13 de julio de 2006

Necesitaba una historia de amor

Cómo está de cambiada Bogotá, está divina, dice la prima angloparlante que no viene hace diez años. Quizás el chillido se debe al gusano rojo que atraviesa la ciudad y a la sobreoferta de restaurantes que ofrecen desabridas mezclas peruano-tex-mex-thai. O a los remedos de librerías con más poltronas que libros. Pues no, Bogotá sigue repleta de semianalfabetos y tramitadores, tapizada con el último código penal que se exhibe en el piso, al lado del curso de inglés, y nublada y sucia.

La tercera entrega de la hasta ahora impecable Colección Turquesa de Villegas, reúne 18 cuentos que retratan a esa Bogotá más limeña que miameña. Siguiendo el mandato de uno de sus dioses tutelares, Raymond Chandler -el epígrafe que incluye en el cuento Una muñeca de Ébano da muchas luces: "Un hombre cansado y asustado no puede permitirse ideales"-, Rubiano traza un mapa espiritual bogotano, en el que sus habitantes (bareteros de parque, estudiantes universitarios vaciados, abogados varados y publicistas mediocres) vagan por la ciudad como espectros, tras un pequeño evento que les devuelva la vida o los aniquile. Un libro que llena uno, por lo menos uno, de los tantos huecos que hay en Bogotá.