15 de diciembre de 2004

Moditas play

Por: Antonio García Ángel

Hace unos años todo el mundo brindaba como se le daba la gana. Ahora hay que brindar con la izquierda y mirándose a los ojos, para que se repita y para evitar siete años de mal sexo. Pregunta: antes, cuando no se habían inventado esa vaina, ¿todo el mundo tiraba mal?, ¿los brindis no se repetían? Y ahora uno ve a la gente estresada cuando hace un brindis, pelándole el ojo a todos los presentes para evitar los maleficios. ¿No es ridícula la cosa?
Hace poco el doctor Casas, en La W Radio, empezó una campaña contra la fondue (es femenino, sí, señores). Discrepo de su argumento: que es jarto que lo inviten a uno a cocinar. A mí la fondue me parece buenísima. Además de que sabe rico, tiene la cosa lúdica de chuzar la carne o el pan y meterla en el caquelón. Me revive las épocas en que jugaba con plastilina, se parece a cuando uno hace una fogata con los amigos. El problema no es que a Casas Santamaría le disguste, sino la masa acrítica de gente que le gustaba y ahora abjura de la fondue porque "dijeron en La W".
A propósito: amo la sudadera, adoro la sudadera. Es la prenda más cómoda del mundo. Además es un placer salir a comprar el pan en sudadera, ir a hacer mercado en sudadera, salir los domingos en sudadera. Me encanta. Para espanto de todos los antisudaderistas, la mía es color gris ratón, como manda el mal gusto. Y la llevo con orgullo.
Otro día a alguien se le ocurrió que era de mal gusto tirar con medias. En Montería, en Bahía Solano o en Mocoa, además sería un despropósito. Pero en Bogotá, en Ipiales o en Popayán, o en donde sea si uno tiene frío en los pies, debería ser lícito. No, la etiqueta manda quitarse las medias no importa que el clima sea de cuatro grados centígrados. Reivindico el derecho a dejarse las medias puestas. Nunca me las he quitado si no amerita, y menos mal nunca me hicieron el reclamo.
Yo recuerdo que, en la casa paterna, yo tenía mi pieza. Y cuando contestaba el teléfono y me preguntaban dónde estaba, yo respondía sin pena que en mi pieza. Y todos tenían su pieza: la pieza de mis hermanos, la pieza de mis papás, la pieza de la empleada. Como en el 94, más o menos, ya se volvió "de indios" decir pieza. Ahora todos dicen cuarto y actúan como si nunca hubieran tenido pieza, y cuando utilizan la palabra le ponen acento barriobajero: "páguele pieza", "eche pa‘ la pieza".
Otros ejemplos de nuestro español colombiano, acomplejado y arribista: no se puede escuchar, el que escucha es un indiazo: sólo se puede oír. Según el diccionario de la Real Academia, escuchar es "prestar atención a lo que se oye", mientras oír es simplemente el acto mecánico de percibir sonidos; pero ahora sólo se puede oír porque así es que uno demuestra que es de buena familia, educado. Tampoco se puede colocar, qué tristeza. Colocar, según el mismo diccionario, en su primera acepción es "poner a alguien o algo en su debido lugar"; eso quiere decir que si yo le pido a alguien que coloque el tomo 18 en la biblioteca, deberá ubicarlo entre los tomos 17 y 19, donde le corresponde; y si le digo que lo ponga en la biblioteca, lo puede dejar en cualquier lado mientras sea en un anaquel. Claro, no se vale "colocarse bravo", pero eso no era para expulsar esa palabra para siempre del vocabulario.
Ah, esta es otra que es bien pintoresca: aquí, como nadie es capaz de llamar a las cosas por su nombre, en la televisión les daba pena decir culo, cosa que en España, por ejemplo, es normal: "La crema tal protege el culo de su bebé", "el culo de tal actriz es muy bonito", etcétera, sin problema, sin complejos. Acá no, acá a algún imbécil en un noticiero, cuando estaban transmitiendo el reinado, se le ocurrió decir cola. Cola es, según la RAE, "extremidad posterior del cuerpo y de la columna de algunos animales", como la de los perros o los caballos. Pero acá no podían decir culo (¡oh, santo Dios, es una grosería!), había que ponerle esa palabreja de mierda y ahora todas las mujeres colombianas, en lugar de tener culo, tienen una cola. Y todo el mundo dice cola como si fuera natural. Mi consuelo es que al menos no pegaron pompis ni derrière.
¿Seguimos con bolso, labial, cabello.? No, creo que nadie soportaría que reivindique la palabra cabello. Ni siquiera yo mismo. Dejemos así.