12 de diciembre de 2006
Amargos dulces vicios
Hablábamos de vicios antípodas del fornicio conyugal y amortizado, lolita de nabokov calentando al santo job por qué no la magdalena haciéndonos la faena de desvirgarnos a Dios
Por: Joaquín SabinaPara Juanita y Roberto
Rehén del innoble oficio
de bocazas en rastrojo
pregunto dónde a Samper
y quedamos en el SoHo,
para enviciarnos con vicios
despueses de antes de ayer.
Qué lujo, qué desperdicio
con lo que fue esta nariz
de aprendiz de Baudelaire,
míreme usted aujourd'hui,
respirando este aire impuro,
tan viejo verde inmaduro
sin prejuicios y sin fe.
¿Partidos contra la droga?
Excusez-moi, mademoiselle.
Ni los narcos ni la toga
de los jueces me seducen,
desde el siglo de las luces
solo la diosa razón
me calienta el corazón
con sus tetas y su culo,
su impudor sin disimulo,
sus anfetas, sus licores,
sus desamores probeta,
sus profetas, sus doctores
que recetan y no curan
a tantos desconsolados
viudos del envigado,
heridas que no supuran.
Porque ¿quién desata el nudo
de Sucre, Cuba, la Dea?
Cuando suba la marea
nos encontrará desnudos
buscando, como dementes,
alquimias para volar,
locos peces de ciudad
nadando contra corriente.
Bendita viagra querida,
bendita masturbación
con condón (por lo del sida),
benditos amaneceres
en cuartitos de alquileres,
bendito güisqui sin soda,
benditas noches de boda
con fulanas de ocasión.
Qué bonita mala vida,
qué puta reputación.
Pero hablábamos de vicios
antípodas del fornicio
conyugal y amortizado,
¿Lolita de Nabokov
calentando al santo Job?
¿Por qué no la Magdalena
haciéndonos la faena
de desvirgarnos a dios?
Y ya puestos, bacanales,
Mesalinas saturnales,
con muletas para el cojo
cuando Epicuro era el fuego
que adivinaban los ciegos
a través de un trampantojo.
¿Pagando? Naturalmente,
pero sin cuenta corriente,
con dinero negro mato,
Casanova lo sabía,
para gozar cada día
bastan dos perras y un gato.
Magíster marqués de Sade
que acuñó las obviedades
del azote consentido.
Masoch era un infeliz
en busca de cicatriz
que rescate del olvido.
Lo firma este cuasimodo
póstumo de casi todo.
Joaquín Sabina
Bogotá, noviembre 2006