20 de marzo de 2009

Telecaribe

Es tan artesanal, tan irregular, que las razones para no verlo son también las razones para sintonizarlo.

Por: Adolfo Zableh


¿Por qué no dan la cara los señores de los Emmy? ¿Qué hace el jurado del Premio Ondas en horas de oficina? ¿En qué pierde el tiempo el comité del festival de Biarritz? Han botado la vida viendo los canales que no son y no le han explicado a la opinión pública por qué no le han dado uno solo de sus premios a Telecaribe.

Es tan artesanal, tan irregular, tan particular, que las razones para no verlo son también las razones para sintonizarlo; es nuestra obligación sumergirnos en esa recocha disfrazada de folclor que somos todos. Si un canal de televisión refleja fielmente lo que es un pueblo, ese es Telecaribe.

A veces mi mano agarra el control y lo busca mientras tiembla excitada, sin saber con qué se va a encontrar. Un día se topó, en plenas dos de la tarde, con que no había señal porque el controlador de la repetidora de Sampués, Sucre, llevaba tres días sin aparecerse con las llaves por andar mamando ron, sin saber de qué licor se trataba exactamente. Porque esa es la otra, para los costeños todo es ron. El vodka es ron, el vino es ron, el más fino whisky es ron y —Dios nos libre— hasta la más burbujeante champaña también es ron.

Es política del canal restarle trascendencia a todo, por aquello de que hay que "cogerla suave". En plena transmisión de la Serie Mundial de Béisbol entre los Medias Rojas de Orlando Cabrera y los Cardenales de Édgar Rentería, un periodista echó el siguiente chiste al aire: un tipo salió de la casa un viernes y no regresó sino hasta el lunes, la esposa lo recibe emputada y le dice: "¡Qué rico! Te fuiste de fiesta todo el fin de semana", a lo que él respondió: "Rico tú, que estuviste cómoda en la casa, yo llevo cuatro días montado en un taxi con dos bandidas y un conjunto vallenato". Todo esto en horario familiar y mientras Rentería estaba en la caja de bateo con tres bolas y dos strikes en la cuenta. En contraparte, el canal no tiene problema en transmitir un programa llamado Temas de familia los jueves en el cálido horario de las doce de la noche.

Que alguien me explique eso, y que otra persona me diga por qué un día a la mitad de un noticiero los periodistas en la sala de redacción registraban la muerte de Juan Pablo II, pero cuando vieron llegar a la reina del carnaval de Barranquilla con cumbiamba a bordo no se lo pensaron dos veces para levantarse de sus puestos, ponerse a bailar, mamar ron y echar maizena

Eso sí, los temas carnavalescos los toman con la solemnidad de un cónclave papal. Ahí tenemos Palco Quillero, programa que, tristemente, solo lo dan en precarnavales. Instalados en el parqueadero de la Olímpica de la calle 72 arman una tarima que a diario llenan con todo tipo de personajes: gente disfrazada del inspector Gadget, Celia Cruz, un Doctor Chapatín al que cada vez que lo enfoca la cámara mueve las manos como cuando el de verdad decía: "Ya me dio cosa" y un Hugo Chávez que goza sin que mucho le importe que Venezuela se caiga a pedazos. Los disfraces son tan exactos que a veces no se pude decir con exactitud si se trata o no de los de verdad.

Entre canción y canción los presentadores lanzan paquetes de doce rollos de papel higiénico Nube, patrocinador oficial del programa, que hacen que la gente se bote una encima de otra. Y en esta orgía de música, fécula de maíz y productos de hoja sencilla para las posaderas, nunca faltan los ancianos y los niños. Nueve de la noche, un programa de televisión donde no faltan alcohol y toqueteos vulgares entre Hugo y Celia, pero entre la audiencia hay personas mayores de 75 años y menores de diez.

Telecaribe se ha hecho grande en la televisión iberoamericana gracias también a Margarito, un hombre que se disfraza de mujer y sale en un programa que se llama El disparate del humor —imposible encontrar mejor nombre, aunque acá va una humilde sugerencia: El disparate del mal humor—. Además de actuar en sketches de chistes, Margarito tiene una sección donde bombardea a un invitado con preguntas de mal gusto. Si el entrevistado es alguien como Paulo Laserna Phillips, el asunto puede no pasar a mayores, pero si se trata de Diomedes Díaz, el escozor puede alcanzar niveles de película porno colombiana.

Y así, entre demostraciones públicas de amor a las burras, el Festival del plátano en Puerto Escondido, Córdoba, festividad que incluye a un tipo que se zampa diecisiete patacones en menos de un minuto y a una niña de cuatro años que toca el acordeón mejor que el rey vallenato de turno (y también mama más ron que él), Telecaribe sigue al aire, pese a aquella ocasión en que una horda furiosa incendió la sede del canal porque en la parrilla incluyó un programa llamado Tardes de zarzuela.

Solo una cosa le hace falta al canal. Édgar Perea siempre ha querido tener un programa en vivo que se llame Amanecer costeño, un émulo de Día a día o Muy buenos días, esos excelentes espacios de diversión de nuestros canales privados. El horario de emisión ya está definido: lunes a viernes a las doce del día y se hará realidad el feliz día en que el periodista deportivo sea alcalde de Barranquilla.