10 de noviembre de 2003

Planes

Guía motelera de Bogotá

Saber escoger un motel, a pesar de la premura o de los tragos que se tengan en la cabeza, es clave. Estudie cuidadosamente esta guía de moteles para que la próxima vez no se 'tire' el momento.

Por: Margarita Posada
Moteles

Resulta muy útil el ejercicio que SoHo me envió a hacer porque casi todos los que hemos moteleado, por lo menos la primera vez, lo hemos hecho con varios tragos encima. Las mujeres ni registramos el destino por estar pensado durante todo el camino si hemos debido o no aceptar. Los vidrios están empañados por los besos y las más lanzadas tienen su mano puesta en la entrepierna de sus compañeros, que no ven la hora de parquear. Los reciben unos tipos que asumen actitud de meseros de Pinchu‘s Dog o Mazorca Desgraná, como si les fueran a quitar los clientes, moviendo el brazo con vehemencia. Eso cohíbe un poco, para qué. Cuando uno está entrando con el novio o con alguien con quien ya ha intimado la cosa no es tan grave. Pero cuando es con un fotógrafo de la revista, la situación pasa a ser caricaturesca, porque preguntan qué habitación queremos y los dos actuamos como si fuéramos pareja, llamándonos por nombres ridículos y supremamente lobos, como ‘amorcito‘, ‘osita‘ o ‘cariño‘. Una vez estamos protegidos por la intimidad de la habitación, yo saco mi libreta y él su cámara. Aquí las conclusiones.

La estética del amor


Es el ítem más importante en la materia: la estética de los moteles. Su decoración y su estilo bien podrían dar cuerpo a una escuela tan reconocida como la de Bauhaus. Se caracterizaría por ciertos detalles comunes que a continuación describiré. Se destacan los papeles de colgadura con cenefas de texturas extrañas y arabescos o florecitas de colores pasteles y terracotas; los espaldares de las camas se caracterizan por su amplia gama de diseños y los cubrelechos hacen juego con las paredes y con las cortinas. Otros detalles recurrentes son los espejos en el techo o en la pared frente a la cama, así como cuadros de mujeres desnudas e insinuantes. Tocadores y sofás de imitación cuero también están presentes en el estilo motelero. 
La ‘zona húmeda‘ o baño tiene baldosas de colores poco comunes: curuba, vinotinto, rosa pálido y otros medio turbios que logran esconder muy bien la mugre. Generalmente también se recrean en algunas baldosas escenas cotidianas de la práctica del amor: mujeres desnudas con cabellos (sí, cabellos) largos y libres, recibiendo una uva de manos de hombres acuerpados que las adulan. Las duchas están diseñadas para que, en la mayoría de los casos, quien no está en ella pueda disfrutar viendo a la pareja bañada por el agua. Y, supuestamente, todo eso tiene que excitarnos. La verdad es que esos detalles los ve uno después de consumado el acto. Cuando alguno de los dos se para al baño (la mujer, casi siempre) y prende la luz es que saltan a la vista las escenas de las baldosas. Lentamente todo comienza a volverse un cuadro caricaturesco, patético, así haya sido el mejor polvo de la vida. Lo único que uno quiere hacer en un motel después ‘de‘ es salir rápido para no verse inmerso en esa hermosa estética bogotana del amor que lo vuelve todo lobo y hostigante. Pero siempre quedan buenos recuerdos, eso hay que reconocerlo.

Diez moteles forman parte de nuestra investigación. Comenzamos por uno de los más baratos, Dandy, ubicado en la carrera 15 con 61, abajo de la Caracas. Una habitación sencilla por cuatro horas cuesta $25.000. Escogimos una con jacuzzi, que cuesta $58.000 el rato (rato es un término muy común, que generalmente hace alusión a cuatro horas). A la entrada hay pequeños jardines con lámparas en forma de hongo y afiches de mujeres. Se destacan la figura de Ana Sofía Henao y de Britney Spears. Nos encontramos con una pareja. El hombre agacha la cara hasta que entramos a la habitación. Los colores predominantes son el amarillo quemado, el rojo y el verde. Una lámpara de porcelana blanca, sostenida por dos ángeles, ilumina el lugar. La colcha es dorada, las sábanas color crema y hay una cobija de peluche con grandes flores de colores vivos. Las almohadas tienen un forro impermeable, además de las fundas. Imagínese cuántas bocas se habrán quedado entreabiertas ahí encima, dejando chorrear las babas después del amor. Claro, las lavan y podría decirse que es lo mismo que en un hotel normal, pero no. La certeza de que alguien copuló ahí mismo lo cambia todo. Al lado de la mesa de noche hay un dispensador de papel toilette muy práctico y de muy mal gusto. El baño maneja tonos grises y vinotintos. En la tapa del inodoro, que tiene un sello de esterilización, hay un pelo. El resto es lo mismo: jabón chiquito, pantuflas de entretela y toallas blancas. Aunque carece de canal porno, un buen detalle es que no hay radio de carro, sino un equipo de sonido con CD player. Al abrir la llave para llenar el jacuzzi, un olor intenso a cañería inunda el ambiente. 
Hay que llamar a la recepción para que desde allá lo prendan. Echamos la espuma de color azul y olor a chicle -sin marca- y pedimos arroz con pollo y jugo de mora en leche por $8.500, un menú bastante peculiar. Llega en una caja de icopor, sobre unas hojas de lechuga y con un huevo duro en la mitad, cubierto por una salsa de tomate rojo claro y acompañado de papas fritas chicludas, que es lo único que probamos. El fotógrafo hace lo suyo y salimos del lugar, no sin antes percatarnos de la capa carmelita que cubre la espuma del jacuzzi y mirar por la ventana, desde donde se ven varios consultorios odontológicos y se oye el ruido de una obra.

Rumbo al aeropuerto

Nos montamos al carro y llegamos a Amoblados El Dorado, en donde la habitación es más chiquita y cuesta, por doce horas, $45.000. Tiene un ambiente más acogedor y erótico, la luz se puede graduar y el estilo es como setentero, con rojos oscuros, naranjas y cafés. Hay un espejo muy grande y útil frente a la cama. Las sábanas tienen el logotipo (puntos negativos) y la cobija es de peluche con un pavo real multicolor. El baño es blanco y se ve limpio. En el espejo hay una mujer desnuda. Tiene un extractor de aire y, en lugar de dispensador, hay un rollo de papel toilette en la mesa de noche, al lado de un buzón de sugerencias. El radio es el habitual (como de carro) y en el canal porno hay una enana haciéndole sexo oral a un tipo gigante. Da risa, pero el fotógrafo y yo no somos tan de confianza como para podernos mirar a los ojos después de un rato. Dejamos la pena a un lado ordenando un club sándwich que no está nada mal. Pido la cuenta mientras insulto al fotógrafo para que piensen que peleamos y por eso nos vamos. "¡Deja de ser estúpido, Juan David!.? señorita, tráiganos la cuenta". Un avión pasa bajito e interrumpe la conversación.

Seguimos hasta Maryland. Los porteros manotean. El cuarto es uniforme, tiene la misma lámpara de ángeles de Dandy, sábanas con logotipo y baldosas vinotinto jaspeado con gris. Hay muchas florecitas, a lo Heidi en la pradera, y tiene porno y radio de carro. La cobija es carrasposa, de cuadros.
Un detalle llama la atención: hay un servicio de ‘autocine‘, que consiste en parquearse en un garaje en el que hay un televisor y unas escaleras que conducen a un baño y una camilla. Cuesta $15.000 la hora y supongo que es para los que les da asco acostarse donde otros ya lo han hecho. Volvemos a hacer la pantomima de la pelea y entramos justo al de al lado: Campoamor. Allí la estética funciona de la misma manera, pero hay partes de madera en el piso y la ducha tiene vista hacia la cama. Todo lo demás es rosado, hasta las persianas. Hay una grabadora de casete, en vez de radio de carro, y es el único lugar en el que están a la mano unos condones de marca Confiamor/Profamilia. Condones ‘pro‘ familia, ¡qué contradicción!

A Babilonia

Nuestro siguiente destino nos deja algo descrestados. Es el motel Babilonia, en la séptima con ciento ochenta y pico. Primero, porque nos ofrecen un servicio muy peculiar (el de la silla erótica) y, segundo, porque la decoración poco o nada tiene que ver con el estilo típico. La colcha es blanca, muy limpia, no hay cobijas lobas ni logotipos en las sábanas (aunque las almohadas sí están muy regular). El baño es beige y está limpio, los espejos no tienen detalles (hay arriba y en frente a la cama, además), tiene acabados en madera natural, un sauna y, al fin llegamos a lo nuestro, la silla erótica, que consiste en una camilla inclinada como de cita ginecológica, con dos apoyos para subir las piernas. Sí, es muy loco. Pero con todo y eso, es el más decente. Adicionalmente ofrecen Viagra y hay una publicidad que dice: "Red Bull te da alas". Pedimos un baby beef que se ve bien, aunque la carne no está muy rica (parece sobrebarriga). Nos vamos.

Sigue Rocamar, que tiene muy alta recordación. Es decente, sí. Pero volvemos otra vez a los detalles rococó. Pedimos una habitación con sauna (mucho más grande que el de Babilonia, con zona de descanso y asoleadoras) y una pista de baile que consiste en un pedazo de la habitación con piso de madera, espejos sicodélicos y luces intermitentes rojas. El equipo de sonido es bueno y hay una especie de ‘estar‘ al lado de la pista. La entrada y la salida de este motel tienen su riesgo por estar en la séptima y también el hecho de que sea el más conocido.

De ahí vamos a La Cita, que es realmente decadente. Por fuera es una construcción de ladrillo tercermundista y por dentro parece un cuarto de hospital en quiebra, adecuado con cortinas de ‘ciertopelo‘ rojo, con paredes verde agua y un baño lila que la saca del estadio. El espejo del baño está oxidado y sucio, los vidrios de las ventanas son esmerilados, huele a perfume de perro y, además, cuando entramos el portero nos avisa que no hay agua y que le tenemos que avisar si nos queremos bañar para prender la bomba.

Salimos despavoridos hacia nuestro último destino, Altos de La Calera, pero nos pasamos y, al devolvernos, nos toca poner direccionales para subir hacia el motel. Todos los carros que están detrás saben ya a dónde nos dirigimos. Entramos. Se ve muy pulcro en todo. Hasta tiene un florero en la mesita auxiliar. Las cortinas y el tapete son rosa pálido y la cama no está mal, sobre todo por las sábanas. Pedimos habitación con pista de baile y sauna. El sauna está bien, pero lo de la pista de baile sí es una farsa absoluta, pues consiste en tres bombillos de colores en el techo. A pesar de la decoración típica y el techo neoclásico, se respira otro aire diferente, más limpio. Hasta acá ha llegado nuestro paseo por el mundo motelero. Por supuesto es mucho más amplio, pero la idea era sacar una muestra representativa que les dé criterio a nuestros lectores.

La descripción puede parecer repetitiva, pero es lo que realmente cuenta a la hora de escoger, porque todo entra por los ojos y todos en algún momento de nuestras vidas necesitamos un motel. Sería increíble si a alguien se le ocurriera hacer uno con cuartos normales, que parecieran el de uno o que fueran más impersonales. Pero si la estética bogotana del amor desapareciera, también sería una pérdida muy grande, pues hace inolvidables esas noches de pasión que terminan por convertirse en anécdota cómica y que, no nos digamos mentiras, dependen del buen desempeño en la cama, más que de cualquier otra cosa.

El negocio en números

Según Gustavo Mosquera, gerente de Altos de La Calera, el motel recibe en promedio unos 200 clientes durante el fin de semana. Entre semana la cifra baja a unos 30. Las ventas mensuales aproximadas son de unos $80 millones. Multiplique por doce: $960 millones anuales. Otros moteles dieron cifras relativamente parecidas, pero no quisieron que se publicaran con el nombre del negocio. En la Cámara de Comercio hay registradas 201 personas naturales y 34 jurídicas dedicadas al negocio de los moteles en Bogotá. Si echamos números y hacemos cuentas alegres, eso quiere decir que la industria motelera mueve alrededor de unos $225 mil millones de anuales.


CAMPOAMOR
Transv. 93 # 62-73, Álamos
Tel.: 434 3171
Sencilla: $38.000
TARIFA POR 10 HORAS
Con sauna: $43.000
Jacuzzi: $58.000

 

  

AMOBLADOS EL DORADO
Av. El Dorado # 98-22
Tel.: 414 8439
TARIFA POR 10 HORAS
Sencilla: $45.000
Sauna o turco: $55.000
Jacuzzzi: $60.000
Sauna y jacuzzi: $75.000
De domingo a jueves, descuento
  

  

MARYLAND
Transv. 93 # 54-21
Tel.: 436 3670
TARIFA POR 10 HORAS
Sencilla: $45.000
Sauna: $60.000
Jacuzzi: $85.000
Sauna y jacuzzi: $93.000
  

  

DANDY
Cra. 15 # 61-53
Tel.: 235 0666
TARIFA POR 10 HORAS
Sencilla: $25.000 ($6.000 más por hora)
Jacuzzi: $58.000 (4 horas) o $70.000 (12 horas)
Sauna: $35.000 (4 horas) o $45.000 (12 horas)
  

  

ROCAMAR
Cra. 7ª # 169-51
Tel.: 677 2139
TARIFA POR 10 HORAS
Sencilla: $55.000
Suite sauna sencilla: $62.000
Suite presidencial (sauna y pista de
baile): $72.000
Suite presidencial jacuzzi: $80.000
Suite real (sauna y jacuzzi): $85.000

  

  

ALTOS DE LA CALERA
Kilómetro 5, Vía La Calera
Tel.: 632 0999
TARIFA POR 10 HORAS
Sencilla: $55.000
Semisuite con sauna: $65.000
Suite: (luces, pista, espejos y sauna): $75.000
Después de 3 ó 4 horas más se cobra media tarifa adicional.
  

  

LA CITA
Cra. 7ª # 167-65
Tel.: 671 5348

TARIFA POR 10 HORAS
Sencilla: $43.000
Sauna: $53.000
Jacuzzi: $63.000



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