26 de marzo de 2015

Humor

Si estuviera vivo... Gonzalo Arango

Gracias a su estadía en Londres, Gonzalo Arango descubrió la India y en ella la espiritualidad. Viajó a Delhi con Angelita y allí residió cinco años. Regresó a Colombia en 1982 y se convirtió en ferviente impulsor del movimiento New Age.

Por: Luis Fernando Afanador
Por Luis Fernando Afanador

Después de su viaje a Londres, Gonzalo Arango no volvió a ser el mismo. Un viaje que estuvo a punto de no realizarse: unas semanas antes se había salvado de morir en un choque del colectivo de servicio público en el cual viajaba hacia Villa de Leyva en compañía de la inglesa Ángela Mary Hickie, más conocida como Angelita, su pareja sentimental en ese entonces. El colectivo, que avanzaba por encima de la velocidad permitida, se estrelló contra un camión que invadía su carril. Gonzalo Arango quedó inconsciente y por un momento se temió lo peor. Por fortuna, el centro médico de Gachancipá reaccionó con prontitud y eficiencia, evitando así que el trauma craneoencefálico pasara a mayores. “Ese fue otro milagro”, le confesó Angelita a la prensa aquel 25 de septiembre de 1976 en el que el fundador del nadaísmo pudo haber muerto dejando tras de sí una leyenda de profeta malogrado. “Hubiera sido una pérdida irreparable para el país”, dijo recientemente la ministra de Cultura en el sentido homenaje nacional que se le tributó en la Academia de la Lengua, con motivo de sus 84 años de vida.

“Todo sucede por algo, Londres será mi camino de Damasco”, dijo sibilinamente Gonzalo Arango, el Profeta —como le gustaba llamarse a sí mismo—, después del accidente. Antes, había dicho sobre su publicitado viaje que lo haría para que “los colombianos al perderme… me ganen”. Aunque mucha gente, entre ella sus compañeros del nadaísmo, sospechaba que Gonzalo Arango trataba inútilmente de revivir la imagen de líder visionario que ya no tenía. Había renunciado al nadaísmo: “¡Qué falta de fe en la vida seguir creyendo que el nadaísmo es la salvación!”; a la rebeldía: “poeta de la acción”, llamó a Carlos Lleras Restrepo, el presidente que mandó tanques de guerra a la Universidad Nacional; y se había entregado en cuerpo y alma a Angelita, a su religiosidad y a sus búsquedas místicas. Angelita pensaba que en Londres juntos encontrarían a Jesucristo. “Cuídate de Londres porque allí las mujeres entierran a sus maridos en el jardín”, le advirtió su amigo Eduardo Escobar la última noche que se vieron, en una fiesta de reconciliación con todos los nadaístas.

El único Jesucristo que Gonzalo Arango encontró en Londres fue Jesucristo superestrella, el musical que era furor en la ciudad cuando ellos llegaron, a finales de 1976. Londres no era propiamente el lugar para encontrar a Jesucristo entre los conciertos de Sex Pistols, Bob Marley y las bombas del IRA. Era más bien una buena plaza para hacer periodismo y la oportunidad de revivir su gloriosa época de cronista. Ser corresponsal de El Tiempo en Londres le pareció una gran idea. Se lo propuso a su director, Hernando Santos, pero él le tenía reservado algo mejor: “Mijito, más bien columnista, el nadaísta columnista”. Parecía la venganza del establecimiento —y esa en época El Tiempo era el establecimiento— contra el muchacho talentoso de un remoto pueblo de Antioquia que a finales de los años cincuenta había conseguido sacudir a un país pacato, católico y conservador, con sus palabrotas y sus sacrilegios. Gonzalo Arango aceptó: “No pude resistir semejante cañonazo”, le confesó a la revista Cromos, al celebrar sus 35 años como columnista.

Gracias a su estadía en Londres, Gonzalo Arango descubrió la India y en ella la espiritualidad. Viajó a Delhi con Angelita y allí residió cinco años. Regresó a Colombia en 1982 y se convirtió en ferviente impulsor del movimiento New Age. “Nuestros cuerpos están contenidos dentro de nuestra conciencia, y nuestra conciencia no está contenida dentro de nuestro cuerpo”, era uno de los planteamientos que desarrollaba en sus multitudinarias conferencias. Fundó la librería Teosófica, y el presidente Belisario Betancur lo nombró asesor cultural de su gobierno y posteriormente embajador en la Argentina “para que me cuide a Borges”, según dijo en su discurso el día en que lo posesionó. El Profeta ha colaborado en asuntos culturales en todos los gobiernos posteriores a Betancur, con excepción del segundo periodo del presidente Uribe. “Es un hombre poseído por el diabólico”, dice lacónicamente cuando se le pide alguna explicación. Actualmente, vive retirado en su finca de Jericó y dedicado a velar por la Fundación Gonzalo Arango.

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