9 de marzo de 2005

1965

Por: Eduardo Arias

En 1965 el rock vivió su mejor año. De entrada suena raro decirlo, porque 1965 no fue tan glamouroso como el verano mágico de 1977 ni tan divertido como el jubileo punk de 1977, ni tan explosivo como el 1956 del rock‘n‘roll de Elvis, el 64 de la Beatlemanía o el 1991 de Nirvana y el boom del grunge y lo alternativo. Bueno, decir que fue el mejor año es un tanto atrevido. Si uno lo mira así no más, por encimita, fue un año más bien jarto, como anodino en términos generales (aunque el Ford Mustang 65 es un clásico...), un año sin mayos del 68 ni primaveras de Praga, ni manifestaciones masivas contra la guerra de Vietnam, ni caídas del muro de Berlín. Está bien. De pronto no fue el mejor pero sí fue el año crucial. El definitivo. El año que le cambió para siempre el chasís a eso que llaman rock.
Para comenzar, tres canciones vieron la luz eterna hace 40 años. (I can‘t get no) Satisfaction, de los Rolling Stones. My generation, de The Who. Like a Rolling Stone, de Bob Dylan. Tres himnos fundacionales, insuperables, apenas igualados, si acaso, por Anarchy in the UK, de los Sex Pistols.
Pero ese es apenas el abrebocas.
1965 fue el año en el que los Beatles comenzaron a despedirse de la Beatlemanía y entraron de lleno en su etapa experimental. Se dice que el causante de esta transformación fue Bob Dylan, quien en 1964 les dio a conocer la marihuana y, de paso, les dijo, palabras más palabras menos: "Me gustan sus canciones pero las letras son muy tontas". Ya en Help! John Lennon hizo su primer guiño dylanesco con You‘ve got to hide your love away y la cosa tomó un rumbo definitivo con el álbum Rubber soul, donde los Beatles incursionaban de lleno en los textos más elaborados de Girl, Nowhere man e In my life.
Claro, 1965 también fue el año de Yesterday, una canción que creó toda una cultura. Cientos de miles de salas de espera de aeropuertos y dentisterías, de ascensores y lobbies de hoteles y corporaciones giran alrededor de alguna de las miles de versiones orquestadas de Yesterday.
Pero volviendo al encuentro entre los Beatles y Dylan se hace necesario mencionar a los Byrds. Cuando Roger McGuinn, guitarrista de los Byrds, descubrió la guitarra Rickenbacker de George Harrison en la película A hard day‘s night se enamoró de su sonido brillante y en enero de 1965 se lanzaron al agua con una versión pop de la canción Mr. Tambourine man, de Bob Dylan. A mitad de año llegó al tope en las listas de éxitos de Estados Unidos y Gran Bretaña. Coincidencialmente, en 1965 Dylan comenzaba a explorar los instrumentos eléctricos, tal como se aprecia en la cara A (en tiempos del LP) de su legendario Bringing it all back home y en Highway 61 Revisited, su siguiente álbum, también de 1965, y donde aparece Like a Rolling Stone. (Entre paréntesis, no más esos dos álbumes de Dylan hacen de 1965 un año excepcional en la historia del rock).
Este triple cruce de ideas Dylan-Byrds-Beatles se completó en el álbum Rubber soul, en el que George Harrison publicó If I needed someone, muy inspirada en la versión de los Byrds de The bells of Rhymney. Como quien dice, Harrison se retroalimentaba de sí mismo a través de los Byrds. Y, de paso, el rock había dejado de ser únicamente diversión y canciones de tres minutos. Ya estaba todo preparado para el advenimiento de los álbumes conceptuales, las fusiones, la diversidad que caracterizó el final de los 60 y el comienzo de los 70.
Por otro lado, en San Francisco comenzaba a gestarse la sicodelia alrededor de bandas como Jefferson Airplane y Grateful Dead, mientras que en el área de Los Ángeles, más exactamente en las playas de Venice, Ray Manzarek y Jim Morrison fundaban los Doors, que darían mucho de qué hablar con sus dos primeros álbumes, de 1967.
Y si uno agrega que 1965 fue el año de My girl, de Temptations; Wooly Bully, de San the Sham and the Pharoas; For your love, de los Yardbirds; Do you believe in magic?, de Lovin‘ Spoonful; Stop! In the name of love, de The Supremes; el 45 RPM We can work it out/ Day tripper, de los Beatles; The track of my tears, de The Miracles; Papa‘s got a brand new bag, de James Brown; Look through any window, de los Hollies, In the midnight hour, de Wilson Pickett, Get off of my cloud y The last time, de los Rolling Stones.
Es un hecho: más allá de odios o amores y de gustos o disgustos, hace 40 años pasaron muchas cosas y muy importantes.