Lo primero que noté de la capital colombiana fue su ritmo caótico. Vengo de Innsbruck, una ciudad de Austria que los bogotanos seguramente considerarían un pueblito, porque es mucho más pequeña y tan solo tiene 120.000 habitantes. Por eso me impresionó tanto. Por eso y porque allá en mi ciudad hay parques por todos lados, las casas no están tan pegadas las unas de las otras, hay canecas de basura cada 15 metros y la vida en general es mucho más tranquila. En todo caso estoy fascinado con lo poco que conozco de Bogotá, aunque no creo que pudiera vivir en esta ciudad más de un año.