15 de febrero de 2010

Lo que nunca entendí de... Centella

¿Cómo será esta serie a los ojos de alguien que la esté viendo por primera vez? ¿Se burlará del atuendo apenas digno de Freddie Mercury en los ochenta?

Por: Antonio García
| Foto: Antonio García

En japonés se llama Gekköu Kamen, "El enmascarado de luz de luna", y fue creado en 1958 por el escritor Yasunori Kawauchi como respuesta a las series occidentales de Batman y El llanero solitario. Un año después saldría del aire debido a que varios niños se accidentaron por tratar de imitarlo. Pero regresaría en 1972, en versión animada y, unos años más tarde, llegaría a Latinoamérica rebautizado como Centella y doblado por actores mexicanos. Y nosotros, los niños de entonces, lo veríamos sin parpadear, mientras luchaba en las pantallas blanco y negro de televisores-mueble sobre los que nuestras madres ponían floreros, porcelanas y carpetas de croché; o a colores, en los primerizos Zeniths, Sanyos y Sonys con pantalla gris de bordes redondeados y control remoto que pesaba libra y media.

La entrada de Wikipedia en inglés, que lo reseña sin mayores entusiasmos, dice: "The show also became very popular in Latin America under the title Capitán Centella", ¿por qué ? ¿qué hizo que este misterioso guerrero motorizado, vestido de blanco, con capa, gafas oscuras y el rostro cubierto por un tapabocas, tuviera entre nosotros semejante impacto? La respuesta es, por supuesto, que teníamos una sensibilidad abonada con denuedo por las telenovelas, las rancheras y las fotonovelas de El Santo. Nada más melodramático, desgarrado, ni con diálogos más estentóreos que Centella. Tanto los villanos como los protagonistas, en su mayoría, son huérfanos que han perdido a sus padres o han sido abandonados por ellos. El Ciber Mago de Hierro, por ejemplo, quedó huérfano porque sus padres murieron en la guerra y quiere apoderarse del mundo para crear un paraíso sin armas. En el capítulo titulado El mago espía descubrimos que el cruel Mago se volvió malo para vengarse del mundo por la muerte injusta que un desconocido había infligido a su hermano cuando ambos eran niños, pero en medio del combate con Centella el mago mata accidentalmente a su propio padre, que aparece de repente en escena. En los últimos estertores, el padre confiesa que él había matado accidentalmente al hermano del mago espía, a su propio hijo, mientras lo entrenaba en las artes marciales. El Hombre Hormiga es un mutante que se reencuentra con su hermana perdida antes de perder la vida. Casi siempre, cuando el enemigo de turno es vencido, el villano principal de la saga (Garra de Satán, el Dr. Dogma, Godam o El Dragón) lo mata. Muchos de ellos, arrepentidos, mueren en brazos de Centella.

¿Cómo será esta serie a los ojos de alguien que la esté viendo por primera vez? ¿Se burlará del atuendo apenas digno de Freddie Mercury en los ochenta? ¿Se reirá, por ejemplo, de que Garra de Satán ponga un clasificado en el periódico para concertar un duelo con Centella?, ¿o que firme una nota "atentamente, Garra de Satán y sus secuaces"? Yo, en una maratón de tres días me vi 37 capítulos y fui muy feliz, como no lo había sido en mucho tiempo. Me encantó que la serie fuera políticamente incorrecta, pues en cada capítulo hay dos o tres asesinatos sangrientos, el inspector Matsuda fuma, el Hombre Murciélago le dice a una niña "dime la verdad o te haré pedazos la cara", Shigeru, apenas un niño, toma una copa de licor, luego dice "esto es delicioso" y todos se ríen complacidos. Se me erizaba la piel cada vez que se oían las típicas risas macabras y aparecían malhechores vestidos con togas griegas, capas, trusas, máscaras o antifaces. Sufría cuando capturaban al pequeño Shigeru, a la frágil Fujiko, al inspector Matsuda o al glotón Gorohachi. Pero siempre, en algún momento, desaparecía el señor Iwai y, de repente, la risa triunfal, el fondo del cielo que se coloreaba con diseños psicodélicos, ¡el viento!, el infaltable viento que hacía ondear la capa de Centella, quien se acercaba en su moto o estaba de pie en el borde de un rascacielos, preparado para la batalla con sus pistolas, su látigo, sus estrellas y sus medialunas. Y, claro, cómo olvidar el himno legendario que acompañaba cada irrupción del enmascarado justiciero que luchaba por la ley y la justicia, aquella canción que todos recitábamos emocionados aunque no supiéramos qué carajos podía significar: Dokono dareka wa/ shira naikeredo/ daremo gaminna shitte iru/ Gekkou kamen no ojisanwa seigi no/ mikata yo yoi hito yo/ hayate noyouni arawa rete hayate/ noyouni satte iku/ Gekkou kamen wa dare deshou/ Gekkou kamen wa dare deshou…