Home

/

Historias

/

Artículo

24 de febrero de 2015

Columna

Detestable globalización

La globalización nos permite liberarnos de Vélez, un caso de ego fugado. Pero esa es la excepción. La regla es que nos lleva a tener que escuchar a un grupo de jóvenes comentando el Super Bowl.

Por: Javier Uribe
Por Javier Uribe | Foto: Luis Carlos Cifuentes

La globalización comienza a ser desesperante. Aparece a veces una noticia alentadora, un canal se lleva a Luis Carlos Vélez a trabajar a Miami. La globalización nos permite liberarnos de Vélez, un caso de ego fugado. Pero esa es la excepción. La regla es que la globalización nos lleva a tener que escuchar a un grupo de jóvenes comentando el Super Bowl. Ni siquiera le dicen el Súper Tazón, que suena como a vasija de aguapanela con queso. Y hablan con propiedad:

—Si hubieran pedido tiempo, Butler no habría interceptado el envío de Wilson que iba para Lockette en zona de anotación. —¿Vio la jugada optativa de los de Seattle que les dio las 22 yardas? —Es que los Patriots no tuvieron devolución de patada, no merecían el trofeo Lombardi.

Lea También: Convocatoria a una desnudatón

¿En qué momento empezamos a hablar así? Y con nombres propios. Y con acento perfecto en inglés. ¿De cuándo acá existe un colombiano capaz de entender las reglas del fútbol americano más difíciles de comprender que el estatuto tributario? Nos ha invadido otra cultura. En poco tiempo nuestro restaurante típico será Hooters y la gente irá a ver estos partidos, y habrá barras bravas:

—¡Halcones marinos! ¡Volveremos, volveremos / volveremos otra vez / volveremos a ser campeones!

—¡Patriots! ¡La vida es sagrada! ¡La vida es sagrada...! —Ah no, perdón, ese era Mockus.

—¡Seahawks pícaros! ¡Ole ole ole lerole lolerola / vamos, mis Patriotas de Nueva Inglaterra /cada día yo te quiero más! —se escuchará y volará maicena en los ojos de algún distraído.

Tanto biculturalismo. Tanto bilingüismo. Tanto colomboanglosajón. Tanta internacionalización de la educación. Es intolerable. Pero habrá que conformarse. Es una educación que da resultados. Por ejemplo, nuestras virreinas universales provienen de colegios regios: Paola Turbay – Gimnasio Femenino; Carolina Gómez - Colegio Nueva Granada; Taliana Vargas - Northern Virgina Community College. Y ahora, Paulina Vega, Miss Universo - Colegio Andino. Bonitas y capaces de pasar las pruebas Pisa. Tendremos que vivir con eso. Y acostumbrarnos a sus diálogos en correcto acento:

—A Pauli, Miss Universe Organization le da 300.000 dólares y un apartamento en la Trump Tower, en la quinta avenida con 56 street de Nueva York.

—Pobre, esa zona es muy peligrosa, hay mucho ladrón, por ahí vivía Madoff.

Para no parecer de la izquierda que vende al rico educado como el enemigo, debo decir que con las clases populares tampoco me van bien. Estuve de acuerdo por primera vez con Raymundo Angulo que prohibió que en el Reinado se tocara la canción El serrucho, que dice: María moñito se le partió / La cama que el chagua le dio / La trajo pa que la arreglara / Porque soy el que la clava / Clava clava clava. Ala, tampoco. ¿Qué es la champeta? Es el restregar y restregar que hacen las partes populares de sus partes nobles.

La clase media también tiene lo suyo. Master chef es la prueba. Del casting inicial resultó un grupo que representa al colombiano promedio que, como el país progresa cada día, no es ya el colombiano de a pie, sino el colombiano de a moto. Y eso se refleja en el hecho de que la mayoría dice ‘máster ché’. Por un lado, porque les falla la pronunciación, por otro, porque lo más cercano que habían oído a chef era la canción Pachito E’ché.

Lea También: No sigamos el ejemplo de expresidentes, contralores y fiscales

La globalización es necesaria. Si no, corremos el riesgo de que nos pase lo de Venezuela… no que tenga problemas económicos y sociales, sino que llegue cualquier día un insoportable Andrés Pastrana a opinar de todo. Para eso, primero ¡construyamos una nación! Imploro que no les hagan matoneo a los becarios de Ser Pilo Paga, como al parecer pasa en la Universidad de la Sabana. Pobre gente… la de la universidad. Primero los inundó el agua de lluvias y ahora unos becarios del programa del gobierno. ¿Por qué Dios ya no oye sus oraciones? Si queremos que haya un país que conserve algo de identidad, tendremos que convivir con los fanes de los Seahawks en Chapinero y con quienes dicen ‘máster ché’. Si queremos un país, tendremos que restregarnos unos con otros como en la champeta. Y convivir con Pastrana. O irnos del país, pero corremos el riesgo de encontrarnos con Vélez. Ojo.


@ElNegroUribe


Contenido Relacionado

Columna

Sentir un fresco

Aún hoy me pregunto por qué Nicolás Gaviria dijo ser sobrino de un presidente retirado hace 21 años. ¿Por qué no dijo qu...

Columna

Detestable globalización

La globalización nos permite liberarnos de Vélez, un caso de ego fugado. Pero esa es la excepción. La regla es que nos l...

Columna

Ellas verán

¿Por qué Putin puede publicar fotos topless sobre un caballo y una mujer no puede hacerlo en Instagram?

Columna

La China Rosa

Cada vez que miro la imagen que acabo de fijar en la pantalla de mi digital siento que hacemos trampa, y me acuerdo de l...

Columna

Arsenal de palabras

Como parte del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, Colombia exportará, libre de aranceles, algunos de sus más ...