productos le va mejor a su pelo. Después, la cosa se complica un poco, pero tranquilo. Con empeño será capaz de reconocer los olores de diez colonias recientes, de identificar las hormas de varias marcas de jeans. Estará al tanto de los colores de temporada en las colecciones de algunos diseñadores.

Claro, tendrá que hacer algunos ajustes en su rutina: cambie las tabernas por lounges, el rock por chill out, el trago por cocteles. ¿Qué tal un Cosmopolitan, para empezar?

Lo que sigue es ir al gimnasio con juicio. Si es posible contrate a un personal trainer que le ayude a perfeccionar sus formas. Luego, vuélvase vegetariano, tome clases de yoga y aprenda a trasplantar orquídeas. Es un mundo sofisticado este, y no hay lugar para antigüedades como usted, como yo, vestidos de camioneros y con modales de primate. Lo que logre en el proceso traerá magníficas recompensas. Podrá disfrutar las maravillas de un buen manicure, gozará cambiando de corte en la peluquería según su estado de ánimo, incluso, llegará a experimentar las delicias del tinte. Si la tiene, podrá compartir con su novia edificantes sesiones de mascarilla y peeling. De pronto hasta se gana un buen descuento por volumen.

Ella estará fascinada, se lo garantizo. Le agradecerá que cuente las calorías de lo que se comen, que caliente la cera para que se depilen juntos y separe citas en el salón de belleza. Se lo comerá a besos cada vez que compruebe que las sábanas combinan perfectamente con las flores que compra a diario para darle vida a su casa.

Pero no se acostumbre demasiado al rol de metrosexual. Tenga siempre presente que esto, como todo, cambia. Pronto vendrá otra moda, y los encargados de vender ropa, cosméticos y accesorios nos dirán que Beckham ha sido superado por, digamos, Ribery.

Entonces será otro Simpson, tal vez Homero y no Mark, quien defina el ideal. Su novia, sus amigos, admirarán de nuevo su barriga, celebrarán sus eructos y comentarán lo bien que se acomoda usted a las bondades de algo tan actual como el papel del retrosexual.

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