12 de marzo de 2003
Carta a mi hermano Juan
Pocos saben que el hermano menor de Andrés Cabas es sordo. El músico le escribió para contarle de qué se pierde y qué gana viviendo lejos del mundanal ruido.
Hola Juan: En una familia de músicos nos costó mucho trabajo entender que tú, nuestro hermano menor, no ibas nunca a escuchar o a entender ciertos sonidos. Cuando te dio meningitis el doctor le dijo a nuestra madre que no ibas a sobrevivir otro día. Y fuimos premiados con tu vida, mi hermano, en contra de la ciencia. Por eso eres un milagro para nuestras vidas.
Quise hacerte una lista de las cosas que escucho a diario y que no vale la pena escuchar. Solo pa' que veas que a veces no te pierdes de mucho, más bien te ahorras cantidades de mensajes tontos e inservibles. Son producto de palabras ya prostituidas, donde 'maestro' es un albañil y 'profesor' un comentarista deportivo. Muchas van con la política y el fútbol, pero me cuesta trabajo pensar de qué más vive o muere este país. Ah, cierto: reinas de belleza, empecemos por ahí.
Las candidatas al certamen afirman que trabajarán por los niños pobres y la paz mundial, y que esas son sus cualidades, no sus narices, tetas y culos operados. Después solo las escucharemos en comerciales hablando de la hidratación del champú que más billete les ofreció, y afirmando que su esposo no es narcotraficante, sino empresario y comerciante.
Los futbolistas nunca responden nada coherente o importante, y por lo menos entrevistan a cinco de ellos en cada noticiero: siempre salen con cosas como 'es un encuentro muy importante' (no, qué va?), 'un rival que no hay que subestimar' (ahí es cuando están aculillados y con hambre), 'esperamos obtener resultados para seguir sumando' (lo único que aprenderán de matemáticas), 'es un trabajo de equipo' (creo que por eso se llama equipo de fútbol, ¿no?) y vascuencias de todo tipo.
Sé que a los congresistas, concejales, senadores y demás tránsfugas de este país por pura intuición se les ve la cara de mentirosos y ladrones, pero créeme que cuando hablan rebasan los límites de mentira hasta de sus propias caras (este balbuceo incoherente y descarado realmente tensiona y crispa los nervios hasta del más paciente).
La lora (que está muy de moda) de las energías, estrellas, aura, yoga, esencia y naturaleza que les da a los rumberos embalados y a los pepos sensibles después de cierta hora en las rumbas.
La 'poesía' de Ricardo Arjona, que él mismo se atreve a cantar. La palabra problema está más de cien veces en una canción y hay frases del corte de "cómo encontrarle una pestaña a lo que nunca tuvo ojos".
Los murmullos de eterno arrepentimiento y
flagelación en las oraciones. Como "Por mi culpa, por mi culpa, por mi GRAN culpa".
El momento en que después de ganarse nuestra confianza con miles de palabras y promesas para conseguir los votos necesarios, el presidente ya electo se dirige a nosotros y nos comunica que cuatro años es muy poco para cambiar las cosas, que todo está jodido, pero que hará todo lo que pueda, con la ayuda de Dios y con nuestro dinero.
El desesperante sonido del teléfono que siempre interrumpe y dispersa y que, pese a nuestro afán de contestarlo, nunca trae noticias esenciales, excepto cuando suena en la madrugada y ahí ya sabes que hubo una tragedia o alguien ha muerto.
También están las cosas que vale la pena escuchar y disfrutar y que, por leves, sutiles o demasiado estruendosas, puede que no recibas con claridad. Son más que las intolerables, pero aquí hay solo algunas. Cuando quieras ahondamos en el tema y te las describo más a fondo.
Miles de criaturas despertando minutos antes que el sol, en la Isla de Providencia.
El susurro sugestivo del mar arrullándote e invitándote a contemplar el horizonte.
Quinientos mil colombianos en un parque en Queens (NY) cantando a capella "Colombia, tierra querida".
Una canción inesperada en la radio que te remonta a viejas épocas y revive viejos sentimientos.
La rasgada y noble voz de Jaime Sabines recitando su propia poesía.
El crujir de la madera cuando pisas descalzo la pista de baile.
Billie Holiday en vinilo.
La risa de Nelson en los Simpsons (siempre me hace reír).
El llamado que hace el alegrero a la cantadora en un bullerengue.
El canto de apareamiento de los osos perezosos en El Llano.
El eco de la histeria cuando sales a un escenario.
El traqueo y el asentamiento de dos cuerpos en un abrazo sincero.
Los bajos de un piano.
Como ves, sí me es triste no poder compartir contigo ciertos sonidos, pero te admiro al no tener que tolerar otros. También te envidio porque cada vez tengo menos silencio interior en mi vida, todo va más rápido y suena más duro. Y, haga lo que haga, la alegría solo llega cuando entiendo y contemplo todo lo que ha pasado, pero desde el silencio y la tranquilidad. Te quiero y espero seguir aprendiendo de ti, mi gran y sabio hermano, Juan Sebastián, sereno y tranquilo como una ballena, e intuitivo como un ave. No conozco persona más noble y desinteresada. Tu sinceridad asusta a las ratas y espanta a los goleros. Nunca te perderás, siempre encontrarás el camino de regreso, porque no has masacrado ni gastado la palabra, porque no te ha contaminado tanta mentira. Y ahí sí tuvo razón mi madre al recordarnos siempre que uno es esclavo de su palabra y dueño de su silencio.
Tu hermano, Andrés Cabas.