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30 de abril de 2014

Testimonios

Una diabética

La diabetes es una condición con la que se aprende a vivir, jamás la he catalogado como una enfermedad.

Por: Laura Bonnet

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1. Desayuno
2 huevos fritos
1 tajada de jamón koller
1 jugo de mandarina
Media mañana
Galletas de avena
1 jugo de fresa

2. Almuerzo
Carne
Arroz
Ensalada
Jugo de fresa

3. Tarde

2 rollitos de jamón y queso

4. Noche

Pollo
Una porción de frutas (fresas & uvas)
-
6 vasos de agua en todo el día

Aunque acepto que en algunos casos resulta crítica, he contado con la suerte de llevar una vida normal. Tenia 9 años cuando me diagnosticaron, en ese momento me sentía deshidratada, vivía muy cansada y sin ánimo. Mi diabetes es de tipo 1, esto significa que sufro de un déficit total de insulina, la hormona que regula la cantidad de glucosa en la sangre. Al ser “insulinodependiente”, estuve obligada a comer cada tres horas, a mirar los datos nutricionales de los productos y a calcular la cantidad de carbohidratos de todas las comidas. La situación era desesperante, pues mi mamá tenía que levantarme en la mitad de la noche para que comiera.

Llevo 12 años viviendo con un catéter que me bombea insulina las 24 horas del día. Gracias a esto volví a tener calidad de vida, ya no soy esclava de las inyecciones, ni tengo que privarme de nada. Este logro se lo debo a mi papá, pues por él y sus constantes investigaciones fui la primera persona en tener esta bomba en el país.

Aunque sigo una dieta bastante saludable, puedo pecar con chocolates (me he llegado a comer tres de una sentada), postres, harinas y fritos. Por supuesto, asegurándome de que el azúcar nunca marque por debajo de 80 miligramos ni suba de 180. Luego de completar 13 años con diabetes, memoricé la cantidad exacta de carbohidratos: una taza de arroz o una tajada de pan tienen 25 gramos; una porción de verduras, 5; una fruta, 15, y así sucesivamente. Dependiendo de esto, calculo las unidades de insulina que necesito y las cantidades permitidas de cada alimento (en todo el día no debo pasarme de 250 gramos). Lo único que tengo absolutamente prohibido es el trago, pues aumenta el azúcar de inmediato. Le doy gracias a la vida por este obstáculo, ahora soy más responsable y llevo unos hábitos saludables. Además, en parte me consuela saber que jamás tendré que vivir un infernal guayabo.

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