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31 de octubre de 2013

Cuento Erótico

Hombre de poca fe

Ahora resulta que mi novia quiere que me disfrace de sumo pontífice la próxima vez que vayamos a hacer el amor.

Por: Juan Felipe Márquez. Ilustración: Luis Carlos Cifuentes

—¿Te parece extraña mi petición? —me pregunta.

—No del todo. Algo. No sé dónde conseguir el atuendo.

Nunca pensé que las parafilias llegarían hasta aquí. Una cosa es la fantasía de la enfermera que te sopla los genitales en la sala de cuidados intensivos. La maestra de escuela que trata de introducirte una regla de madera en el recto. Pero tener sexo con el papa me parece algo extraño.

No del todo extraño. Algo.

—No sé qué santo padre quieres que sea. Son tantos… —medito sobre la larga lista de papas que han pasado por la historia del cristianismo sin decidirme por ninguno. Soy consciente de que una noche sexual con cada uno de ellos habría sido distinta. No se trata simplemente de disfrazarse como sumo pontífice, sino de serlo. Eso es fundamental para el role-playing. Una cosa es el repertorio sexual de un papa Borgia (Calixto III y no Alejandro VI). Otra la de Juan XXIII, el beato. Juan Pablo II sería de esos hombres a los que les gusta dar besos mientras follan. ¿Cómo sería Pedro con sus manazas de pescador? Mi novia no los conoce. Solo quiere que yo esté desnudo bajo una sotana ceremonial —blanca con púrpura— para meterme la mano por debajo y saludar al papa de la manera más lasciva posible.

—No me importa cuál seas. Solo quiero que me invites a tu cuarto a hacer una oración y que me digas que me vas a “mostrar algo ‘sumamente’ especial”.

—¿Quién te dijo que así actúan los papas?

—Lo leí en alguna parte —dice.

—¿En qué parte exactamente?

—En una página de internet.

—¿Te metes a internet a leer de estas cosas?

—dije, más que con un tono inquisidor, la juzgué.

—Sí. Así como vos te metés a ver travestis brasileños.

—Yo siempre borro el historial de navegación.

—Aparentemente, no.

Unas cuantas llamadas más tarde ya tenía cuatro cotizaciones distintas —considerablemente distintas— de sitios que alquilan disfraces a lo largo del año.

El Closer (sic) de los Disfraces: 120.000 pesos, con máscara de Karol Wojtyla.

Disfraces y Disfraces: 450.000 pesos, con réplica “exacta” del anillo del pescador. Qué tan exacta, no sé, pero me tienen mordiendo su anzuelo.

Fiestas Locas: No tienen de papa, pero sí de Jesucristo, y resulta bastante económico. No obstante, altera sustancialmente la fantasía de mi novia. No son ni remotamente parecidas. Tener sexo con Jesucristo… me erizo de solo pensarlo. 35.000 pesos. Inventario: dos sábanas amarillas, sandalias y una corona de espinas de plástico.

Tienda Artística “Stevents”: No lo tienen. Pueden confeccionarlo. Debo suministrar una foto para copiar el diseño. 786.000 pesos.

Le doy razón de las propuestas a mi novia.

—¿Cuál te parece mejor?

—Depende de cuánto me quieres.

—¿Qué santo padre quieres que sea? ¿Ratzinger?

—¿Quién?

—Olvídalo. Me voy a disfrazar de Jesucristo —zanjé.

—Fantástica idea. Eres el mejor novio del mundo. Te amo.

Las cosas que se hacen por amor.

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