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12 de diciembre de 2007

Testimonios

No soy de aquí ni soy de allá

Soy un desplazado más de esos que ha dejado la violencia en Colombia. Yo soy de allá, de Turbo, pero ahora estoy acá, en Bogotá, por circunstancias que en los pueblos azotados por la violencia son muy comunes. Soy cabeza de una familia...

Por: Francisco Javier Ramos
| Foto: Francisco Javier Ramos


Soy un desplazado más de esos que ha dejado la violencia en Colombia. Yo soy de allá, de Turbo, pero ahora estoy acá, en Bogotá, por circunstancias que en los pueblos azotados por la violencia son muy comunes. Soy cabeza de una familia compuesta por tres hijos y mi esposa, y desde hace cinco meses nos tocó salir corriendo de nuestra región porque nos iban a matar.

En la finca de mi mamá trabajaba sembrando plátano, maíz, arroz y yuca. Vivíamos sin comodidades, con honradez y, lo más importante, felices. Una noche, luego de llegar de los sembrados, encontré a mi esposa y a mi madre llorando y presas del miedo. Unos tipos, que no sabemos si eran de las Águilas Negras o de la guerrilla, nos habían dado 24 horas para abandonarlo todo e irnos. El plazo era corto y tenía que reaccionar con prontitud. Cogí mi equipo de sonido y lo vendí por tristes 150.000 pesos, empacamos y al otro día temprano, en un bus con rumbo a Bogotá y lágrimas en los ojos, me despedí de mi Turbo, Antioquia.

Decidí venirme para Bogotá porque acá conocía gente de mi pueblo que nos podía dar una mano. La situación no ha sido fácil a pesar de la ayuda de tres mercados, 300.000 pesos para arriendo y un carné que me acredita como desplazado que me ha dado el Gobierno.

Estoy sin empleo y eso es lo que me ha obligado a buscar colaboración de la gente en este semáforo de la calle 92 con carrera 20. Vendo bolsas para la basura, pido dinero y le informo a la gente sobre mi situación con una cartulina que tengo, así me he rebuscado la vida lejos de mi tierra.

Acá se ve de todo: gente que ayuda y otra que ni lo voltea a mirar a uno. En el fondo sé que no saben lo que realmente ocurre en las zonas del país donde la violencia es el pan de cada día. Ser desplazado me ha enseñado que en la vida lo más importante es tener un hogar estable. Uno no es ni de acá ni de allá, en cualquier momento las circunstancias pueden cambiar y hay que estar listo para todo, principalmente para sobrevivir. 


 

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